Cena en NY. Amor y negocios.

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Nada más pasar el control y dirigirme hacia la salida, escucho la voz de Eric llamándome a gritos entre toda la gente y le localizo rápidamente. Salta y grita lleno de felicidad por verme y empieza a correr a mi encuentro. Nos fundimos en un fuerte abrazo que hace que se me caiga la maleta de mano que llevo, pero él no para de abrazarme y decirme bonitas palabras de cariño y cercanía hasta que llega a nuestro lado Frank. El abrazo con Frank es mucho menos efusivo. Igual de sincero, expresando el mismo amor, pero más pausado y sobre todo más revelador. Frank me conoce muy bien y entiende, sin que nadie se lo diga, el estado más profundo de mi alma, con solo mirarme a los ojos.

Frank-. Pequeña Virginia, estás guapísima, pero pareces agotada del viaje (miente).

Yo-. He estado trabajando durante los vuelos y se me ha cargado la vista. Quiero aprovechar bien esta semana de trabajo aquí ( miento).

Frank-. Te hemos reservado en el Hilton, como pediste, cerca de la delegación. Nosotros estamos en Newark hasta el miércoles que volvemos a casa. Hoy cenaremos en el restaurante de Carol. Tenemos reserva a las ocho y media.

Yo-. Excelente y gracias por todo Frank, pero puede que debíais quedaros quizá, uno o dos días más. ¿Será un problema?.

Frank-. Bueno… tengo la agenda muy apretada, pero tú eres la jefa. Ya sabes que haré lo que me pidas. Eric estará encantado de quedarse más días. Adora NY y siempre se queja de que nunca venimos.

Salimos y cogemos un taxi hasta el River sice, donde Carol, acaba de inaugurar hace apenas dos meses su primer restaurante propio. Es un italiano con aspiraciones a ser un gran restaurante, muy familiar, muy discreto pero un buen restaurante. Carol es la pareja de Unai Aldaia desde pocos meses después de dejar yo, la delegación USA para volver a Bilbao. Antes de eso, Unai fue para mí, todo lo que una mujer puede querer de un hombre. Fue una relación mucho más corta de lo que los dos hubiéramos deseado, pero muchísimo más intensa de lo que nadie podría llegar a creer. Comenzó en un ascensor donde no pasó nada extravagante aquella primera vez, pero se coló en mis sueños, en mi mente, en mi cuerpo, hasta lo más profundo de mi ser. Después ocurrió en poco más de tres semanas todo lo que pueda caber en una vida completa, amor, sexo, negocios, fantasías, locura, cariño, comprensión, respeto y admiración pero también mucho de lujuria y sexo del bueno y que conste que sé que he repetido el sexo, pero es porque de eso hubo más que doble ración.

Hablamos en el trayecto de como les va a Frank y a Eric en sus vidas y sus proyectos personales. Ellos intentan interesarse también por mi situación vital, pero aún no estoy demasiado preparada para abrirme a eso y sé que no es justo.  Existe una relación muy cercana entre Frank y yo, pero además Frank me concedió su confianza y lealtad absoluta en un momento decisivo de mi carrera profesional, guiado sin duda, por nuestra relación personal. Me siento en deuda con él, pero sé que su actuación entonces fue única consecuencia de su carácter y de su humanidad. Este último año ha estado continuamente interesándose por la situación de mi familia. Llegamos al restaurante y ya desde antes de entrar me siento en casa. Está situado en el bajo de un edificio de los setenta del siglo pasado, con fachada de caravista rojo fuego, rehabilitado. Las grandes alturas de cada planta son poco menos que inexplicables hoy en día y cada ventana aparece rematada por un arco del mismo ladrillo. El local se presenta discreto, pero elegante. Plantas vivas de hoja verde pino y amarillo limón rodean la puerta y las ventanas y unos farolillos de luz cálida iluminan mínimamente los espacios intermedios. La entrada está formada por una puerta igual en estilo a los balcones, pero de doble hoja y un pequeño cartel de chapa pintada a mano, con forma elíptica da nombre y apellido al negocio; Ristorante  Carol. Sencillo. Precioso. Al entrar un pequeño espacio a modo de hall, abierto a la sala, limitado por muebles bajos, plantas de interior y una pequeña mesita de atril para las reservas. Sobre ella, trabaja en el diario una bella joven morena de delicada figura. Antes de que levante la vista del libro para atendernos, le solicito en mi más dulce y ensayado italiano, la mesa del fondo, a la derecha del baño. Carol al oír mi voz se ilumina por completo, rodea en un suspiro la mesita y se cuelga de mi cuello juntando su mejilla con la mía. Llora de felicidad y me hace llorar a mí con Ella.

Carol-. ¡ Por fin aquí, Virginia!¡ Cuántas ganas tenía de verte!. Unai y yo nos alegramos tanto de poder pasar un tiempo contigo… ¿ Verdad que sacarás al menos un rato para estar solo con nosotros y poder ponernos al día?. Te queremos tanto.. Bueno, yo… además, debo tanto..

Yo-. Carol, soy yo la que estoy en deuda y agradecida contigo. ¡ Pero qué restaurante más bonito! ¡ Por Dios!. Me encanta… sé que te irá de lujo, estoy segura de eso.

Carol-. Unai se ha encargado casi completamente de la obra  y mientras yo he estado volcada en todo lo demás, pero sí, estamos muy satisfechos con el resultado. Los primeros meses están siendo prometedores, parece que tenemos una gran aceptación. Estamos muy ilusionados.

Yo-. Seguro que aquí vas a trabajar feliz.

Carol-. Sí, eso creo. Me decidí a seguir a Unai hasta NY, y sabes que yo no podría estar sin trabajar. Había pensado en buscar un restaurante para pedir trabajo como jefa de sala, pero Unai me insistió en montar algo para que fuera mío, para trabajar por algo propio…y este es el resultado.

Hablamos poco más, hasta que empiezan a llegar más clientes y Carol nos guía hasta nuestra mesa. Nos traen las cartas y elegimos el vino. Yo no tengo hambre, pero me obligaré a tomar rape en brocheta con langostinos y reducción de vermut rojo. Charlamos hasta que traen el vino y entonces los nervios empiezan a aparecer. Los domino rápidamente, pero creo que estarán ahí toda esta semana. Al menos. Mientras, seguimos hablando.

Yo-….. El caso es ese, que nuestra versatilidad y capacidad de adaptación deben ser inalcanzables por nuestros competidores. Y no solo en NY.

Frank-. Virginia, dejemos el trabajo para mañana. Hoy está aquí Eric. Estamos en el restaurante de Carol. Habrá tiempo.

Yo-  ( Cambio radicalmente mi rictus, me estiro en la silla, elevo algo las cejas y bebo un ligero sorbo del vino). De eso se trata Frank. De qué Eric este presente.

Frank-. ¿ Eric, que tiene que ver mi marido en nuestro trabajo?. Si tienes algo que reprocharme de mi forma de trabajar, no es el momento. Jamás has sacado temas laborales cuando estamos en familia.

Yo-. Nunca…  pero porque hasta ahora, tampoco nunca esos temas laborales podían afectar tanto a tu vida y a la de tu marido.

Frank queda estupefacto, Eric me mira atónito sin saber qué pensar. Saco un dosier amarillo, con cierre de lazos verdes de mi bolsa del portátil y se lo paso a Frank. Miro a Eric, le agarro de la mano y él, baja la vista hacia la mesa. Frank abre el sobre y saca la documentación para empezar a ojearla.

Yo-. Eric. Quiero que tú, especialmente, comprendas bien lo que pasa. Es muy importante para mí que quede claro. Desde que estuve aquí, conviviendo con vosotros dos, me he sentido parte de vuestra familia, y quisiera seguir sintiéndome así porque sois dos seres humanos enormemente valiosos, sinceros, valientes, bondadosos…  Os quiero como mi familia que siento que sois. Pero aparte de eso tengo obligaciones. La delegación y el negocio para el medio oeste necesitan estar a la altura de lo que estamos haciendo en USA, y no lo están. Esta semana voy a reorganizar todo y lo (me corta abrúptamente Frank).

Frank-. ¡ Esto es una utopía! Es un sueño irrealizable. Imposible lo mires por donde lo mires. ¿ Quién narices va a estar tan loco de meterse aquí?.

Yo-. ¡ Tú!.
Será la apuesta de tu vida.
Tu legado.
Mi legado.
El sueño de Ana.

Frank-. ¡ Esto no se puede hacer! .

Yo -. Se va a hacer y quiero que tú estés al mando. No conozco a nadie mejor preparado, mejor dotado para hacer esto. Si alguien puede hacerlo, ese eres tú.

Frank-. ¿ Ana? Nunca pensó en hacer algo así. Ana no estaba loca.

Yo -. Olvidas que Ana no solo me dejó su empresa y sus cargos al frente. También me dejó su despacho, sus apuntes, sus diarios, sus proyectos…

Frank-. A ver Virginia.. ¿ Qué promotores van a estar tan ansiosos por arruinar sus empresas metiéndose en una odisea así? No hay uno en el mundo que tan siquiera se lo plantearía seriamente.

Yo-. No miréis, pero acaba de entrar en el restaurante uno que sería capaz de hacer algo así.

Eric y Frank se giran como un búho Nival hacia la mesa de recepción, donde un hombre moreno de ojos verdes, profundos como el mar que baña mi tierra, besa en los labios a la jefa de sala del local. Carol se derrite ante él, lo abraza cariñosamente tratando de disimular sus ansias, su pasión, pero los tres que les miramos vemos claramente cómo fracasa en ese intento. Sus ojos se miran, se estudian, sus cuerpos se atraen, sus labios se juntan otra vez. La felicidad llena por completo sus auras. Ella le susurra algo al oído y él mira hacia nuestra mesa. Aún no puedo soportar esa mirada clavada en mí. Mi cuerpo quiere reaccionar, pero yo sí puedo ocultar mis reflejos, mis reacciones menos domesticadas. Esa mirada en un tiempo, bastaba para asegurarme que después vendría un intenso placer, algunas veces incluso antes de llegar a tocarme, otras veces esa mirada era el preludio de horas de sexo intenso y animal. Sesiones que se alargaban durante horas y días. Fines de semana completos del más satisfactorio y salvaje sexo. Unai Aldaia, mi amor Unai Aldaia emprende el camino hacia nuestra mesa. Antes de que llegue yo me he levantado y nos abrazamos en un movimiento lento, delicado. A pesar de la suavidad en los gestos, mis manos aprecian el cuerpo que palpan y ese camino es conocido. Cada curva, cada línea, cada señal…  ese camino ha sido en otra época mi religión, mi muerte y mi resurrección. Mi cabeza da vueltas a toda velocidad, su aroma es toda la señal que necesitaba yo para empezar a soñar, su contacto lo único que me hacía falta para volar. Vuelo…

Unai-. Bienvenida a tu casa. Cuantas ganas tenía de verte, de abrazarte….

Yo-. Cuantas ganas tenía de que lo hicieras…  Unai…  gracias por todo.

Unai-. Ya veremos... ¿ Qué tal estás?

Yo-. Muerta de miedo.

Unai-. En casa, ¿ está todo tranquilo?.

Yo -. Sí. Sabes que si hay algo, te lo diré.

Unai-. ¿Y Ion?.

Yo -. Hecho un canalla. En cuanto aprenda a andar bien, lo sacaré a correr cada mañana para que se canse y deje vivir al resto de la humanidad.  La boda ¿Qué tal van los preparativos?.

Unai-. Se encargan los señores Aldaia. Mi madre está muy volcada con ello y mi padre vuelve loco a todo el mundo. Queríamos algo sencillo pero ya sabes…

Yo-. Me hace feliz que sea así. Ya hablaremos. Ahora, lo siento. Tenemos que empezar. Frank necesita alguna aclaración…

Unai se sienta en nuestra mesa y empezamos a comer los platos que acaban de traer para los tres. Pronto le traen a Unai un plato de flores de Huevo en camino de chorizo y tosta. Una versión de Carol, de un plato de Arzak que pudo degustar en su visita a Euskadi. Pero debe de ser muy difícil conseguir una buena chistorra en América, que llevaba el original. Frank no deja de revisar nervioso los planos e informes del dossier mientras los demás cenamos. A veces deja de hacerlo unos segundos que dedica a engullir su ensalada de brotes de invierno con atún rojo y beber un buen trago de su copa de vino de Burdeos. Momentos después, deja los papeles sobre la mesa y apoya las palmas de sus dos enormes manos a los lados, nos mira alternativamente a Unai y a mí…

Frank-. ¿Cuánto?.

Yo-. Entre ocho y diez mil. Eso los primeros cinco años.

Frank-. ¿Diez mil millones de dólares americanos?.

Yo-. Los cinco primeros años… se tardará al menos diez para terminarlo.

Frank-. Ni metiendo al mismísimo Jon Biden Conseguiríais ni la cuarta parte de ese presupuesto.

Unai-. Eso déjaselo a Virginia. Frank. Ella ha pensado en ti desde el principio. Yo estoy de acuerdo en que eres la persona indicada. Deberías sentirte honrado.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora