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Vicente.

No había nada más que odiaría que ver a la Florencia llorar, puede que cuando éramos chicos yo fuera el causante en diferentes ocaciones, pero ahora, al ver que realmente la estaban lastimando, apagando esa luz tan linda que irradia de ella, me ardía la sangre por dentro.

Ese día en qué pasó todo, me encontraba en la pieza del Nicolas, había quedado solo, pero sabía que estaba ella. Porque escuché la música del Young Cister a volumen fuerte y como ella la cantaba. Todo parecía normal hasta que unos gritos comenzaron a preocuparme.

Cada vez lo gritos eran más fuertes, así que no dude ni un segundo y camine rápidamente hacia su pieza, encontrándome de espalda al ahueonao del Cristobal y a ella parada, llorando y asustada.

Y sin pensarlo le paré la mano al culiao, no se quien chucha se creía para tratar de esa manera a una mujer, y sobre todo, a ella. Lo único que quería era que se fuera, para tratar de calmar a la Flo, en ese momento mi única preocupación era ella.

Y después de que lo hizo, trate mucho rato en tranquilizarla, dándole a entender que estaba segura.

Los tíos no se demoraron mucho en llegar después de haberlos llamados, logrando que la Florencia pudiera estar más tranquila, ya no lloraba pero su mirada estaba como perdida y eso me asustaba aún más.

Ahora estaba de nuevo con ella, otra vez llorando por ese ahueonao. Cuando vi que la pelota iba en dirección a ella, sentí el miedo inmediatamente, sabía que iba a putear. Pero me encontré con sus ojos tristes, en donde claramente se notaba que había llorado.

La preocupación no se demoró en llegar y no dude ni un segundo en seguirla, caminaba rápido, como si quiera escapar y yo a mis pasos trataba de alcanzarla, hasta que por fin quede frente a ella.

Vi como las lagrimas caían por sus mejillas, de una manera incontrolable.

—¿Que te paso? —pregunté mientras la tomaba de lo hombros, para que pudiera mantener la vista.

Aunque no contestó, no quería presionarla, no quería obligarla a contarme algo, pero ver la manera en la que estaba me preocupaba.

—Florencia dime quien chucha te hizo algo. ¿Fue el otro culiao cierto? Porque te juro que ahora lo mato —sabía que este hueon tenía algo ver y eso hacía que la rabia aumentara.

Noté como levantaba lentamente su mano pasándome un celular.

Antes de tomarlo noté como su mano temblaba, sabía que no estaba bien.

Comencé a leer lo que había en el celular, era una confesión en la página culia del liceo, en donde se prestaba para puros cahuines.

La publicación decía como el ahueonao se la había cagado con su amiga, la Anto. Feo culiao, no entiendo cómo puede dañar tanto a la Flo.

—Este conchetumare, ahora si... —quería ir a buscarlo, decirles un par de hueas y de pasa pegarle.

Pero sentí la mano de Flo sobre la mía, la mire confundido por su toque.

—No...no me-me dejes sola —hablo bajito mientras las lágrimas seguían cayendo con su cara—. Por favor.

La mire unos segundos, deseando poder quitarle ese dolor, deseando que nadie más la lastimara, pero sabía que no podía, que no podía hacer nada más que estar a su lado.

—No lo haré.

Busque un lugar en todo el liceo para que pudiera estar tranquila, la senté en una banca lejos de toda la gente. Ella seguía llorando y yo estaba a su lado, una parte de mi quería abrazarla, pero la otra, le daba miedo incomodarla, así que coloque una de mis manos en su espalda mientras la acariciaba suavemente.

—No-no... entiendo —soltó entre balbuceos—. No entiendo porque me pasa todo esto a mi. ¿Hay algo malo conmigo? —.escondió su cara entre sus manos—. Tal vez... fu-fui mala amiga o... po-polo...

—Para ahí —la interrumpí, lentamente saqué una de las manos que tapaba su cara, para que pudiera verme. Dejé el miedo de lado y con mi mano tome suavemente su rostro—. No te culpes Florencia, ni de esto y mucho menos por lo qué pasó el otro día...

—Es que-que tal vez si es mi culpa Vicente —no me dejo seguir, se paro rápidamente quedando frente a mi.

—Oye no —me paré volviendo a tomar su cara, esta estaba roja y sus ojos irritados—. No lo es Florencia, los culpables acá son otros pero tú no. Son ellos los que no te valoraron y respetaron, es el que no supo apreciar tu amor y ella la que no supo apreciar tu amistad, ellos fueron los que fallaron Flo, pero tú no...

Ella me miraba atenta mientras dejaba caer pocas lagrimas.

—Yo mismo fui espectador de cómo ponías todo de tu parte en esa relación, en cómo lo defendías y lo ponías primero a él, para que te tratara de esta manera. El nunca supo valorarte Flo y nunca te diste cuenta, pero ahora puedes verlo, que al final el que siempre estuvo mal fue el y no tu.

La Florencia me miró por unos segundos y cuando se acercó rápidamente a mi, rodeando mi cuerpo en un abrazo apretado, me quede congelado. La sentía llorar contra mi pecho y lentamente la rodee también con mis brazos.

—Gra-gracias Vicente —la escuché hablar aún aferrada a mi, pero noté como se alejo lentamente mirándome directamente a mis ojos—. Gracias por todo, por lo del otro día, por ahora... no sé cómo agradecértelo.

Yo negué lentamente con la cabeza.

—No hay nada que agradecer —trate de mostrarle una sonrisa y agradecí que ella pudiera soltar una, a medias, pero lo hizo—. ¿Quieres que llame a tu mamá? Para que así puedas estar más tranquila.

Noté como lo pensó unos segundos, hasta que accedió. Así que después de eso llame a la tía, la cual no dudo ni un segundo en venir a buscarla. Sabía que estaba preocupada, lo noté ese día y ahora en su mirada, en cómo la angustia la estaba comiendo por no poder hacer nada por su hija.

Sabía que para ellos esto era una preocupación más, algo porque más estar al pendiente y no quería ser una molestia en su casa. Así que decidí volver a la mía, aunque no quisiera. No entre a clases, porque sabía que el Nico ni cagando me dejaría volver donde mi papá, así que espere en algún lugar piola del liceo hasta que mi curso saliera de clases.

Una vez que confirme que mi amigo se había ido pase a buscar mis cosas a la sala y me iría, tal vez si me iba luego podría encerrarme en mi pieza y no me toparía a mi papá. Pero primero debería hacer algo y aunque no me gustara la violencia, tenía que hacer algo con este hueon del Cristobal.

Lo espere a una distancia prudente del liceo, no me podía dar el lujo de pelear en este después de estar en la posición que estoy. Noté como se despedido de sus amigos y comenzó avanzar a mi dirección, y cuando lo pille desprevenido lo agarre del cuello de la camisa.

—¿Que te pasa conchetumare? —soltó una vez que lo estampe contra el muro.

—Te lo voy a decir una pura vez y espero no volver a repetirlo. Si te veo cerca de la Florencia te juro que no responderé —presione más fuerte mi agarre—. No quiero que la sigas lastimando, así que quedai advertido.

Lo escuché soltar una risa amarga.

—¿Y quien chucha se te creí para decirme que tengo que hacer? Si me quiero acercar a ella lo haré, no me dai miedo compañero.

—¿No te basta todo el daño culiao que le hay hecho? ¿Teni que seguir hueandola? —mantenía mi mirada firme sobre el—. Te la cagaste con su amiga y además, el show del otro día, que créeme que fue muy maricon de tu parte romperle sus hueas y tratarla de esta manera, sin contar los malos ratos que la hiciste pasar.

No dijo nada, así que fue suficiente para alejarme y darle la espalda, supuse que quedaría claro, pero su voz me confirmó que no.

—Tan preocupado que estás de ella, no sabía que tenías tantas ganas de culiart...

Y no deje que siguiera, porque le estampé un combo en el hocico. Noté como se quejó mientras se tapaba la cara.

—Vuelve hablar así de ella y la otra será peor.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora