Todo Lo malo.

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Durante el viaje no hay ninguna novedad acerca del estado de Eric, y eso hace que el viaje sea aún más infernal. Los pensamientos acerca de un desenlace fatal, cada vez son más difíciles de sacar de mi cabeza y los de un final de cuento, dejan de aparecer a partir de la primera hora de vuelo. Gotzon trata de disimular que está pendiente de mí continuamente y durante un buen rato finge dormir. Más tarde, trata de sacar alguna conversación sobre el tiempo que hará en NY o si tendremos oportunidad, si Eric se repone bien de las lesiones, de visitar el Madison. Más tarde, después de un largo silencio, chasca con la lengua después de un profundo suspiro.

Yo-. ¿ Qué te pasa?. Espero de corazón que este viaje no fastidie ningún plan importante que tuvieras…

Gotzon-. No. No tenía planes esta semana, la verdad. Solo pensaba en lo tozuda que es a veces la vida. Esta mañana…

Yo-. ¿Sí? . ¿ Qué ibas a decir?.

Gotzon-. ( Riendo irónicamente) Esta mañana podía haberme ahogado a mil metros de tierra firme o podríamos haber tenido una salida a nadar fantástica como ninguna. O podríamos haber hecho el amor en la ducha y después hacer como si nada hubiera pasado y tener un alegre día cada uno con sus rutinas. Pero no sabíamos que a seis mil kilómetros, dos malnacidos habían intentado matar a dos amigos tuyos, ni sabíamos que en cuatro horas estaríamos los dos subidos a un avión.

Yo-. Depende. Es muy poco probable que nada más grave de lo que nos ha pasado en la mar nos hubiera pasado, porque los dos somos bastante expertos e íbamos equipados con chalecos hinchables y balizas dentro de las boyas. Era muy difícil saber que Eric estaba en la UCI. Pero lo que era más que imposible era que hubiéramos hecho el amor en la ducha y después tuviéramos un día de esos que dices.

Gotzon trata de disimular una cara de fastidio mezclada con vergüenza. Vergüenza por sus palabras y fastidio por las mías. Río perversa para quitarle algo de drama al viaje y se lo aclaro.

Yo-. Jamás haría yo el amor contigo y jamás habría un día de esos después, porque yo no te amo y entonces, lo que habría pasado en la ducha, es que yo te habría follado como nunca nadie te ha follado y nadie te follará jamás y cuando yo hago eso por la mañana, no sé hacer otra cosa el resto del día que follar hasta que todo ser vivo cercano, cae rendido.

Gotzon ríe aliviado por mi forma de bromear y aprovechamos la ocasión para pedir a la azafata que pasa a nuestro lado, un par de cafés. Después, él, consigue dormirse, al sentirme a mi más relajada por ese momento cómico. Pero es solo fachada, estoy cada vez peor, cada minuto más angustiada. Pienso en Frank, pienso en Eric y cuando pienso en lo que les ha pasado, me siento culpable por haberlos metido en la boca del lobo. Yo les llevé a trabajar a NY y fui yo también la que pensó que ellos debían vivir en Newark. Y ahora Eric se debate entre la vida y la muerte por mis decisiones. Y Frank estará a punto de volverse loco de dolor por su marido.

Llegamos al hospital acompañados por Lisa Standfor, la secretaria de la fundación, que en cuanto se ha enterado de que estaba viajando a NY me ha mandado un mensaje para decirme que nos recibiría en el aeropuerto para ir con nosotros a ver a Frank. Cuando por fin llegamos a la habitación de Frank, Derek sale a cortarnos el paso a la puerta y nos indica que salgamos a hablar al pasillo. Son las doce de la noche del domingo en la costa este de USA.

Derek-. Lo han tenido que sedar hace dos horas. Ha recibido muchos golpes, pero preocupan dos especialmente. Uno en la sien derecha y otro en la cavidad ocular derecha. Aparte están las heridas por las navajadas, que según parece, no han cortado venas, arterias ni tendones. Pero como se estaba poniendo cada vez más nervioso y ha tenido varios episodios de ira, los médicos han decidido mantenerle sedado esta noche, para que las inflamaciones puedan reducirse algo, estando más tranquilo.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora