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Florencia.

No sé cuánto rato llevábamos acá, pero ya estaba muy caga de sueño para seguir soportando a mi hermano.

—¿Entonces lo hacemos con temática o no? —preguntó mientras miraba su celular.

Se encontraba hablando sobre nuestro cumpleaños. De verdad lleva desde que tomamos oncecita y les juro que ha sido un sufrimiento.

No entendía cuál era su emoción por el cumpleaños. Siendo sincera, este año no me emocionaba mucho, pero si a el le ilusiona tanto hacer algo, no queda de otra.

—Florencia po, péscame —le llamó la atención.

—¿Qué? —lo mire.

Vi como soltó un suspiro.

—¿No me escuchaste?

Lo mire unos segundos.

—Eh... si, dijiste que si lo hacíamos con temática —conteste.

—¿Entonces?

Levante los hombros.

—No sé, como tú quieras. A mi me da lo mismo Nico —mencione algo desinteresada.

—¿Pero cómo? Si el cumpleaños es de los dos, no solo mío —me miró obvio.

No dije nada, solo prendí mi celular para ver la hora. Que huea iban a ser las 11.

—¿Te pasa algo? —preguntó algo preocupado.

—Eh... no.

—¿Y porqué estás tan rara?

Puse mi vista en él.

—¿Rara? No lo estoy Nico.

Soltó un bufido dejando su celular de lado.

—Te conozco —me miró—. ¿Peleaste con el ahueonao del Cristobal otra vez?

—¿Qué? No, no es eso —afirmé.

—¿Entonces? —insistió.

Solté un suspiro antes de hablar.

—No sé, creo que no tengo muchas ganas de celebrar mi cumpleaños.

—Lo supuse.

Hubo un momento de silencio, en donde no sabía muy bien que decir.

—¿Es por algo en especifico que no quieres hacer nada?

—No, o sea no lo sé. Siento este cumpleaños muy distinto a los demás, es como si no quisiera que llegara ese día.

Mi hermano me observó por unos segundos.

—¿Es como si sintieras que después de cumplir dieciocho comenzará otra etapa, en donde debemos tomar decisiones mucho más importantes en nuestras vidas?

Y no se cómo, pero el lo explico tal cual.

—Si, es como si tuviera...

—Miedo —terminó de decir el.

Mi vista había estado mirando hacia al frente, pero apenas lo escuché decir eso la puse en el. Lo observé por unos instantes y mantenía la vista hacia el techo. Lo conocía y sabía que estaba sintiendo lo mismo. A veces me asustaba lo mucho en lo que nos podíamos parecer o las cosas que teníamos en común.

—Calmao, te voy a traer algo que te va quitar la pena —mencionó con una sonrisa, mientras se dirigía hacia la escalera.

Una vez que mi hermano desapareció por las escaleras, la puerta sonó. Me paré a ver quien venía a huear a estas horas. Y no me sorprendí cuando vi al Vicente.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora