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Vicente.

Me encontraba en la casa del Nico, llevaba casi todo el día acá y este propuso que me quedara acá, así que no me pude negar.

Aunque ahora estaba solo. La Florencia había salido con el hueas de su pololo, los tíos dijeron que iba a salir donde unos amigos y este hueon del Nico me dijo que tenia que ir hablar algo con la Martina, hablar le dicen ahora.

Así que estaba solo en la pieza de este hueon, viendo una película. Hasta que sentí mi celular sonar. Y una vez que lo tome, y vi el nombre fruncí el ceño.

—Alo —conteste.

Escuché como se quedó callada por unos segundos.

—Necesito tu ayuda —la escuché hablar algo bajo.

—¿Que queri? —pregunté.

—Me siento ma-mal... —escuché que balbuceó—. Fume y ahora no me siento tan bien.

Me senté de una.

—¿Fumaste? ¿Y que cosa?

—Marihuana —contestó.

Solté un suspiro.

—Pero Florencia. ¿Donde estai?

Se quedó callada unos segundos, como si estuviera pensando.

—No...no lo sé.

—¿Como no lo sabes? Mándame tu ubicación, te voy a buscar —ordene.

—Bueno.

—Oye, quédate ahí, que no se te ocurra irte a ningún lado.

Después de eso corte y pedí un uber altiro. Si mientras esperaba ya estaba nervioso, cuando el auto se demoraba en llegar a donde la Flo, lo estaba aún más.

Pero después de un rato me dejo afuera de una casa. Había música fuerte y un poco de gente afuera. Ni siquiera dude en entrar, solo pase y ya. Cuando iba entrar por la siguiente puerta choqué con una mina.

—Oye —la detuve—. ¿No has visto a una niña rubia? Se llama Florencia.

Esta me miró unos segundos, tratando de recordar.

—¿Rubia? —murmuró—. ¡Oh si! la amiga. Ven, está en el baño hace cualquier rato.

Cuando me agarro algo brusco del brazo me sobresalte un poco. Pero la seguí.

Nos detuvimos frente a una puerta.

—Acá está —hablo.

Me acerqué a la puerta y la golpeé.

—Flo...Florencia. Soy el Vicente, ábreme —llame.

Escuché unos pasitos acercarse a la puerta y terminar abriéndola. Dejándome ver a la Florencia, estaba chascona y su cara no era la mejor. Supuse que había llorado, porque tenía el maquillaje corrido y estaba algo pálida.

—¿Que te pasó? —pregunté preocupado.

Esta se acercó un poco más a mi, pero en el intento se tropezó. Pero alcance agarrarla.

—Me siento mal —murmuro—. Me duele el pecho.

—¿Cuanto fumaste? —pregunté mientras la observaba.

—No lo sé... supongo que ¿poco? —sonó poco convencida.

—¿Tomaste?

Asintió, solté un suspiro y después le agarre el brazo.

—Vámonos a la casa. ¿Tienes todas tus cosas?

—Si acá están —me mostró su cartera.

Avanzamos hasta la salida y la mina con la choque, nos seguía. Tome mi celular para pedir un auto, hasta que la Florencia se detuvo en seco.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora