Capítulo 29

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Dylan

¿Dónde mierda se ha metido?

Llevo diez minutos esperándola, pero no aparece. Hasta he escogido su maldito peluche por ella.

Un conejo enorme por el que Elliot y Tommy no paran de mirarme y reírse.

Ese par de imbéciles...

A la mierda.

Dejo el peluche sobre el mostrador del puestecito y comienzo a caminar en la misma dirección por la que Brooklyn se ha ido.

Hay algo que no va bien.

Lo noto.

Pero no sabría decir qué es. Solo sé que se me ha acelerado el puto pulso y que necesito encontrarla ya.

Lo peor es que ni siquiera sé a dónde cojones ha ido con tanta prisa.

Dijo que necesitaban algo para un puesto, pero qué puesto.

La llamaría, pero no tengo su maldito número. ¿Por qué no tengo su maldito número?

Observo con atención mis alrededores mientras paso por cada uno de los puestecitos. Tal vez sea porque hay un huevo de gente, pero el ambiente está raro.

Es como si la energía alegre del festival se hubiera teñido de un gris tétrico y siniestro que le pondría los pelos de punta a Brooklyn.

Respiro hondo.

Calma, Dylan, seguro que está bien.

Seguro que simplemente se ha entretenido con alguna mierda de las suyas.

Hablando con algún pringado, como hace siempre.

Entonces, ¿por qué no me siento en calma?

Justo cuando estoy esquivando a una señora que va cargada con un carrito de bebé y dos niños que la atosigan para que les compre algodón de azúcar,  mi móvil suena en el bolsillo.

La estúpida esperanza de que sea Brooklyn hace que descuelgue sin mirar quién mierda es.

—¿Caramelito?

—¿Blake?

Nil.

Mierda.

—Señor, ¿qué pasa?

¿Por qué mierda me llama ahora? No es el momento para esto. Si pudiera le colgaría, pero sé que no puedo. 

—Blake —Vuelve a repetir y noto la angustia en su voz desde aquí—, dime que estás con mi hija.

Arrugo las cejas.

¿Cómo ha sabido que...?

—No, señor, ¿por qué?

—Joder, joder... —murmura más para sí mismo que para mí. Su evidente preocupación hace que se me activen todas las malditas alertas. ¿Qué le pasa?— ¿Sabes dónde está? No contesta el maldi... el móvil.

—No, de hecho estaba...

—Blake, escúchame bien —De repente endurece tanto el tono que me quedo paralizado—. Tienes que encontrarla, ¿me oyes? Tienes que encontrarla ahora, por el amor de Dios.

Escucho una voz a través del parlante del móvil que anuncia por un altavoz un número aleatorio y me pregunto dónde estará Nil ahora mismo.

—Estoy en el aeropuerto —responde la pregunta que no le he hecho—. No tengo mucho tiempo ahora mismo para explicarte nada, pero tienes que confiar en mí. Van a por ella, joder.

A un roce de lo prohibido © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora