18

305 19 0
                                    

Florencia.

Cuando ese día baje las escaleras de mi casa y me encontré con mi mamá, y el Vicente con golpes en la cara, una ola de preocupación me atravesó. Verlo así, con esos golpes y la mirada gacha, me asustó.

Por un momento pensé que había peleado con el Cristobal, haciendo que me sintiera culpable, pero algo en mi me decía que no era eso. Pero no quería insistir, no quería evadir su espacio.

Pero si les soy realmente sincera la preocupación en mi crecía, me preocupaba de verdad el.

¿Que pasó con la Florencia de antes? ¿Que le hicieron?

Esa noche, cuando mi mamá me mandó a mi pieza a dormir otra vez, no pude y no sabía si la razón era porque ya había dormido casi toda la tarde o porque simplemente me estaba preocupado el.

No se cuantas veces me di vuelta en la cama hasta que decidí levantarme y buscarlo. Camine lentamente por el pasillo no quería despertar a nadie. Y lo mismo hice cuando estuve frente a la puerta de mi hermano, apunto de abrirla.

¿Qué haces? —sonó una voz detrás en mi haciendo que sobresaltara.

Conchetumare —dije en un susurro.

Me giré encontrándome con esos mismos ojos tristes de la tarde.

Tan fina de cómo siempre —soltó como burla.

Si no me hubieras asustado —me crucé de brazos.

Nadie te manda a pasearte como fantasma en las noches —dijo en un tono burlesco.

Yo solo lo mire de mala manera.

Venia a verte a ti estupido —solté rápidamente sin pensar, arrepintiéndome apenas vi esa sonrisa en su rostro.

¿Así que me venías a ver? —noté como intento mover sus cejas—. Me alaga señorita simpatía.

Rodee los ojos.

Aah chao, no estoy para que me molestes —hice el intento de volver a mi pieza, pero su mano sobre mi muñeca lo impidió—. ¿Que?

Ven.

Fue lo único que escuché, ya que, me arrastro hacia el primer piso.

—¿Que quieres? —pregunté de mala gana una vez que llegamos abajo.

Este se quedó callado unos segundos mirándome directamente.

—No te vayas —lo escuché decir en voz baja, pero lo suficientemente claro para entenderlo.

Lo observé unos segundos, tratando de buscar alguna pizca de burla en su rostro, pero me sorprendí al no encontrar nada.

—Eh... no-no lo haré —conteste por fin.

Vi como se sentó en el sillón y dudosa lo seguí. Tenía su vista al frente, mientras jugaba con sus manos.

Se sentía raro esto, estar cerca de él y que hubieran peleas, el poder estar tranquilos sin odiarnos un momento y en realidad llevaba así unos días. Al final, estaba agradecida del Vicente y de todo lo que ha hecho por mi en estos días, si ese día no hubiera llegado, no se que hubiera pasado. Al igual que hoy me apaño mientras no estaba bien, cuando ni siquiera le corresponde estar a mi lado, pero aún así lo hizo.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora