19.

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2 meses después. 


El gran lobo negro se encontraba en un estado de furia incontrolable. Después de haber sido sometido a múltiples dosis del suero que alteraba su cordura, su mente se había fracturado, desdibujando los límites entre la realidad y sus propias invenciones. Lo único que parecía guiar sus instintos desbocados era su obsesión por criar omegas. En su desquiciada realidad, lo primero que se cruzaba en su camino era lo primero que tomaba, y Nayeon, al principio, había aprovechado esta desorientación para satisfacer sus propios intereses.

Sin embargo, conforme avanzaban los días, la situación se volvía más preocupante. La última semana, Lisa estaba siendo excepcionalmente brusca, incapaz de medir su fuerza, y Nayeon terminaba muy golpeada tras cada encuentro. A pesar de los esfuerzos de Nayeon por reducir las dosis del suero, la Alfa seguía siendo una tormenta desatada, fuera de control. La preocupación crecía, ya que Lisa parecía haberse sumergido en un estado insondable; sus ojos no enfocaban y no emitía palabras coherentes, solo gruñidos guturales escapaban de sus labios.

Nayeon, entre la confusión y la angustia, se debatía entre la esperanza y la desesperación. Temía que Lisa nunca volviera a ser la Alfa que conocía, y la incertidumbre del futuro pesaba sobre ella como una sombra ominosa.

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La omega observaba con pesar a través de la reja donde Lisa, la Alfa, se movía frenéticamente de un lado a otro de su celda. Al percibir el aroma familiar, los ojos de Lisa se dirigieron hacia la puerta, y en cuestión de segundos, se aferró a ella, buscando desesperadamente algún contacto físico. Gruñía con frustración al no poder alcanzar a la omega que tanto anhelaba.

— Cariño... debes tranquilizarte. Quiero estar contigo, pero si sigues así, me harás daño. ¿Quieres eso? — preguntaba la chica, recibiendo únicamente un gruñido como respuesta. — Lisa, por favor, regresa — sollozó.

La Alfa la observaba con ojos rojos y dilatados, su cuerpo cubierto de sudor mientras respiraba agitadamente. Intentó hablar, pero solo lograba emitir bufidos ininteligibles.

— No me gusta verte así. Quiero abrazarte... ¿puedo? — la omega preguntó con ternura.

La pelinegra la miró por unos instantes y luego se retiró hacia una esquina de la celda, arrodillándose en un intento desesperado por contener todos sus impulsos descontrolados. La angustia y la impotencia llenaban el aire mientras la omega ansiaba recuperar a la Lisa que conocía, mientras esta última luchaba contra los estragos de una mente desgarrada por las dosis de aquel suero perturbador.


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En la manada Manoban...


Jennie caminaba por el centro, acompañada de Jisoo, en busca de provisiones. Cada persona que las veía las saludaba con una sonrisa y expresiones como "Buenos días, Luna", "Qué bien se ve, Luna", "El cachorro ya se muestra", o "Felicidades, Luna". La noticia del nuevo cachorro llenaba de esperanza a toda la manada, y cada muestra de cariño y alegría exteriorizaba el deseo compartido de un pronto regreso de Lisa. Sin embargo, en la mente de Jennie, ese anhelo se veía empañado por los murmullos que sugerían un destino más sombrío: que Lisa posiblemente ya no estaba viva o que no pensaba volver. La omega luchaba por no escuchar esas palabras, ya que cada insinuación dejaba su corazón más lastimado. No concebía una vida sin Lisa, no sin ella y su cachorro.

Stitches - Jenlisa GipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora