¹'Wᴇʟᴄᴏᴍᴇ ᴛᴏ Cᴏʟᴏʀᴀᴅᴏ, Jᴀᴄᴋɪᴇ'

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Laray Smith soltó un suspiro, arreglando su cabellera rubia frente al espejo. Faltaban diez minutos para que su horario terminara a lo que se dispuso a cambiarse.

Se puso sus típicos pantalones anchos color negro que le ajustaba la parte de la cadera y un top rojo un poco suelto. Se miró al espejo mientras daba vueltas ya que le gustaba como se veía.

En el horario para bañarse, ella iba primero ya que al ser mujer todos consideraban que tardaba más y entonces la pusieron en primer lugar.

— Que bonita. — Dijo en un halago hacia si misma.

— Lay.

Al escuchar la voz del otro lado de la puerta supo que su horario había terminado así que con rapidez recogió toda su ropa y abrió la puerta, encontrándose al menor de los García.

— Tardaste cinco minutos más de lo habitual. — Dijo el morena mientras miraba a la rubia.

— ¿En serio? Dios, perdón es que no encontraba mi cepillo de dientes.

El chico suspiró y asintió. — Agradece que era yo y no Isaac.

La mayor achicó sus ojos en su dirección por la mención del mayor de los Garcia, ocasionando que Lee ría mientras negaba con la cabeza.

— Te voy a hacer el favor de cubrirte con él, pero no te acostumbres.

La ojiceleste borró rápido su entrecejo y sonrió. — Gracias, Leecito.

Ahora fue el turno del menor de entre cerrar sus ojos en dirección a la chica por ese apodo. La de ojos celestes soltó una risa mientras se alejaba del moreno.

Entró a su cuarto, el mismo que compartía con Parker y suspiró mirando todo el desorden que había en la habitación. Tenía que buscar con rapidez sus borcegos. Ya con las medias rosas con pingüinitos en sus pies, agachó su cuerpo para ver debajo de las dos camas que habían en la habitación.

Dentro de unas horas acompañaría a Katherine y George a buscar a la nueva chica que se mudaría con ellos, así que faltaría a la escuela con justificación.

— ¿Donde están? — Preguntó a la nada, como si los borcegos de dónde sea que estén pudieran responderle.— Dios, siempre me pasa lo mismo.

Si ya la habitación era un desorden, con todo el movimiento que hizo ahora parecía que le había pasado un terremoto. La chica hizo un puchero al no encontrarlos, tirada en el suelo. Sabía que en menos de diez minutos la iban a llamar para desayunar.

Laray suspiró mientras se decidía a ponerse sus zapatillas converse, las cuáles no estaban sucias pero no eran del todo cómodas para ella. El puchero de sus labios nadie se lo iba a quitar, sin sus borcegos sentía que no era ella.

¿Y que pasa cuando la chica no encontraba alguna de sus cosas? Se ponía de mal humor y tenía ganas de tirar a todo ser por la ventana.

— ¡Ya está el desayuno! — Y ahí está la voz de George.

Hace cuatro años que la chica había empezado a vivir con la familia Walter a causa de la muerte de sus abuelos ella quedó sola hasta que los Walter tomaron su custodia.

Se puso de pie al terminar de atarse los cordones, y salió de su habitación luego de agarrar su celular. La planta de arriba estaba vacía por lo que supuso que los chicos ya habían bajado.

— Lay, ¿Todo bien? — Danny, que iba saliendo de su habitación, frunció el ceño al verla con ese puchero en sus labios.

— No encontré mis borcegos y estás cosas me incomodan. — Dijo, refiriéndose a sus zapatillas.

𝐌𝐘 𝐋𝐀𝐃𝐘 | Isaac García Donde viven las historias. Descúbrelo ahora