Capítulo 5

7.2K 448 78
                                    

Brooklyn 

No me gusta el silencio.

Me pone nerviosa.

Y más si es de esos silencios que están cargados de tensión e incertidumbre, de esos con los que escuchas hasta el propio sonido alterado de tu corazón.

El tipo de silencio que mantenemos Dylan y yo ahora, en el coche, camino a casa de la señora Miller.

Llevo un rato intentando decir algo, pero cada vez que me giro a mirar a Dylan, soy incapaz de abrir la boca.

Ahora mismo tiene el rostro cubierto por una expresión tan sombría, que me entran escalofríos de solo pensar en sus ojos grises puestos sobre mí.

Prefiero observarlo sin decir nada, con la calma que tendría un ángel observando al diablo. Lo único que hago es rezar para que no se dé cuenta, pero sigo con la mirada fija en él.

No puedo evitarlo.

Dylan da la sensación de ser el tipo de hombre que te invita a cruzarte en su camino, solo para hacer que te arrepientas.

Da la sensación de ser una puta señal de advertencia.

Se nota incluso en como conduce; rápido e imprudente. Y ni siquiera creo que lo haga aposta, simplemente no hay una sola parte de él que no grite peligro.

Es perturbador.

Sobre todo porque se mantiene tranquilo incluso si las calles se difuminan a nuestro alrededor. Es como si no pudiera importarle menos si causa un accidente o no.

Está tirado sobre el asiento, con una mano apoyada sobre el volante y otra sobre la caja de cambios. Se ha cambiado antes de irnos, ahora va vestido con el uniforme oficial de su departamento, pero aún así parece un puto modelo de catálogo en vez de un poli: con tejanos negros, una camiseta azul marino que se ajusta demasiado bien a la musculatura de su brazo y un chaleco del mismo color en el que pone FBI.

No se esfuerza.

Le sale natural verse bien.

Me da hasta rabia.

Se muerde el labio inferior en un gesto de concentración y tengo que apartar los ojos un según para mantener mis hormonas bajo control.

—¿Vas a soltar de una vez lo que quieres decirme? —La voz ronca de Dylan me pilla por sorpresa.

Vuelvo a girar la cabeza en su dirección. No me está mirando, pero solo puede estarme hablando a mí.

—¿Perdón?

—Lo que sea que vayas a decirme, suéltalo de una vez —repite y esta vez noto la irritación que esconde tras sus palabras.

—No iba a decirte nada.

Noto un calor repentino escalar desde mi cuello hasta mi cara. Seguramente ahora deba estar poniéndome roja.

Se ha dado cuenta.

—Me importa una mierda si quieres decírmelo o no, pero no vuelvas a girar la cabeza en mi dirección sin una razón —ladra y yo no puedo evitar encogerme en el asiento—. Tus miraditas de acosadora me están poniendo de los putos nervios.

Joder.

Este chico es un gilipollas de mucho cuidado. De repente se ha puesto de un humor de mierda solo porque lo he mirado. ¿Qué clase de problema mental tiene?

Respiro hondo, pero el aire no llega a mis pulmones.

—No te estaba mirando —Imbécil, quiero añadir, pero me lo reservo.

A un roce de lo prohibido © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora