23.

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El amanecer pintaba el cielo desde la ventana de la cabaña, y Lisa, sumida en sus pensamientos, observaba el nuevo día que se abría ante ella. Era un hábito que había adoptado desde que regresó de su tortuoso pasado, aunque ahora la belleza del amanecer se veía enturbiada por las sombras que se proyectaban en su interior.

Su mirada se posó en la figura de Jennie, que dormía serena. Lisa sabía que su regreso no era una vuelta completa a la Lisa que fue antes. Aunque Jennie se regocijaba en tenerla de vuelta, la verdad resonaba en la mente de Lisa, oculta tras una fachada de normalidad.

Ya no era la misma Lisa que rescató a Jennie de Kai, envuelta en un amor sincero y con la determinación de ser una líder ejemplar. Esa versión de Lisa había quedado en el pasado, reclamada por Nayeon después de lo que esta le hizo. Lo que quedaba ahora era un vacío, un remanente de cicatrices que cada día le recordaban lo vivido, una carga que pesaba en su corazón y que se negaba a desaparecer. Aunque intentara convencer a Jennie de que todo estaba bien, la realidad era que Lisa no podía dormir en paz. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos la asaltaban, y temblaba ante la avalancha de emociones que la invadía: rabia, miedo, impotencia... Sentimientos que se entrelazaban sin una respuesta clara.

La elección de permanecer en su forma lobuna era su refugio, una manera de ocultar las heridas que no podía mostrar y el cansancio mental que la consumía. Su lobo se convertía en una máscara que disimulaba el caos que reinaba en su interior. Aún no se sentía capaz de abrirse, de contarle a alguien lo que le había ocurrido. Las palabras se atascaban en su garganta, y la voz parecía haberse desvanecido. Apenas podía expresar saludos matutinos y despedidas nocturnas a su Omega.

Y ahí estaba, Jennie, su hermosa Omega embarazada. El cachorro que llevaba en su vientre actuaba como una especie de anestesia ante el dolor de Lisa. Cuando inhalaba ese inconfundible aroma a Jennie, su loba cobraba vida y la presencia de ese nuevo miembro de la familia era un recordatorio constante de la vida que seguía adelante. Jennie había esperado ese cachorro desde que Lisa se fue, y durante ese tiempo estuvieron solas, sin la protección de Lisa, algo que hacía gruñir a su lobo, presentía que en ese lapso algo había sucedido, algo que puso en peligro a su familia o, más bien, alguien que causó ese caos.

Jennie, despertando con suavidad, notó la mirada perdida de Lisa que se encontraba observando más allá de la ventana. La necesidad de consolar a su amada alfa la impulsó a acercarse por detrás, buscando envolverla en un abrazo reconfortante. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera tocarla, Lisa se giró bruscamente, sus instintos alerta, y la miró con ojos que destilaban rabia y desconfianza.

El gruñido ronco de Lisa llenó la habitación, y el corazón de Jennie dio un salto de sorpresa y miedo. Lisa, por un instante, la vio como una amenaza. La tensión en el aire era palpable cuando Lisa, aún inmersa en su reacción instintiva, se colocó sobre Jennie y la gruñó con furia.

—¡Lisa, soy yo! —exclamó Jennie con temor, sus ojos reflejando la sorpresa y la confusión.

La expresión de Lisa cambió rápidamente al reconocer a su Omega. Los gruñidos cesaron, y sus ojos pasaron de la rabia a la comprensión y el remordimiento. Se apartó de Jennie con rapidez, dejando espacio entre ambas.

—Lo siento, Jennie. No era mi intención... —murmuró Lisa, visiblemente afectada por su propia reacción.

Jennie, todavía en estado de shock, asintió con lentitud. No había experimentado una reacción tan agresiva por parte de Lisa antes. El encuentro dejó a ambas con un sentimiento incómodo y pesado en el ambiente.

—Lisa, ¿qué está pasando? —preguntó Jennie, buscando entender la causa de esa violenta reacción.

Lisa, con la mirada baja, dudó antes de hablar. La verdad era un peso que le costaba compartir, pero sabía que era necesario.

Stitches - Jenlisa GipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora