Brooklyn
Cuando Dylan me ha dicho «una partida de billar clandestina» lo último que me imaginaba era acabar del otro lado de la calle.
En el lujoso sótano de Makeila Brown.
Con parte de los agentes de mi padre y un par de invitados jóvenes que antes estaban en mi casa.
Rodeada de humo, alcohol y substancias que me noquean el olfato en cuanto bajamos por la puerta que da acceso al jardín.
Es un espacio bastante amplio y sin ventanas, en el que lo que más destaca son una mesa de billar y un futbolín. También cuenta con un mini bar a un lado y un par de sofás en la pared del final.
El sueño de todo adolescente popular y básico.
Ahora entiendo por qué las fiestas de Makeila tenían la reputación de ser las mejores en el instituto. Si tienes una sala como está en el sótano y un jacuzzi arriba, supongo que no muchos pueden hacerte la competencia.
—Todavía no entiendo qué hacemos aquí —le digo a Dylan, y no aparto los ojos de dos chicos vestidos de traje que parecen estar intercambiado algo de forma muy disimulada en la barra del mini bar.
No puedo creer que Makeila haya montado esto en menos de una hora.
Seguramente ya lo tenía preparado y ha aprovechado que su madre debe estar fuera de la ciudad y que nosotros íbamos a montar una especie de fiesta en casa, para atraer el protagonismo hacia ella.
Como siempre.
—Cargarme a alguien —La voz de Dylan es cortante.
Por la forma en la que aprieta la mandíbula, es evidente que está cabreado.
Y no hace falta que me diga por qué.
Con tan solo echar un vistazo rápido, ya he visto a Emma jugando una partida de futbolín con tres invitados de mi padre y a Tabatha y Mateo en los sofás, bebiendo algo que los está haciendo reírse como dos desquiciados.
Dylan se acerca a ellos como la calma antes de la tormenta. No tiene prisa, no corre, pero lo rodea esa escalofriante aura que me dice que va a ocurrir un puto desastre.
—¿Se puede saber que coño hacéis? —escupe mientras sus ojos grises perforan a Tabatha y Mateo.
Este último hace el amago de sentarse recto en el sofá, pero va tan borracho que en cuanto lo intenta vuelve a deslizarse hacia abajo. Tabatha no puede evitar reírse ante eso.
—¿Me estáis vacilando? —El cabreo de Dylan va en aumento. No creo que ni siquiera esté atento a todas las ilegalidades que están ocurriendo a su alrededor, desde la pareja que está prácticamente follando en un rincón, hasta el pavo que está jugando con la placa del FBI de un agente drogado que tiene delante—. Me parece que mis órdenes fueron claras cuando os dije que teníamos que vigilar la puta fiesta de Davis. Eso implicaba no moverse de la casa, ¿acaso sois imbéciles?
Tabatha lo mira inexpresiva mientras le pega otro trago a su bebida. Abre la boca para decir algo, pero en lugar de palabras se le escapa un eructo.
Me llevo las manos a la boca para no reírme yo también.
Está como una cuba.
Dylan aprieta los puños con tanta fuerza que la piel que rodea sus manos se torna lila.
—¿No valoráis vuestro puto trabajo? ¿Queréis quedaros en la maldita calle? Porque eso es lo que va a pasar cuando Nil sepa que no estamos encargándonos de la seguridad de su fiesta.
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A un roce de lo prohibido © #PGP2024
Storie d'amoreLimitada por la ley. Así es exactamente como siempre se ha sentido Brooklyn Davis. Con su padre siendo uno de los agentes más importantes del FBI desde que puede recordar, Brooklyn ha crecido rodeada de normas. No pueden verla saltarse un semáforo...