Capítulo 23

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Dylan 

—No te muevas —La voz del caramelito suena más suave y baja de lo normal cuando me habla; como si creyera que puede hacerme daño solo por abrir su boquita.

Es casi demasiado adorable.

Y tengo ganas de picarla, pero no lo hago. No esta vez. Simplemente me quedo quieto mientras la observo rebuscar en el estante en busca de su botiquín.

Me ha traído al baño de su habitación y me ha hecho sentarme sobre el váter, a pesar de que le he dicho mil veces que estoy bien. Pero joder, es cabezota con cojones y tampoco tengo ganas de discutir con ella.

No puedo perder el tiempo con esa mierda ahora.

Mi cerebro no para de bombardearme con pensamientos intrusivos que me están volviendo loco. Me duele la puta cabeza y no consigo ordenar mis ideas. Joder.

Encima hace un calor de la hostia. El sudor me pega el pelo a la cara y quiero apartarlo con una mano, pero el simple movimiento hace que la herida que tengo cerca de la cadera se resienta.

Aprieto los labios para no dejar escapar una maldición y justo en ese instante Brooklyn se gira hacia mí con su botiquín en mano.

Se agacha a mi lado y lo deja un segundo en el suelo. Su mirada se queda fija en la zona manchada de sangre de mi camiseta.

—Vale, a ver —Alza la prenda con cuidado de no hacerme daño. Le están temblando un poco las manos y puedo ver la angustia reflejada en sus ojos miel—. Necesito que te sujetes el dobladillo, ¿crees que puedes hacer eso?

Ni siquiera lo pienso.

Me cojo del cuello de la camiseta para quitármela y la tiro al suelo en un solo movimiento. Está arruinada de todas formas. Sé de buena mano que es una mierda tratar de sacar manchas de sangre de la ropa.

Brooklyn traga saliva sin apartar los ojos de mí.

—Muy bien. Supongo que eso también me vale —murmura y comienza a rebuscar lo que necesita en su botiquín.

Yo no digo nada, solo la miro.

Saca un bote con agua y una toallita y después vuelve la vista a mí.

No puedo apartar mis ojos de su rostro mientras empapa la toallita de agua y me la coloca sobre la herida. Escuece un poco, pero no lo suficiente como para que me importe. Estoy muy concentrado en Brooklyn y en como se muerde el labio inferior y mueve la nariz cuando acaba de limpiarme la sangre.

Se ve tan malditamente vulnerable...

Cualquiera podría aprovecharse de ese aspecto de niñita mimada. Cualquiera querría. El brillo inocente de sus ojos es casi una provocación. Joder. Sería tan fácil hacerle daño que me hierve la puta sangre.

¿Por qué mierda tiene que verse tan accesible?

Como si pudiera leerme la mente, murmura:

—Dylan, ¿por qué crees que alguien intentaría dispararme?

Tenso la mandíbula.

Mierda.

¿Ahora qué?

No me está mirando, pero sé que está esperando una respuesta, algo que tranquilice el temblor de su cuerpo.

Podría decirle que es hija del maldito Nil Davis y que estoy seguro como la mierda de que esto es culpa de los cientos de enemigos que se ha ganado su padre por ser un cabronazo, pero sé que eso tal vez venga del odio que siento por Davis.

A un roce de lo prohibido © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora