Todo está preparado.

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Durante el vuelo de vuelta le he contado a Ane todo. Y todo es, todo lo que ella debe saber. Ni una coma de más, ni un acento de menos. Por supuesto que el interrogatorio al que Ane me ha sometido, ha sido intenso y dirigido metódicamente. Durante cinco de las horas del vuelo, Ane ha sido la inspectora jefe Cesnero en lugar de mi amiga. Sólo cuando ha dado por finalizado su interrogatorio ha vuelto a ser Ane. En ese momento yo, lo reconozco, la he atacado, diciéndole que no está siendo justa con Andoni. En una breve charla, casi un monólogo mío, la he enumerado todos los detalles humanos y adorables de él y cada gesto frío y evasivo de ella hacia su pareja. Ella ha empezado hasta negando que aún sean pareja. Ha terminado pidiéndome tiempo para pensarlo, todo un avance. Las dos nos hemos quedado a gusto. Aterrizamos en Loiu. Son las cuatro de la tarde del domingo. Nos espera un coche de la empresa con un agente de Bukle para llevarnos, primero a mí y a Gotzon al hospital de Basurto y después a Ane a la comisaría de Deusto. Hemos quedado en cenar juntas y pasar la noche en mi casa. Ella ha prometido que le pedirá a Andoni que venga.

Maika está medio dormida cuando yo llego a su habitación. Yo la beso casi sin rozarla en la frente y ella se espabila un poco. Cuando me reconoce, no puede sofocar el llanto. Maika empieza a llorar desconsolada pidiéndome perdón, como si me hubiera hecho un daño irreparable a mí. En realidad lo que ha pasado sí que me ha hecho un profundo daño. Me ha creado un dolor insoportable, pero yo no culpo a Maika. Yo sabía que ella no estaba bien y no he podido atenderla como habría sido necesario. Cuando consigue calmarse, es capaz de explicarme lo que pasó.

Maika salió de trabajar el viernes y como se encontraba anímicamente mal, decidió dar una vuelta, ir de escaparates, tomar algo…  airearse. Entre una cosa y otra, tomó varias copas de vino mientras la noche ganaba al atardecer y los bares cambiaban de música y de clientela. En un determinado punto, el alcohol mezclado con la medicación la llevó a un estado de euforia farmacológica, que la hacía sentirse mejor, demasiado bien. Entabló conversación con unos chicos que la animaron a usar otro tipo de químicas. Después de varias copas de ron y algunas rayas de cocaína, Maika tuvo sexo con al menos tres de esos chicos en un portal. Cuando la dejaron allí y ella pudo reponerse, volvió a casa. Maika se encontraba tan mal, tan angustiada y deprimida que dobló la dosis recetada de lorazepam. Pero en realidad no sabe cuántos comprimidos se tomó. Maika no le ha contado esto a nadie hasta que he llegado yo. Cuando, al de un par de horas ella se queda dormida, voy a hablar con el médico de guardia y se lo cuento para que tome las medidas oportunas. Después…  después mi corazón me duele. Si tuviera delante a los canallas que se aprovecharon así de ella y después la dejaron tirada en un portal, sé que los mataría. Lloro. Grito. Golpeo con puños y patadas una puerta. Me desahogo. Voy a su lado y me duermo con la cabeza recostada al lado de la suya, acariciando sus manos.

Entra Ane en la habitación, acompañada por Andoni despertándome y yo no sé qué hora es. Inmediatamente les pido perdón por haber perdido la noción del tiempo, por haber fallado a la cena. Ane me tranquiliza diciéndome que son aún las ocho de la tarde. Maika también se despierta un poco y somos capaces de hacerla comer el primer plato al menos de su cena, pollo cocido con sopa blanca, que según pone en la hoja que acompaña la comida es pollo asado con salsa carbonara. La dejamos dormida en unos minutos y nos vamos para la casa.

Como no va a haber nada en la nevera, paramos de camino a cenar en un restaurante mexicano justo antes de llegar. Gotzon está agotado, profundamente cansado. Yo parecido. Ane no está mucho mejor. Comemos solo un plato cada uno, yo un burrito con una salsa especial, algo picante, pero deliciosa, y pedimos la cuenta. Vamos a la casa y no hay discusiones ni charlas. Le pido, le ordeno a Gotzon que se quede a dormir para no tener que conducir sólo, en su estado y él acepta sin más. Nos vamos a la cama todos, mañana será otro día.

Yo me despierto a las siete de la mañana y voy a desayunar a la cocina con una sudadera azul de Aitor y el tanga con el que me quedé dormida. Al pasar por la habitación gris, escucho el chorro de la ducha, indicio de que Gotzon está despierto. Preparo café y zumo para los dos. Me preparo una tostada con mantequilla y mermelada de arándanos y empiezo a consultar los correos mientras desayuno. El impacto de la exposición de la fundación ha traspasado fronteras, pero lo que más ha dado que hablar es la aparición de Víctor Cruz. Le escribo unas líneas de agradecimiento en la aplicación y llamo a Aitor. Él acaba de llegar al hotel después de comer con todos en un restaurante chino, cerca del hotel. Dentro de unas horas cojera el vuelo de vuelta. Gotzon saluda entonces y poco después lo hacen Ane y Andoni. Todos aparentamos estar más descansados que ayer, aunque ninguno tiene buena cara. Quedamos en marchar todos juntos. Gotzon nos llevará, primero a mí a la oficina de Baskdone y después a Ane y Andoni a la comisaría. Al terminar se marchará a su casa a disfrutar de un día libre. Mañana tenemos trabajo.

Hoy es un día importante, más, mucho más que un lunes cualquiera. Soy la única representante de la dirección de la compañía en la oficina. La recepción está desierta porque Maria e Itziar están en NY. También están allí Susana y Maite. El resto de directivos, sabiendo que esto iba a pasar han aprovechado y llegarán tarde a trabajar o directamente no vendrán en todo el día. En toda la planta de dirección sólo estamos Xavier y yo. Ocho y cuarto de la mañana. Xavier empieza a trabajar. Yo empiezo a hacer las llamadas habituales de los lunes. Tres horas después, nada es igual que antes. Tres frentes lo han cambiado absolutamente todo.

El primero ha sido el frente policial. Ane y Andoni han cogido un avión a Galicia para mantener una entrevista con José Montes Nariño. El día en que el juez Garzón apareció en Galicia con trescientos cincuenta agentes desde la capital, alguien aviso a Puente de la existencia de ese alijo. Puente fue a buscar a Montes hasta Sanxenxo y alquilaron una furgoneta con la que se desplazaron hasta Cabeza de Boi. Allí estaba Martín Sousa Pereira custodiando la cocaína. Entre los tres la subieron a la furgoneta y después de eso salieron de la aldea en un coche que tenía Sousa allí. Unos kilómetros después dejaron a Montes en mitad de la nada para que volviera a Sansenxo. Puente volvió dos días más tarde a buscarlo para que le acompañara a denunciar la sustracción del alijo.

El segundo frente abierto que ha dado resultado es el trabajo de Xavier. Ha registrado todos los equipos de la planta de dirección. En uno de los ordenadores ha aparecido una carpeta encriptada discordante con la seguridad informática de la compañía. En esa carpeta había una copia de mi agenda, de todos mis movimientos de el último año.

El último frente abierto está en Madrid. Puente ha ido a reunirse con Miguel Martínez a la sede de ValleVerde. En la charla que han mantenido, puente ha amenazado a Miguel, que finalmente ha aceptado un trato con él. Puente le ha llevado ocho millones de euros en metálico, dejando claro que esa cantidad es el doble de la que yo había aportado para hacerme con su empresa y que en este caso, él solo pedía la mitad de las acciones. Lo único que debía hacer Miguel para llevarse el contrato es traicionarme.

Yo automáticamente he escrito detalladamente estos avances en un archivo de texto del escritorio de mi portátil. Acto seguido una línea anterior se ha repetido como si fuera automático.

Liz *. Lo tengo todo. Mañana termina todo. Tú haz tu trabajo y yo haré el mío.

Xavier viene a mi despacho y dedicamos lo que queda de mañana a charlar de la vida, de las injusticias y de las personas malas. No es la primera vez que por desgracia nos damos de frente contra un muro al descubrir una manzana podrida en el seno de nuestra empresa. Algunas cosas nunca cambian. Después voy a ver a Maika y con ella paso toda la tarde.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora