La vida es algo que hay que morder
Y en cada boca tiene un sabor
Tus huesos no los tapa mi piel
Por eso siempre digo que no,
Perdona tengo cosas que hacer
Y aún me queda media vida
Pa' encontrar la melodía
Qué te voy a decir
Si yo acabo de llegar
Si esto es como el mar
Quién conoce alguna esquina?
Déjame nacer
Que me tengo que inventar.A. Cabrales.
Lunes, ocho en punto de la mañana, hora de la costa este de EEUU. Entro por el hall del flamante y nuevo rascacielos de setenta y cuatro plantas de Manhattan, donde Baskdone USA tiene, en cuatro plantas centrales, su sede para el nuevo mundo. Salgo del ascensor en la planta cincuenta y dos. Hay una gran recepción con un mostrador en el que tres secretarias y dos secretarios trabajan sobre sus equipos informáticos. Uno de ellos se levanta al verme salir del ascensor y se dirige a mí con educación, haciéndome ver que se trata de una planta privada, de dirección, que no atiende al público. Le informo de que tengo programada una reunión con el señor Derek Starling. Aparece de una puerta otro chico, más joven que el primero, saludándome.
-. Señora Zugasti. Es todo un honor tenerla por fin en nuestras instalaciones, sus instalaciones. Soy Dam Scott.
Yo-. Ya era hora de conocernos en persona. Muy amable Dam. Y modesto, para ser el director estratégico de la delegación. Pero por favor llamadme Virginia. ¿Ha llegado Derek?.
Dam-. El señor Starling está revisando trabajos en la planta cuarenta y ocho. Me ha pedido que le avise cuando usted llegara.
Dos minutos más tarde, Derek aparece radiante en su despacho donde yo le espero, acompañada por Dam. Piensan empezar rápido la reunión, pero yo le pido a Dam que nos deje a solas a Derek y a mí, con la disculpa de que si es tan amable, que pida que me traigan un café expreso doble sin azúcar. También eso estoy cambiándolo. Mientras, me intereso por él, por Derek, por su estado de ánimo, por sus retos personales, por sus ilusiones. También por su esposa Dalila y sus hijos Phil y Maggie. Le transmito a Derek mi deseo sincero de que no se nos escape este viaje sin poder compartir una comida con ella, a pesar de que sé que no la gusta abandonar su casa. Pero está relativamente cerca, en Queens y Derek me promete que intentará convencerla de que se acerque un día a la isla. Cuando Derek empieza a preguntarme por mi estado, doy por terminada la charla informal y le pido que llame a Dam para empezar a trabajar. Él lo entiende.
Dam entra con su portátil y empezamos a repasar muy rápidamente el cierre del año pasado y los proyectos recientemente terminados. Los dos me explican la situación actual de la carga de trabajo y el estado real del total de personal bajo su responsabilidad. Yo apenas objeto nada ante sus decisiones. Más tarde Derek empieza a presentarme las previsiones a corto y medio plazo. No le dejo.
Yo-. ¿ Qué quieres Derek?.
Derek-. ¿A qué te refieres?. Quiero lo mejor para esta empresa.
Yo-. Y, ¿ Qué es “lo mejor para la empresa”?.
Derek-. Trabajar con un sentido, con un fin. Hacerlo bien, ser los mejores. Crecer según nuestra ética y nuestros valores.
Yo-. Crecemos en esos términos aquí, casi exponencialmente desde que tú y yo establecimos las bases para montar esta sede. Pero déjame que me explique. Cuando una persona no tiene nada en absoluto, lo primero que necesita, es el sustento básico para poder vivir. Lo segundo es un hogar, un sitio en el que poder hacerlo y con esas dos únicas cosas puede vivir toda una vida y ser feliz. Bastanticidad, lo llaman. Una vez conseguido esto, esa persona quiere mejorar su situación; tener acceso a medicinas, a vestuario, transporte, es decir, empieza a conseguir comodidades. Cuando una persona ya cubre las comodidades principales, empieza a desear tener acceso a cultura, viajes, hobbies, aficiones y vicios, a invertir en ella. Supongamos que esta empresa es una persona. Una que se sustenta de alimentos de primera clase, que tiene un hogar inmejorable y con todo el mundo de ocio y cultura, vicios, lujos y caprichos en sus manos. ¿A qué podría esa persona aspirar? . Yo creo que esa persona, si tiene nuestros valores, aspiraría a consolidar su estatus y favorecer que su entorno, todo su entorno, consiguiera igualar su calidad de vida. Llevamos tiempo trabajando en nuestro nombre, en conseguir que todos nuestros clientes nos valoren con la máxima puntuación. Hemos trabajado duro para que nuestros proveedores se sientan muy orgullosos de colaborar en nuestra labor. Tenemos un grueso departamento de RRHH que se esfuerza en que nuestra plantilla se considere dentro de una familia que vela por sus intereses personales. Y crecemos, sí, crecemos mucho. Ahora es hora de redoblar esfuerzos. Es hora de que todos los familiares de nuestros trabajadores se sientan orgullosos de ellos, que nuestros clientes deseen colaborar cada vez más con nosotros y nuestros proveedores crezcan a nuestro ritmo. Es hora de que las ciudades donde estamos nos conozcan y nos adopten como seña de identidad y que la competencia nos imite para parecerse a nosotros, para crecer con nosotros.
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La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti.
DiversosUna vez más, el mundo se estrella contra Virginia. Esta vez ella, le declara su particular guerra al resto de la humanidad. Esta vez se aliará, formará un ejército invisible para obtener lo que ansía. El proyecto para el que ha nacido y ha dedicado...