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Los vencedores enamorados



finnick's perspective


—No estoy celoso, solo que no puedes confiar así completamente en Edward.—le dije a Thallasa, pero insistió en la teoría de que estaba celoso. Algo que no era.

—Pues si eso quieres creer, adelante.

Estuvimos un rato charlando lejos del resto del mundo, eran minutos pero me parecieron horas. Su voz—incluso aunque no estuviera cantando—era armoniosa y como una melodía para mis oídos, cada vez, me encontraba admirando la belleza natural de Thallasa y especialmente sus preciosos ojos azules. Que tan entrañables me parecían. Podría estar toda mi vida haciendo solo esto. En ese momento, me di cuenta de que no necesitaba a nadie más que a Thallasa en mi vida.

—Siento interrumpir vuestra velada.—dijo una voz, era un de los patrocinadores de estos Juegos, el Señor Houston si no me equivocaba.—Finnick, Thallasa, soy el señor Houston, pero llamadme Alexander.

—Encantada de conocerlo finalmente, Alexander.—dijo Thallasa.—Estoy agradecida de todos los regalos, ha sido muy considerado.

Con esas palabras me di cuenta que este era el patrocinador que estaba tan extrañamente obsesionado con Thallasa, habiéndole mandado tantos regalos. Y especialmente ese extremamente costoso collar de perlas, nadie le regalaba a 'nadie' algo así. Al realizar de como Alexander Houston miraba a Thallasa, "Este tío quiere algo con ella seguro" pensé.

—Había venido a invitar a Thallasa bailar conmigo la última pieza dentro de nada, es la estrella de la noche, estar escondida no sería bueno.—comentó, este me miró a mi.—¿No te importaría de verdad, Finnick?

Busqué la aprobación de Thallasa, la cual me dio y ahí respondí.

—Por supuesto que no.

—Entonces, ya nos vemos luego Finnick.

Me despedí de Thallasa también, pero yo permanecí en aquel balcón. No queriendo volver a la fiesta, cuando seguramente habría vomito en algún lado del jardín. En las fiestas del Capitolio, la gente tenía una bebida que inducía el vomito para así seguir probando toda la comida que había en el banquete de siempre.

—¿Escondiéndote Finnick? No es propio de ti.—me dijo Amanda mientras se acercaba a mí.—¿O quizás es porque Alexander Houston te ha robado a tu queridísima Thallasa de tu lado? No sabría qué decir.

—No es eso.

—Es inútil que me mientas Finnick.

—¿Y tú cómo no estás con Edward y Rose?

—Los he dejado a ellos hablando con los demás vencedores, no me caen bien.

—A ti no te cae bien nadie.

—Y eso también es cierto.—dijo bebiéndose la copa de champán de una, tirándola al jardín.—Segura que el Presidente Snow ni lo notará en su jardín los cristales.—rió, Amanda estaba borracha, el acto de tirar el vaso de cristal lo demostraba.—Y ahora hablando de verdad, ¿tú sabes que es lo que le pasará a Thallasa, no? Su belleza solo le traerá maldiciones en el Capitolio, especialmente si tiene a ese Alexander siguiéndola y cortejando la como un perrito faldero.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐑𝐄𝐀𝐓 𝐖𝐀𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora