13.

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La casa olía a sexo en cada rincón. Alfa y Omega lo habían hecho en todos los lugares posibles. Sus lobos estaban desatados y no había nada que pudiera separarlas. Por suerte, no las habían interrumpido; cosas del destino o que sus olores fueron muy fuertes, pero ni Jisoo ni Tae se pasaron por la casa. Nadie de la manada necesitó a Lisa, y ambas agradecían ello.

En la actualidad, Lisa estaba entre las piernas de Jennie. Luego de la primera vez en la que todo fue muy rápido, esta se dedicó a complacer a su Omega, a besarla en cada centímetro de piel que encontraba, a probarla en cada suspiro, a quererla en cada caricia.

Para Jennie, era algo nuevo. Aunque al principio Kai fue suave con ella, todo en algún momento se tornó tosco y agresivo. Está demás decir que llevaba tiempo sin disfrutar sus celos y sentir cómo Lisa la trataba, cómo la cuidaba, cómo la complacía, la tenía en el cielo.

La alfa tenía las piernas de la Omega en sus hombros y su boca en toda la intimidad. Con determinación, pasaba su larga lengua por el medio de esos gruesos y apetitosos labios. Al llegar al pequeño puntito de placer de la pequeña, lo mordía y luego succionaba, robando múltiples gemidos de su Omega. Repetía el proceso y luego con su lengua hacía círculos rápidos, para luego bajar de nuevo por todo el centro hasta llegar a su pequeña abertura e introducir todo lo que podía de su lengua. El interior de la Omega la atrapaba en cada embestida. Sabía que estaba cerca por eso y por que las pequeñas manos que tenía en su cabello la apretaban cada vez más fuerte. En el sitio solo se escuchaban los gemidos de Jennie.

— A-ahh A-alfa — gritaba — No te detengas Ahh.

Continuó embistiendo con su lengua mientras llevaba dos dedos a su clítoris y hacía una leve presión, acción que desató su orgasmo. La espalda de Jennie se levantó del comedor, mientras apretaba sus muslos en el rostro del alfa. Estaba pensando que si moría ahogada por esas piernas, se iría al cielo feliz por la causa.

Para ayudar a potenciar el orgasmo de su pequeña, Lisa pasó la lengua por todo su coño, recogiendo cada gota de su corrida. El dulce sabor la atrapó, y no se detuvo hasta que estuvo saciada. Bajó las piernas con cuidado de sus hombros y se puso de pie para observar a su chica, quien al parecer había quedado fuera de juego, pues no mencionaba palabra alguna y solo se escuchaban pequeños suspiros de su parte. La veía y no podía evitar ponerse más dura de lo que estaba: su Omega, totalmente desnuda, sudada, despeinada y bien follada, sobre el comedor donde solían cenar. Sí, en definitiva, era una buena imagen.

Era obvio que estaba agotada, pero aún no había terminado con ella. Con cuidado, la tomó y la cargó, llevándola con calma hacia el sofá. Sabía que no esperaría hasta llegar a la habitación en el segundo piso.

Al llegar al mueble, la bajó con cuidado y la acostó de medio lado, juntando sus piernas. Ella se puso de rodillas detrás de Jennie, colocó una de sus manos en su cadera y la otra la llevó a su miembro para dirigirla a su entrada.

— Mi Omega bonita — gruñó mientras entraba en ella.

— Oh Dios — gimió la pequeña, cogiendo una almohada para morderla.

— Tan mía y tan apretada — la posición no ayudaba a llegar hondo, pero sí a sentirse más apretada y tocar puntos claves. — ¿Eres mía, no es así?

— S-si A-alfa — murmuró mientras sus ojos se volteaban de placer. — M-mas rápido — suplicó.

— Lo que pida mi pequeña — aceleró sus embestidas, haciendo chocar sus pieles y generando un sonido erótico en el cuarto.

— Ahhh, sí, justo así — a Jennie le rebotaban los senos en cada embestida de Lisa.

Seguía arremetiendo contra su Omega con velocidad y fuerza. Tenía las manos en su cadera, y sabía que por la presión dejaría marcas, pero no se detuvo. Entraba y salía de ella, y en cada salida brotaba líquido de la entrada de Jennie, mojando todo a su paso, y eso no hacía más que excitar a la más alta.

Stitches - Jenlisa GipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora