25

241 29 1
                                    

Florencia.

Los días comenzaban a pasar más rápido y por lo que veía, el Vicente cada vez se veía mejor. Ya no se notaba tan apagado e ido, aunque yo sé que eso siempre estaba en su mente.

Mis papás le habían arreglado la otra pieza para que se sintiera más como y tuviera más privacidad. Así que ahora no tenía que dormir con el molestoso de mi hermano y sus ronquidos.

Yo a veces me preguntó si es normal lo fuerte que ronca este hueon.

Y hablando del rey de roma, venía bajando las escaleras con una cara de poto.

—Después te quejai que yo me demoro —lo mire mal y este solo me saco el dedo de al medio.

—¿Pueden ir a ver al Vicente? Tal vez se quedó dormido —habló mi mamá mientras salía de la cocina.

—Anda —le dije al Nico.

—Ando vo po, floja —me miró mal.

—¿Que? Si es tu amigo.

—Es de familia ahora, estupida.

—¡Ya basta los dos! —habló fuerte mi mamá y los dos pegamos un saltito.

—Florencia anda tú —me miro y después apunto a mi hermano—. Y tu anda lavarte la cara, teni care poto.

Solté una risa e hice caso a lo que mi mamá me mandó.

Una vez que subí las escaleras me dirigí a la pieza el Vicente y golpeé suavemente, pero como soy una ansiosa culia no espere una respuesta, así que solamente abrí. Encontrándome con el Vicente, pero sin polera...

Conchetumare.

Note como pego un salto, mientras me miraba asustado. Mientras que yo me quede pegada.

—Mi-mi mamá pensó que-que... estabas dormido, pe-pero ya vi que no —mencione mientras corría la mirada.

—Primero que todo, buenos días señorita —lo escuché decir burlescamente, pero al ver que no dije nada volvió hablar—. Ahora bajo.

Le di una última mirada y me encontré con esa risa burlona. Me giré rápidamente para salir, hasta que escuché que soltó una risita.

—No es gracioso.

—Para mi si lo es —lo escuché hablar detrás de mi.

Rodee los ojos y decidí salir de ahí.

Una vez que salí de la pieza me tape la cara, me pasó por ansiosa.

—¿Está listo? —preguntó el Nicolás que se encontraba asomado por la escalera.

—Eh... si supongo —avance hacia a él.

Este me quedo mirando unos segundos.

—¿Qué te pasa? Estai roja —me apunto la cara y se acercó mucho, tocándome una mejilla. Y yo de un puro manotazo le aleje la mano.

—Ay nada, déjame —lo mire mal.

—Uy andai simpática —lo escuché decir, pero lo ignoré mientras bajaba las escaleras.

Una vez que el Vicente con el Nicolás bajaron, nos fuimos de una al liceo y le agradecí al
de arriba por habernos topado con la Martina en el camino, porque no quería irme sola con estos dos hueones.

Y aunque mi hermano trato de robarme en todo momento a mi amiga, no se lo permite.

Durante el camino sentí la mirada del Vicente sobre mi, pero trate de ignorarlo, porque el solo hecho de verlo, se me venía a la mente la imagen de él sin polera.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora