XII - AXEL

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Mi mirada sigue puesta en su persona durante unos segundos más hasta que despego mis labios de aquel vaso que me ofreció con agua bajo su atenta mirada.

─... ─se aclara la garganta y le da el vaso, viendo cómo se levanta y lo lleva a la cocina. Baja la mirada y se mira las manos frunciendo el ceño.

─No me he presentado adecuadamente. Mi nombre es Axel ─vuelve a sentarse frente a él.

─... ─lo mira e inspecciona cada parte visible de su cuerpo sintiendo la mirada del contrario sobre él─ O-Oli...ver... ─murmura.

─¡! ─su mirada denota sorpresa, la cual es reemplazada por una sonrisa de lado─ Un gusto, Oliver ─pronuncia lentamente su nombre como si su lengua estuviese saboreando cada letra.

Siento un pequeño escalofrío recorrer mi espina dorsal haciendo que me estremezca al oír como aquel hombre pronuncia mi nombre, es decir, ¿mi nombre ha sido siempre tan...? No, concéntrate.

─U-Un... gust-o... ─desvía la mirada, sintiendo como su cuerpo es un manojo de nervios. Nunca se había relacionado con otras personas durante más de dos minutos.

─¿Quieres un poco más de agua?

─Estoy... Bien ─se aclara nuevamente la garganta mientras sus manos juegan entre sí.

─... ─su mirada baja a las manos de Oliver y vuelve a subir su mirada al rostro de Oliver─ ¿Deseas algo?

─¿Por qué... Me trajeron aquí?... ─murmura.

─... ─observando cada uno sus movimientos, sin intenciones de responder.

─... ─alza la mirada y lo mira a los ojos, entrecerrando los suyos─ Tú... ─murmura.

─¿Mm? ─mirándolo fijamente.

─Tú... Tú eres él...

─¿De qué hablas? ─se inclina un poco más.

─... ─mirándolo a los ojos─ no, creo que... creo que me equivoqué... ─aparta la mirada.

─Mmm... ─se levanta y se sienta a su lado para después, acercar su mano mirando sus reacciones.

─... ─observando cautelosamente su mano.

─Eres solo un niño, ¿Qué hacías solo en el bosque? ─acaricia su cabello, fijándose en sus hombros tensos.

─Yo... No soy un niño ─un poco tenso.

─¿No? Entonces, ¿qué eres? ¿un adulto? ─ríe, jugando con su cabello mientras se sienta en el borde de la cama.

─No soy un niño. Tengo 17 años ─aparta su mano mientras frunce el ceño.

─¿17? ¿Tienes 17? ─sorprendido.

─Sí ─enarca una ceja al ver su reacción de sorpresa.

─No puede ser. Pareces de 12 ─lo mira de arriba abajo.

─Y tú... ─se estremece un poco debido a su mirada.

─Yo, ¿qué? ─mirándolo fijamente.

─Tú... ¡Pareces un viejo! ─contraataca a la defensiva y ofendido.

─Estás agarrando confianza ─dice, divertido─ Pero no, no soy un viejo. Tengo 24.

─¿24? Pareces de 35 ─hace una mueca.

─¿De verdad? ─alza una ceja, sonriendo con diversión.

Lo miro y asiento viendo cómo se echa a reír. Confundido, solo lo miro hasta que se limpia las lágrimas; tiene una linda risa... No, espera, no te desvíes. Está bien que no haya convivido con muchas personas como para distinguir sus edades con solo verlas, pero tampoco es para tanto.

Un Secreto En La Sangre (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora