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Vicente.

Y otra vez estaba donde el Nico, aunque este último tiempo he tratado de no pasar tanto tiempo acá, es que no saben la lata que me da quedarme siempre acá, a veces siento que molesto y no quiero eso. Así que últimamente he estado en mi casa y agradecía que con cuea me he topado a mi papá, cuando esté llega en la mañana esta lo suficientemente curado para notarme.

Y mi mamá, bueno hace unos días me escribió. Me pidió disculpas y dijo que no me preocupara por ella, que estaba bien.
Bacan y... ¿quien se preocupa de mi?

Me gustaría sentir rabia y enojo con ella, poder culparla por haberme dejado aquí solo con ese caballero que se hace llamar mi papá. Pero en realidad no podía, no podía hacerlo, porque una parte de mi la entendía, lograba empatizar con ella y su razón de irse, porque siendo sinceros, quien querría vivir con el.

El brisa helada llego a mi e hizo que me diera un escalofrío por todo el cuerpo. Me encontraba en el patio fumándome un cigarro y no es que me gusten estas hueas, pero últimamente ha sido lo único que me calma cuando sobre pienso mucho.

El ruido del ventanal abriéndose hizo que pegara un salto y escondiera el cigarro, no quería que ni la tía o el tío me pillaran, se que con esto sobre paso los límites y la confianza. Pero me relaje al ver a la Florencia salir por esta, se notaba que había despertado poco, ya que estaba chascona y con cara de poto.

—Hola —la escuché decir bajito, su voz sonaba como que si aún estuviera durmiendo.

—Hola —conteste mirando hacia otro lado.

—¿Que haces acá afuera tan tarde? —preguntó y pude notar que le también sintió la broza helada, ya que se acurrucó más contra su poleron.

—Nada, salí a... —levante el cigarro.

Esta lo miro por unos segundos y volvió la vista a mi.

—¿Desde cuando fumas? —preguntó mientras se sentaba a mi lado.

—No lo hago... es solo para... —pensé en si hablar—. Lo hago a veces.

Noté cómo asintió con la cabeza y fijó su vista en otra parte del patio. Por mi parte me quede mirándola unos segundos más, estaba un poco pálida y tenía la nariz algo roja, pero lo que más resaltaba eran sus pecas y... me hice el hueon, porque justo se giró hacia mi para verme.

—¿Te puedo preguntar algo?

Yo solo asentí con la cabeza, esperando a que hablara.

—Eh... bueno... —vi como comenzó a jugar con sus dedos como si estuviera nerviosa, eso hizo que me pusiera ansioso.

—Habla po Florencia, me dejas con la duda —insistí.

Escuché como soltó un suspiro.

—Bueno... yo se que no debe interesarme esto, pero quería saber si... ¿estás bien? —al preguntar lo último me miró directamente a los ojos y eso hizo que todo lo que sentía quisiera salir, una parte de mi quería abrirse con alguien que no fuera el Nico, poder hablar de eso que tanto me estaba torturando.

Pero no podía, no quería que ella viera ese lado de mi, no quería que ella supiera lo de mi mamá y mucho menos lo qué pasa cuando me voy a mi casa, porque no quería que me viera como el débil, que supiera que en realidad no soy ese hueon que se hace el fuerte y que es bueno para huear.

Porque ella solo conoce al Vicente que le gusta molestar al resto y que es bueno para cagarse de la risa, no conoce al Vicente frágil, el que es vulnerable.

No quería romper esa línea que había entre los dos, esa separación de "rivalidad" entre los dos, porque siendo sinceros nunca nos hemos llevado bien y se que en el fondo a ella no le interesa lo qué pasa conmigo, pero me confundía que este último tiempo mostrara una pizca de preocupación. Me confundía al límite de querer arriesgarme y poder mostrarme más con ella, poder hablar con ella sobre lo que me pasa, porque aunque ella no lo sepa, cuando estoy a su lado una parte de mi se siente tranquilo y no me importa la manera en la que sea, su presencia me causaba cierta paz.

Me aclare la garganta para poder hablar.

—Si, estoy bien. ¿Porque preguntas? —desvíe la mirada.

No contesto altiro, pude sentir su respiración primero antes que las palabras salieran.

—Porque te noto algo raro y... pensé qué tal vez... podría estar pasándote algo —hablo bajo.

Solté un suspiro, pensando en que decir.

—Pues pensante mal, estoy normal —y no se porque le hablé tan golpeado.

No la escuché decir nada más, solo vi que subió los pies a la banca apoyando su cara en sus rodillas.

Y ese silencio me molesto o tal vez que estuviera acá.

¿O que tocó un tema que te afecta?

Si...

—¿Que haces acá? —pregunté en un tono serio.

—Estoy en mi casa —sonó obvia.

—Si se que es tu casa Florencia, me refiero acá conmigo.

—No se... vi la tele encendida y supuse que eras tú, y te encontré acá solo... —hizo una pausa—. Y me preocupe.

Lo último lo dijo casi en un susurro pero aún así pude escucharlo.

—¿Te preocupaste? —solté una risa irónica.

Ni si quiera deje que contestara, solo seguí hablando.

—No necesito que te preocupi por mi Florencia, no somos amigos y nunca lo hemos sido, así que ahórratelo —hasta yo mismo me sorprendí de lo pesado que soné.

Noté como se paró de mi lado, sentí su mirada sobre mi y supuse que estaba enojada.

—¿Que huea te dio ahora? Sabi que tampoco me importa, yo venía buena onda y toda la huea, pero contigo no se puede, ahueonao —y ahí se entró a la casa, escuché como cerro algo fuerte el ventanal e inmediatamente me arrepentí de ser un pesao culiao.

Ella no tiene la culpa de las hueas que pasan en mi vida y tampoco se merece que la trate así, creo que al final no soy tan diferente al otro culiao.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora