Capítulo 24

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Dylan 

Tengo la orden de registro

-Elliot

Respondo el mensaje de Elliot con un simple «vale» y le digo que me la deje en el despacho de Davis cuando vuelva del juzgado. He tenido que mandarlo a él a por ella, porque aquí no me dan ni un puto segundo de paz.

Alzo la vista de mi móvil en el instante justo en el que Brooklyn está bajando las escaleras.

Hablando del rey de roma.

Lleva otro de esos malditos vestidos veraniegos que tanto le gustan y que a mí me ponen de los putos nervios.

Es exactamente igual al que llevaba cuando ha dicho que iba a subir a cambiarse: blanco, escotado y ridículamente corto. Los componentes perfectos para hacer que cualquier imbécil pierda la cabeza.

Me tiene que estar vacilando.

Llevo veinte minutos apoyado en el marco de la puerta principal, esperando que la princesita se digne a salir de casa, pero ella parece tener de todo menos prisa.

Estoy seguro de que lo hace para tocarme los huevos.

Cuando se pone a retocarse el pelo delante del espejo de la entrada, pierdo la poca paciencia que me queda.

—¿Lo estás haciendo aposta?

—¿El qué?

Aprieto los dientes.

—Tardar una eternidad. Cuanto antes nos vayamos, antes volveremos.

Sonríe, pero no me mira.

Lo está haciendo aposta.

—Esto no va así —Ondea su melena negra para darle un volumen que no tiene—. Además, ¿no puede una chica ponerse guapa?

Gruño.

Y Brooklyn parece sentir cierta comprensión, porque al final suspira y dice:

—Está bien. Está bien. Vámonos —Coge sus llaves y su monedero de un cuenco y sale primero que yo—. Aunque sigo sin entender por qué tienes que venir conmigo.

Cierro la puerta y en dos pasos coloco mi cuerpo a centímetros de su espalda.

—Mientras sigas insistiendo en reunirte con un puto criminal, me tendrás pegado a tu culo las veinticuatro horas del día —Estiro los labios en una sonrisa falsa—. ¿No era eso lo que querías, caramelito?

Murmura algo entre dientes que no consigo entender y después acelera el paso.

Solo vamos al otro lado de la calle, a casa de Makeila, pero aún así no aparto mis ojos de ella mientras camina por delante de mí.

Estamos a plena luz del día.

No van a tocarla.

Nadie es tan imbécil.

Pero no puedo evitar querer seguir cada uno de sus putos movimientos como un perro sabueso.

Todavía no sabemos quién cojones intentó dispararle y cuantas más horas pasan, más frustrante se vuelve la incógnita. Joder. Me siento un puto inútil.

Emma y Tabatha han revisado las cámaras del barrio en busca del sospechoso; Tommy se ha puesto a interrogar a los vecinos para ver si han visto o saben algo y Elliot ya ha recogido la bala perdida para analizarla.

Pero no han habido avances.

No tenemos nada.

Movilizaría a más agentes, pero los quiero centrados en el caso y no en esto. Y más ahora que existe la posibilidad de que tenga a un puto traidor entre los míos.

A un roce de lo prohibido © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora