Brooklyn
—Me encanta esta.
Sonrío al ver la foto que me señala Blue. Soy yo, con unos doce años, sujetando un pez enorme que mi padre había pescado por mí en el lago. Fueron las últimas vacaciones mundanas que tuvimos él, Blue y yo antes de que lo ascendieran y nos mudásemos a Beaufort.
Después de eso, todo fueron vacaciones pomposas: hoteles de lujo, safaris, cruceros y todo tipo de destinos a los que se pudiera llegar a golpe de talonario.
Ni siquiera me acordaba de que esta foto existiera.
Mi padre no guarda ningún álbum con fotos de antes de mudarnos. Cree que todo lo que merece ser recordado, comienza después de que se volviera un «hombre influyente». Las únicas fotos antiguas que conserva son las de mi madre y esas no deja que nadie las vea.
Las tiene guardadas en la caja fuerte de su oficina, junto al resto de sus tesoros.
Por suerte, Blue tiene su propio álbum de fotos antiguas y ahora estamos sentadas en el salón del ala trasera, bebiendo café y rememorando viejos tiempos.
—En cuanto papá hizo la foto, me obligo, y cito textualmente, a «dejar esa cosa asquerosa en el suelo» —recuerdo y no puedo evitar soltar una risa.
Blue me sigue.
—Era un estirado incluso cuando a penas tenía dinero —dice negando con la cabeza.
Y no le falta razón.
Cualquiera diría que mi padre nació en una cuna de oro, cuando la realidad es que, antes de su ascenso, a penas llegábamos a fin de mes.
Blue pasa a la siguiente página del álbum y yo dejo escapar un jadeo.
—¿Eso no es de cuando...?
—Shh, no lo digas en voz alta—Blue echa un vistazo alrededor para ver si hay alguien, pero estamos solas—. Te hice la foto sin que te dieras cuenta y la guarde aquí. Quería tener un recuerdo de aquellas tardes.
Saco el trozo de papel de su fundita y lo observo con detenimiento. Mi yo de catorce años está apuntando una G-20 frente a una diana en forma de persona, casi igual a la que usa Lewis para sus prácticas de disparo.
Estoy al aire libre, en un campo a las afueras de Beaufort. El único sitio en el que Blue podía enseñarme a disparar sin riesgo a que nos escuchara alguien o a que ocurriera una desgracia.
Recuerdo ese verano con mucho cariño.
Fue uno de los mejores desde que nos mudamos y pase a formar parte de la secta de niñas pijas que había en mi instituto.
Abro la boca para decir algo, pero una voz que reconozco me interrumpe. Escondo la foto tras mi espalda en cuanto veo a mi padre aparecer por el pasillo.
—Blue, ¿tienes ya lista tu bolsa? —Está ajustándose las mangas de la camisa, así que no es hasta que levanta la cabeza, que se da cuenta de que también estoy aquí— Oh, cariño, no sabía que estabas ahí. Ahora mismo iba a ir a buscarte.
No puedo evitar fijarme en que se ha puesto su mejor traje y en que lleva consigo el maletín con ruedas que solo usa para viajes urgentes o cortos.
Frunzo el entrecejo.
—¿Dónde te vas?
—A Nueva York, y Blue viene conmigo.
Giro la cabeza hacia Blue.
—¿Tú también?
—¿Qué es eso que estáis viendo? —Mi padre señala el álbum de fotos que descansa en las piernas de Blue.
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A un roce de lo prohibido © #PGP2024
RomanceLimitada por la ley. Así es exactamente como siempre se ha sentido Brooklyn Davis. Con su padre siendo uno de los agentes más importantes del FBI desde que puede recordar, Brooklyn ha crecido rodeada de normas. No pueden verla saltarse un semáforo...