Dylan
Llego a mi toalla justo a tiempo para escuchar el sonido de mi móvil. Lo cojo de la silla y descuelgo sin mirar quién es.
—¿Diga?
—Blake —La voz de Nil al otro lado de la línea manda un escalofrío por mi espalda.
—Señor... —Mierda— No me esperaba su llamada —Apoyo mi cuerpo contra la mesa donde tenemos los ordenadores para calmar mis repentinos nervios. La brisa fresca del jardín ayuda—. ¿Está todo bien?
—¿Has conseguido la orden de registro que te pedí?
No suena enfadado.
Seco como la mierda, pero eso es lo normal.
Lo que permite que mis pulmones recolecten algo de aire antes de hablar.
—Sí, justo hoy iba a pasarme por el hotel de Wolf con la agente Jack.
Se queda en silencio un par de segundos demasiado incómodos y después pregunta en voz baja:
—¿La agente Jack ya ha llegado?
—Sí, señor, anoche.
Y todavía no sé la maldita razón.
Llegó, nos pegó un susto de muerte y después se fue a dormir. Nada de por qué Nil la había mandado de vuelta a casa antes.
Tampoco espero que él me lo diga. De hecho, no espero que una mierda de él.
Cojo la toalla de la silla para secarme el sudor de la frente. Por la mañana es el momento perfecto para pegarle un par de puñetazos al saco que tenemos en el jardín y despejarme.
—Muy bien. Ya me informarás —Arrugo el ceño cuando la voz de una mujer se sobrepone por encima de lo que me dice Davis. Él la manda a callar de inmediato y después vuelve a dirigirse a mí—. ¿Está todo bien por ahí? ¿Brooklyn está bien?
Alzo la vista de mis pies cuando veo al caramelito salir de la piscina con ese maldito bikini blanco, que tengo ganas de quemar desde que lo vi por primera vez.
Ha estado metida en el agua durante por lo menos hora y media. Llegó un poco después que yo y, aunque no hemos intercambiado palabra, llevo toda la maldita mañana siendo consciente de su presencia.
Regreso mi atención al móvil cuando Brooklyn hace contacto visual conmigo.
—Por aquí va todo bien, señor —Ni siquiera sé qué mierda estoy diciendo. Tengo mis ojos fijos en Brooklyn y en como pasea la toalla por cada una de sus curvas antes de dejarla caer en la tumbona y coger su pareo—. No debe preocuparse. Su hija está en buenas manos.
Pero es mentira.
Casi le meten una puta bala en el cráneo en mis narices. Casi la matan. Así que Brooklyn no podría estar en peores manos en este momento, pero no voy a decirle a Davis que ha dejado a su hija a merced de los depredadores.
No vale la pena. Pienso cargármelos a todos. Incluso si acabo condenado al mismísimo infierno.
—Más te vale, Blake —gruñe y murmura algo que no consigo entender—. Te llamaré más tarde.
Cuelga antes de que pueda hacerlo yo.
Dejo el móvil en la mesa y vuelvo la vista a Brooklyn. Ha dejado su puesto en la tumbona y ahora se está acercando a mí a paso lento.
Ni siquiera hago el esfuerzo de fingir que no la estoy esperando. Me cruzo de brazos y no aparto mis ojos de ella mientras avanza hacia mí.
—¿Cómo va esa herida? —Su pregunta me pilla por sorpresa. Automáticamente bajo los ojos a mi torso desnudo.
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A un roce de lo prohibido © #PGP2024
RomanceLimitada por la ley. Así es exactamente como siempre se ha sentido Brooklyn Davis. Con su padre siendo uno de los agentes más importantes del FBI desde que puede recordar, Brooklyn ha crecido rodeada de normas. No pueden verla saltarse un semáforo...