Valle Verde. El cebo.

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Entro en la casa y abro mi portátil. Escribo en el fichero de Liz. “ Todo preparado para hoy a las doce en Madrid. Serrano Veintidós. “. Voy al dormitorio y me recuesto vestida con la sudadera al lado de Aitor. Le beso.

Aitor -. Buenos días amor. ¿ Estás bien?.

Yo-. Estoy bien. He de ir a Madrid hoy. Volveré esta tarde. Hoy no podréis salir de la casa….  Lo siento.

Aitor-. ¿ Sabes lo que haces?.

Yo-. No estoy segura, pero si sé que debo hacerlo.

Aitor-. Entonces hazlo. Ya me lo contarás.

Aitor me besa otra vez y empieza a acariciar mi cuello, mi espalda…  yo.. Él…  hacemos el amor. Mirándonos a los ojos. Él sobre mí. Yo sobre él después. Sin gemidos, sin sudor, pero intenso. Cuando terminamos, él me vuelve a besar sin salir aún de mí. Después yo le vuelvo a besar sin querer sacarlo aún de mí. Recreándome en la sensación de ser uno, de sentir su placer y hacer que él sienta el mío. De notar como su erección se va perdiendo poco a poco dentro de mí. Como me abandona. Después nos duchamos los dos juntos.

Voy al vestidor después de aplicarme crema hidratante por todo el cuerpo y me pongo un conjunto nuevo de tanga y sostén negro, que pude comprar el mes pasado en Milán durante un viaje relámpago por trabajo. Es precioso y reconozco que me queda mejor que bien. No resultó muy caro porque estaba en oferta, pero se nota que es diseño de alta calidad, sensual y elegante a la vez. Me pongo unos tacones bastante viejos que tengo de Zara y un vestido de seda negro y blanco de Prada que compré en USA cuando era la asistente de Frank. Ante el espejo me pongo unos pendientes de aro, en oro blanco y un colgante con dos pequeñas esferas negras de Onix. Termino de maquillarme y de planchar mi pelo en el cuarto de baño, cuando Aitor entra. Me mira curiosamente. Me besa sutilmente la nuca. Me susurra…  “ Señorita Zugasti, hacer el amor por la mañana le sienta fantástico a su cara”.

Yo le miro orgullosa y le acaricio el pelo, que lleva desarreglado y aun húmedo de la ducha. Le susurro también…  “ Follar bien por la noche le sienta de maravilla a todo tu ser, señor Goikoetxea.”. Después le sugiero que se corte el pelo para el viaje de mañana. La barba de unos días le queda bien así…  también se lo digo. Salgo a la sala de estar con mi chaqueta torera en blanco marfil y el bolso a juego de GUESS. El resultado está a la altura de mi intención. Gotzon se queda pasmado un segundo cuando me ve. Paula sale de la cocina al escuchar mis tacones y la boca se le abre de par en par. Ninguno de los dos dice nada, estaría fuera de lugar, pero por su expresión sé que estoy guapa. Más que eso, sé que mi apariencia es sensual, es elegante, pero ante todo, sé que es atractiva y que llamo la atención. Vamos a los coches donde nos espera el resto del operativo. Paula conducirá el primero, en el que iremos Gotzon y yo. En el segundo irán dos trabajadores de Bukle, para traer los coches desde Loiu, con otros tres escoltas. Nada más subir al coche, que es una berlina de opel, negra con los cristales tintados, Gotzon vuelve a quejarse.

Gotzon-. Joder, este coche es una maldita diana. Es el mismo en el que pusieron la bomba que pudimos desarticular de puro milagro. Está marcado. Todo este operativo es una llamada de atención. Deberíamos ser mucho más discretos.

Yo-. Basta Gotzon. No ha habido tiempo para más. Sois siete escoltas ahora mismo. Yo me siento segura, así que mantente alerta y todo irá bien.

Al salir de Barrika en dirección hacia el aeropuerto, se escucha al menos una moto de gran cilindrada salir delante de nosotros hacia la autopista. Gotzon y Paula se revuelven nerviosos en los asientos. Transitamos a velocidad moderada y constante, en formación, sin novedades. Nos incorporamos al corredor del txoriherri y llegamos a la terminal de salidas rápidamente. Al llegar y detenernos ante la entrada, Gotzon se baja del coche y controla la gente que está cerca. Mientras otros dos escoltas se han puesto a los lados de mi puerta y esperan una señal para abrirla y dejarme salir. Por fin, Gotzon da el visto bueno y me bajo. Avanzo hacia el interior de la terminal con un hombre a cada lado y otro detrás de mí. Gotzon se ha quedado detrás observando algo, pero cuando cruzamos el umbral de la puerta, corre y se reúne con el grupo. Todos llevan traje oscuro con americana y corbata. Y camisas bastante neutras, discretas. Gotzon lleva una corbata negra italiana y la camisa de Armani blanca que yo le regalé durante nuestro viaje a Milán. Pero el grupo, no pasamos desapercibidos, la gente nos mira descarada. Quizá se den cuenta de que hay algo extraño y tratan de ver a algún famoso o político, pero en el centro del grupo y discordante por el estilo estoy yo. Por supuesto que nadie me reconoce, pero intuyo que más de uno cree hacerlo. Loiu es un aeropuerto pequeño para vuelos domésticos dentro de la UE, y la mayoría de la gente que lo transita es local. Al pasar al lado de un matrimonio algo mayor, ella le chismorrea a su marido, “ Es la chica de la peli que vimos la semana pasada”. También noto como más de uno se da prisa en sacar su teléfono y tratar de disparar una foto rápida, pero avanzamos directos hacia el control de la policía para el embarque rápido y no les da tiempo más que a fotografiar la parte trasera de las chaquetas de ellos. Una vez en el control, Gotzon se dirige a uno de los guardias Civiles y presenta las documentaciones. Este, llama a su superior que se acerca deprisa y las comprueba. Pasamos todos por el arco del detector que pita continuamente, incluso cuando paso yo. Al ver la cara del mando policial, me alegro de no tener que descalzarme. Nos acompaña hasta la puerta de embarque y habla con la azafata de la compañía, que tras registrar las tarjetas de embarque, nos indica que podemos pasar.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora