Brooklyn
—¿De verdad crees que ha sido buena idea meter a Asher en el festival? —Le pregunto a Makeila mientras aparco delante de mi casa—. ¿No tendrías que haberlo consultado primero con la concejala?
Ya es medianoche.
Con la tontería de que Oliver Wolf sea nuestro invitado en el festival, me he tenido que pasar el día con Makeila para preparar el puestecito en el que estará. La concejala quería que lo montáramos nosotras personalmente, así que no me ha quedado más remedio que tragarme a la rubia toda la tarde.
Estoy segura de que ambas hemos tenido más que suficiente de la otra por un día.
—La concejala estará de acuerdo —suelta sin más—. Tengo poder para tomar este tipo de decisiones, si nos benefician. Después de todo soy su nueva segunda al mando, por si se te ha olvidado.
No se me ha olvidado.
Imposible que se me olvide cuando no pierde la oportunidad de recordármelo.
En el fondo sé que lo hace para reafirmar que yo ya no lo soy y que ahora hay algo más en lo que ella está por encima de mí.
—Ya lo sé, pero hay cosas que quizás deberías saber antes de...
Makeila pega un grito repentino y me pone en alerta. Cuando sigo su mirada, no puedo evitar tener la misma reacción.
Hay una figura parada delante de mi coche, pero los faros no nos dejan visualizar quién es. Lo único que sé es que da un miedo terrible.
Apago el coche y casi saco la bilis por la boca cuando veo a Lewis. Está quieto, con una libreta en la mano y mirándonos como si no supiera dónde mierda está parado.
Dios.
Me llevo las manos al pecho.
Casi me da un infarto.
—Joder, ¿quién es ese personaje? —Makeila todavía está visiblemente alterada.
—Tranquila, es uno de los agentes de mi padre.
—¿Tranquila? —Makeila me señala en dirección a Lewis como si quisiera asegurarse de que lo he visto bien. La verdad es que entiendo su reacción: su imagen de chico delgaducho, con el pelo color zanahoria y unas visibles ojeras debajo de sus ojos marrones, da miedo—. ¿Qué mierda hace ahí de pie?
—No tengo ni idea —murmuro más para mí misma que para ella.
Quito la llave del contacto y salgo del coche. Makeila se toma un par de segundos más, como si quisiera comprobar si el pelirrojo me ataca antes de exponerse. Al final sale también.
—Me has dado un susto de muerte, Lewis. ¿Se puede saber qué haces en la calle a esta hora?
—Perdona —Se rasca la cabeza, avergonzado—. Estaba tan concentrado trabajando en unas cosas, que no miraba por donde iba.
Niego con la cabeza.
—Podría haberte dado con el coche sin querer.
—O peor, podrías habernos matado del susto —le increpa Makeila por el otro lado. No me pasa desapercibido como lo recorre de arriba abajo con una mueca de asco—. Debería ser ilegal salir a la calle con esos pantalones.
Lewis echa un vistazo rápido a sus pantalones beige, pero la expresión de su rostro me dice que no entiende la pulla de Makeila.
—Perdonad, en serio. Es que ahí dentro no puedo concentrarme.
Giro la cabeza hacia mi casa.
—¿Qué pasa ahí dentro?
Por fuera no parece que ocurra nada.
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A un roce de lo prohibido © #PGP2024
RomanceLimitada por la ley. Así es exactamente como siempre se ha sentido Brooklyn Davis. Con su padre siendo uno de los agentes más importantes del FBI desde que puede recordar, Brooklyn ha crecido rodeada de normas. No pueden verla saltarse un semáforo...