Capítulo 26

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Brooklyn

Creo que nunca había pasado tanto tiempo con Makeila sin que mi instinto asesino aflorara.

Llevamos unas dos horas en el salón de mi casa, realizando los últimos preparativos para el festival y no ha habido ni una sola mirada de asco por su parte. Ningún comentario ofensivo o ataque gratuito. Nada.

Está sentada a mi lado en el sofá, pintando unas figuritas de pato para el puesto de los disparos y de su boca solo han salido frases decentes como:

—¿Me acercas la pintura azul?

Cojo la tapita en la que hemos echado un poco de esa pintura y se la sujeto cerca mientras ella moja el pincel. Cuando acaba la vuelvo a dejar en su sitio.

—Gracias —dice y extiende sus labios en una sonrisa ligera que me pone los pelos de punta.

—De nada...

Está rarísima.

Es como si su habitual nivel de odio hacia mí se hubiera reducido a cero y eso haya provocado que se transforme en una criatura mitológica.

Está así desde que fui a su casa ayer.

No lo entiendo.

Pero tampoco quiero entenderlo.

Prefiero lo que sea que sea esto, a su constante necesidad de pisotearme, de demostrar que es mejor que yo.

Ahora parece más humana.

Más accesible.

Sigo tejiendo unas telas viejas que me ha pedido la concejala y disfruto de la paz y el silencio que reinan. Mañana es el primer día de festival y creo que estoy más emocionada que cuando tenía quince años y montaba botellones detrás de las carpas con los imbéciles con los que me juntaba.

Blue va a estar ahí, se supone que papá llega mañana por la noche y también estarán Tabatha, Elliot, Mateo, Emma, Tommy... y Dylan.

Nunca pensé que podría estar emocionada por enseñarle a Dylan parte de mi mundo.

De lo que me hace feliz.

Últimamente él y yo hemos establecido una especie de tregua que me da un poco de esperanza... Esperanza de que tal vez lo nuestro no es tan imposible como yo me creía.

Que no es que haya un «lo nuestro», pero... no sé, es esperanzador y frustrante a la vez.

Encima estoy segura de que Blue lo vio besarme en el patio hace un par de horas.

Me beso, él a mí y porque sí, es que...

¡Ahhhh!

Ya lidearé con Blue más tarde, lo importante es que Dylan se está abriendo conmigo. Poco a poco, pero se está abriendo.

Algo bueno entre tanta desgracia.

Un ruido sordo hace que mi sistema nervioso se active de golpe. Mi memoria muscular pone todas mis extremidades en tensión y de repente tengo el cerebro de vuelta a hace dos noches, cuando alguien intentó dispararme en el jardín y Dylan me protegió con su propio cuerpo.

Estoy temblando y quiero salir corriendo, y solo porque Lewis ha dejado caer unas pesas mientras pasaba por el jardín.

Nos mira a través del cristal con una sonrisa arrepentida.

—Perdonad —No lo escucho bien, pero eso es lo que creo que dice antes de recoger las pesas y continuar su camino hacia el lugar en el que cuelga el saco de boxeo.

A un roce de lo prohibido © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora