Capítulo 29. La otra versión de la historia

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Angel

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Angel

Era apenas un niño cuando mi madre empezó a trabajar como empleada de limpieza para una de las familias más adineradas del país. El cabeza de la familia era un hombre viudo con dos hijos: Stefan, el mayor; y Arek, el del medio. En aquel entonces, ella solía llevarme con ella cuando no tenía a quién encargarme, y fue en ese lugar donde conocí a Arek.

El hombre y su hijo mayor tenían la costumbre de salir con frecuencia, dejando la casa en gran parte desierta, por lo que tendía a encontrarme con Arek por los pasillos. Él era serio y callado, apenas me dirigía la mirada. Hasta que un día, mientras miraba televisión, lo observé, y sin parecer sorprendido por ello, me habló.

—¿Por qué te quedas ahí parado? Parece que me estás vigilando —dijo con agudeza.

Di un paso al frente, intentando disimular.

—Lo siento.

—¿Te gustan los juegos mentales? —En la pantalla se visualizó un programa de una serie de actividades que consistía en poner a prueba el cerebro, mientras le daba un vago movimiento al control remoto.

Miré el programa en silencio. En la pantalla, un concursante intentaba resolver un complicado enigma.

—No soy muy listo para eso —admití.

Arek dejó que un silencio breve se estirara entre nosotros antes de preguntar, sin girarse a mirarme:

—¿Vas a la escuela?

Negué con la cabeza. Su expresión era inescrutable, pero continuó.

—¿Por qué?

—La escuela cuesta. Hay que comprar materiales y... esas cosas.

Me recorrió con la mirada, de arriba abajo, como si evaluara mi situación.

—¿Por qué eres tan formal? Seguro somos de la misma edad.

—Mi madre trabaja para tu padre, lo más apropiado es que lo sea.

Por un momento, sus labios parecieron formar una sonrisa helada, pero solo fue una sombra. Luego se levantó y caminó hasta el sofá, indicándome con un gesto que me acercara. Me senté, sintiendo la tensión entre nosotros, y noté cómo me observaba con una mezcla de curiosidad y cálculo.

—¿Cómo es vivir aquí? —preguntó Arek, rompiendo el silencio mientras miraba los elegantes muebles y las opulentas decoraciones de la sala.

—No lo sé. Mi madre y yo solo venimos a limpiar —respondí.

Arek me observó en silencio, y luego desvió la mirada, como si hubiera perdido interés repentinamente.

—Deben llevar una vida sencilla entonces —dijo sin emoción.

Asentí con la cabeza, sintiendo la incomodidad de la conversación. Arek parecía interesado, pero no sabía si era por compasión o simple curiosidad.

A través del Cristal [Cristal#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora