En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Federico García Lorca.
En mitad de la crisis que generó el acoso al que me sometió Iker, pude parar, pensar, recapacitar acerca de mi vida. En ese preciso instante evalué mi viaje por ella.
Sola desde los dieciocho años, conseguí terminar con éxito mis proyectos más importantes. En los estudios, conseguí terminar dos carreras simultáneamente. Mientras tanto, además solía trabajar esporádicamente para no pasar apuros. Para ser justa he de decir que no los pasé y que pude haberme administrado y llegar a terminar esos estudios sin hacerlo, pero también quería perfeccionar mis idiomas y todos los años pasaba algunas semanas en Alemania y en Inglaterra.
Me fijé otra meta, una mucho más ambiciosa. Hacía deporte a un nivel elevado. Al principio corría, solo corría. Después natación y ciclismo. Me propuse terminar un Iron Man en menos de diez horas y media. Lo conseguí al tercer intento.
Jon despertó en mí una capacidad animal de vivir el placer, el sexo. En todas sus versiones. En una única noche. Con Unai, llegue a traspasar fronteras inimaginables. Después conocí a Aitor. El mejor hombre que he conocido. Y amante extraordinario. Pero nunca me puse fronteras, y así, antes de conocer a Aitor, vagué por un edén. Por uno que no estaba en ninguno de mis mapas. Superé sin problemas mis límites, y allí estaba Maika. He visto un mundo de fantasía. He vivido los sueños más intensos que se puedan soñar.
Profesionalmente, ni había podido llegar a desear llegar a donde había llegado. Cierto es que las circunstancias fueron excepcionales, pero una vez asumidas las responsabilidades de Ana, en Baskdone, la empresa a mi cargo crecía más que nunca. El mercado me respetaba y la plantilla me era leal. Todas las personas a las que había admirado yo a lo largo de mi breve carrera hasta entonces, asumían mis decisiones y daban fruto.
Cuando me miré al espejo aquel día, yo ya había visitado Roma, había hecho el amor en una playa de Formentera, pisado uvas en La Guardia, Bailado en Ibiza y tomado cerveza negra en un entierro en Belfast. Recordé momentos como un atardecer de verano en Ciutadella o dejar mecerme al mar en una barca de Alejandría. Había visto elefantes beber del río Niger y Corzos correr ladera arriba en Picos de Europa. Había coronado el Anboto, el Montt Blanc, el Monterroso, el Kilimanjaro... Buceé en el caribe y flote en el mar muerto, nadé en las duras aguas del mar de Escocia. Había leído a Neruda, a Lorca, a Cervantes, Shakespeare, mil libros, mil aventuras. Vi en directo a los Rolling Stones, a Barricada, a Bruce Springsteen, a Los Marea, al maestro Sabina… Había fantaseado con Goya, llorado delante de El Guernica, admirado a Miguel Ángel… alucinado con la obra de Gaudí…
Sólo un concepto quedaba pendiente. Los míos y las personas que dependen de mí.
Cuando la imagen del espejo vino por tercera vez a por mí, la miré a los ojos y di mi vida por buena, por completa. Acepté cada acierto y cada fracaso. Asumí el dolor y disfrute el placer. La mirada de esa imagen en el espejo se disipó, su fuego se apagó a la vez que se fundía su hielo. Le dije, cuando vengas, ven de verdad, estaré preparada. Mientras tanto, no quiero volver a verte. La imagen desapareció y quede sola yo en aquel cristal reflejada.
Al día siguiente empecé a organizar cualquier contratiempo. Tuve una charla con Susana y Aitana en la que les informe de mis últimas voluntades ante la compañía. También hablé trascendentalmente con Aitor. Solo le pedí una cosa. Que mis cenizas las deposite en la mar, en mi mar, pero también en cada mar en la que él se bañe, antes de hacerlo. Escribí cartas, para cada persona a la que quiero, una. Eso fue al principio. Hoy en día he dispuesto algo mucho mayor. En un servidor seguro ajeno a mí, hay un programa al que me conecto cada día desde hace un año. Si pasan setenta y seis horas sin que yo introduzca una clave que cambia en función a unas variables matemáticas, el programa me envía un aviso para que lo haga y da dos horas de margen para hacerlo. En ese momento si no hay respuesta, envía un correo electrónico a dos personas, Aitor y Maite. Si no responden ninguno, una predeterminada frase compleja antes de una hora, el programa ejecuta una rutina. Envía sesenta y dos correos electrónicos que he escrito y que modifico regularmente, a personas de mi interés y a unos pocos profesionales; abogados, notarios, etc… desde hace poco también a Liz Salender. Si ese correo se enviara, alguien lo pasaría definitivamente mal.
Ane y Andoni estuvieron la semana pasada en Vigo para entrevistarse con el antiguo esbirro de los traficantes. No profundizó en detalles, pero cuando le mencionaron al abogado Puente, dijo que no era nadie. Un picapleitos joven que los traficantes usaban para que representara a sus secuaces. Después de la Nécora cambió de bufete y más tarde se puso por su cuenta, pero nunca fue uno de los abogados importantes de su banda de traficantes. Cuando le preguntaron por el alijo que se perdió, lo tenía muy claro, la policía judicial se lo llevó. Pero dio un dato mucho más relevante. El traficante arrepentido le dijo a Ane, antes de que marchara, que el guardián del alijo desapareció aquel día y su cuerpo apareció con un balazo a quemarropa, casi un mes después a sesenta kilómetros, camino de Madrid.
Ane ha investigado esos datos. El ocho de Julio de Mil novecientos noventa, apareció muerto en una chopera cerca de un área de descanso de la autopista A52, Martín Sousa Pereira, natal de Vila García de Arosa, de veintidós años con un disparo de arma corta en la nuca. Llevaba tiempo muerto, varias semanas. No se le relacionó con la operación Nécora porque no tenía antecedentes, ni había constancia que estuviera involucrado en negocios turbios. El crimen nunca se esclareció.
El jefe Roberto Díaz ha hablado con su contacto en Madrid y no tenía constancia de nada de lo que le dice Roberto a cerca de Martín Sousa. Roberto le comenta que la facción criminal interpretó en su día que la policía trasladaba Sousa a Madrid para procesarlo y por el camino le liquidaron y establecieron otros planes para el alijo, lejos de procesarlo como prueba. El antiguo ayudante del fiscal, promete reunir información, que verificará dentro del procedimiento que ordenó registrar el magistrado Garzón, responsable último de la instrucción del caso. También duda de que nada de eso pueda contrastarse, porque ya se investigó en su día, a falta del dato sobre Sousa. El juez, desde antes de salir de Madrid de camino a Galicia, ordenó que se registrara minuciosamente la actividad de cada operativo, de cada dotación, durante el tiempo que durara la operación. Aún existe ese registro y se puede contrastar con los contactos adecuados. De haber cualquier agente implicado, deberá aparecer alguna prueba en los registros de actividad del operativo.
Es martes. El primer martes de abril, las cinco y media de la madrugada. He despertado sobresaltada por un sueño. No era una pesadilla, pero tampoco era algo bonito. No consigo recordar bien lo que he soñado, pero estoy segura de que la muerte estaba en el sueño. He ido a ver a Ion en su camita para asegurarme de que su descanso era tranquilo y después he salido al acantilado para admirar las vistas. Solo llevo una sudadera negra, que me he puesto antes de salir de mi dormitorio. Tampoco pensaba salir de la casa, pero la mar me ha llamado. Una vez más. Mirando todo su poder, su inmensidad, vuelvo a pensar en mis padres. Recapacito ante lo que me espera a corto plazo y quiero sentir su orgullo por lo que vamos a lograr, de lo que me siento responsable. Mañana viajaré otra vez. Una vez más a NY. Todo está dispuesto. Una luz lejana, muy lejana se vislumbra en el horizonte. Seguramente algún mercante camino del norte de Europa. Yo quiero pensar que es Ana aprobando lo que vamos a hacer, en su propio nombre. Tengo miedo. Mucho miedo. Desde que Iker me atormentó no había sentido tanto pánico, pero esta vez estoy logrando dominarlo.
No me atemoriza la obra de la fundación, su magnitud, me aterroriza ser un objetivo. Ayer apareció una bomba bastante potente en uno de los vehículos en los que suelo desplazarme. Sé que lo han usado solo para amedrentarme, porque quien lo ha colocado ahí, sabe perfectamente que el dispositivo iba a ser detectado antes de que detonara, por el equipo de seguridad. También sé quién ha ordenado colocarlo. La guerra hace tiempo que traspasó la línea del lenguaje y de las señales. Las cartas con balas y los correos amenazadores dieron paso a señales más evidentes. Emboscadas, sabotajes en forma de cables cortados en ascensores y sistemas de freno de coches de la casa, manipulados y ahora, pequeñas bombas. Los representados de Puente apuestan duro. Yo también. Ayer mismo hubo algo que puede cambiarlo todo.
Un beep en mi portátil, una señal que ya conozco, evidencia de que el fichero de texto de Liz, se ha actualizado. Un mensaje en ese fichero, “cojelo “ y un teléfono que suena en mi mano. Lo descuelgo al primer tono.
Yo-. Virginia Zugasti.
La persona que llama-. Lo has encontrado. Enhorabuena. Soy Sara.. Armanchi.
Yo-. Hola Sara. Te vi dejarlo en la cómoda de la sala.
Liz (Sara) -. Me alegra ver que sabes cuidar de los tuyos.
Yo-. Aparte del sistema de seguridad de Bukle, he instalado otro, de cuyo esquema no hay constancia digital. Cámaras y detectores. Después de tu visita anteanoche, he ordenado mejorar el de Bukle. Si lo burlaste, es porque has accedido de alguna forma a su esquema. También he dado órdenes al respecto.
Liz-. Solo pretendía ponerte a prueba y veo que estás preparada para lo que te estás enfrentando. Van a por ti y es muy en serio. Te quieren fuera de la ecuación, para después, obligar a quien tome los mandos a pasar por su aro.
Yo-. Lo sé. Después de ponerme una bomba en el coche, como último aviso, he recibido el mensaje de Puente. Me ha hecho saber que ahora van “en serio”. He deducido lo que conlleva.
Liz-. Tengo acceso a sus ordenadores y teléfonos. Voy un paso por delante de ellos. Pero necesitamos una cosa más antes de enseñar las cartas. Es crucial.
Yo-. ¿ Qué puedo hacer yo?.
Liz-. Solo necesito que se mueva el dinero. Una buena suma. Necesito que acceda el que tiene los poderes a las cuentas de Panamá, y dé una orden para una transacción. Para hacer eso deberá acceder y aportar las seguridades biométricas, huellas, iris o reconocimiento facial, que tengan establecidas. En ese momento tendré acceso para averiguar la trazabilidad de todo el líquido de la trama. Saber de donde sacan el dinero, como lo blanquean hasta ahora, quienes son los beneficiarios, las empresas pantalla, todo… les pondremos nombre y apellidos y obtendremos las pruebas.
Yo-. Puede que tenga una oportunidad de hacerles salir de su cueva. Más tarde te dejaré un mensaje.
Colgué la llamada y tracé un plan, calculé mis posibilidades. Escasas, ridículas. Debía intentarlo. Llamé con mi teléfono personal a Miguel Martínez, gerente y propietario de ValleVerde promociones, una empresa de construcción de tamaño medio en horas muy, muy bajas. Miguel Martínez me había llamado hace dos semanas para pedirme ayuda. Su empresa está pasando por un momento muy delicado a raíz de las crisis, la económica del año siete y la sanitaria. No ha conseguido adaptarse y los compromisos le están ahogando. Miguel era un gran amigo personal de Ana López de Aiala y he trabajado con él, algunas veces desde que tomé el mando de Baskdone. Ha hecho valer su amistad con Ana, para pedirme ayuda en su empeño de salvar los puestos de trabajo, por la seguridad económica de las familias a las que su empresa da empleo. Él está cerca de su jubilación y no se ve con las fuerzas ni los recursos para afrontar los problemas de su compañía. Yo anoche, en esa llamada, me ofrecí a ayudarle. Le solicité una entrevista al más alto nivel, en la sede de su empresa, en Madrid, hoy por la mañana.
Tras colgar esa llamada hice varias más, para preparar lo que tengo pensado. La primera a Gotzon, para pedirle que viniera a la casa, la segunda a Itziar. También llamé a Patricia para pedirle un favor especial. La discusión con Gotzon fue fuerte. Al final tuve que imponerme ante él, a pesar de que no me gusta nunca dar órdenes sin una justificación y menos cuando lo que se trataba era de su ámbito, afectaba directamente a mi seguridad. Ordené que mandara un equipo anoche mismo a Madrid. Tres coches, entre ellos el Mercedes todo terreno con tres conductores del equipo de mi casa. Entre ellos Jonatan y Leire. Hoy a las ocho de la mañana me llevará hasta el aeropuerto de Loiu otro operativo en otros dos vehículos para el que Gotzon se hará responsable con otros tres escoltas. Todos viajarán en avión conmigo a Madrid. Tengo algo importante que hacer allí y necesito reforzar la seguridad al máximo. Paula se quedará en la casa con un refuerzo de gente de Bukle, para proteger a Aitor, Ion, Aitana y las niñas. Si todo sale bien, mañana iremos todos a NY.
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La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti.
DiversosUna vez más, el mundo se estrella contra Virginia. Esta vez ella, le declara su particular guerra al resto de la humanidad. Esta vez se aliará, formará un ejército invisible para obtener lo que ansía. El proyecto para el que ha nacido y ha dedicado...