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Florencia.

¿Cómo me veo? —pregunté una vez que entré a la pieza.

El Cristobal se encontraba sentado en mi cama viendo su celu, pero cuando hablé puso su atención en mi.

Me miro por unos segundos, los cuales los sentí eternos.

—¿Irás así? —bueno, no era la respuesta que esperaba.

—Eh... si —me giré en dirección al espejo—. ¿Porque? ¿Me veo mal?

Vi como se levantó y se acercó a mi.

—No amor, te ves linda —me dio un beso en la mejilla—. Solo que no me gusta mucho que vayas con falda al carrete.

Me aleje un poco de el y lo mire extrañada.

—¿Por? —cuestione.

Se rascó la nuca y volví a sentarse en la cama.

—Es peligroso —desvió la mirada hacia mi escritorio.

—¿Peligroso? No entiendo, voy a estar contigo y además solo es una falda.

Se pasó su mano por la cara algo frustrado.

—Florencia van haber cualquier hueones. Esto no es un carrete con los locos del liceo, es un carrete con hueones de una universidad. Ni siquiera los conocemos —se cruzó de brazos.

—¿Entonces porque vamos si no conoces a nadie? —cuestioné.

Vi como se paró algo rápido, por su cara notaba que estaba enojado.

—No quieren que te anden mirando Florencia. Ponte otra cosa —ordenó.

Entonces por este lado iba la huea.

Solté una risa irónica.

—No me voy a cambiar Cristobal. Y mucho menos si es porque te molesta que ocupe esto —mencione molesta.

Podía ser muy mi pololo y todo, pero no tiene el derecho a decidir que me puedo poner o que no. Esa decisión la tomó solo yo.

Lo escuché soltar un suspiro.

—Como quieras... —camino hacia mi escritorio.

Me sorprendió que no siguiera peleando, no era la primera vez que teníamos una discusión por la ropa. Ya había pasado el último tiempo y como siempre, no dejaba que ganara.

—¿Y esto? —preguntó tomando el dibujo que había hecho hace unos días atrás.

—Ah, es un trabajo del liceo —mentí mientras volvía mi vista hacia el espejo y me arreglaba mi pelo.

Y puede que esté mal mentirle, pero tiene una razón. No me emocionaba contarle que había vuelto a pintar y mucho menos contarle sobre algo que me gustaba. Siempre que lo hacía el me daba a entender que era algo absurdo mi emoción y que habían otras hueas más interesantes.

—Estoy lista. ¿Nos vamos? —pregunté.

Este asintió y salió de mi pieza.

—Espérame un poco, le iré avisar a mi mamá.

Vi como bajo al primer piso y me dirigí a la pieza de mis papás. Pero no me encontré con ninguno. Así que fui a la pieza del Nico.

Una vez que estuve a fuera de esta ni siquiera me moleste en tocar la puerta, solo llegue y pase. Asustando a los dos hueones que habían en esta.

—Oe toca la puerta —se quejó el Nico—. Cuando te hago esa huea te enojai.

—Cuando dejes de hacérmelo a mi, dejare de hacerlo contigo —le conteste.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora