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Draco no había cambiado mucho, quizás había crecido un par de centímetros, pero el cambio más notable era su voz, había pasado de tener una voz aguda a tener una un poco más estable, ese y otros pequeños cambios solamente significaban una cosa, el...

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Draco no había cambiado mucho, quizás había crecido un par de centímetros, pero el cambio más notable era su voz, había pasado de tener una voz aguda a tener una un poco más estable, ese y otros pequeños cambios solamente significaban una cosa, el inicio de la pre-adolescencia.
Draco ya no parecía estar interesado en perder su tiempo jugando, pasaba la mayor parte del día leyendo, y algunas otras veces volando con su escoba en su enorme patio, ese año podría audicionar para entrar al equipo de quidditch así que tenía que practicar mucho.

—Necesito una escoba nueva —pidio Draco durante el desayuno.

—¿Y crees que la mereces? Si tan solo hubieras sido el mejor de tu clase... —le respondió su padre con mala cara.

—¡Pero fuí el segundo! Esa Granger me gano...

—No puedes conformarte con ser el segundo, ¿Cómo es posible que una sangre sucia te gane a ti?

—¡Lucius! —exclamo su madre— ¡No uses ese término con Draco aquí presente!

—¿¡Ahora me vas a decir que puedo y que no puedo hacer!?

—¡Es mi hijo!

—¡También es mi hijo! ¡Y no quiero que termine siendo un traidor a la sangre!

Otra discusión, la larga mesa del comedor al parecer era el lugar favorito para que sus padres pelearán. A Draco no le gustaba comer ahí, era una mesa demasiado larga para tan sólo tres personas y si no había un silencio sofocante era porque sus padres estaban discutiendo.

—¡Me tienes harta! ¡Imperio!

Draco no se sorprendió al ver cómo de repente su padre se callaba y continuaba comiendo tranquilamente, no era la primera vez que su madre usaba ese hechizo contra él. Y tampoco tenía ni idea de que esa era una de las maldiciones imperdonables, de hecho no sabía lo que era una maldición imperdonable.

—No te preocupes, cariño. Yo convenceré a tu padre para que te compre la escoba que tú quieras —le sonrió dulcemente para luego lanzarle una última mirada asesina a su esposo.

—Gracias, ah, por cierto, ¿Podrías ayudarme a cocinar algo? —le pidió avergonzado.

—¿Cocinar algo? —pregunto su madre confundida—. ¿Y porque no le pides al elfo doméstico que lo haga? Para algo está.

—No, quiero hacerlo yo, con mis propias manos. Es para regalárselo a alguien... —la voz le tembló.

Ahora su madre parecía más interesada—¿Es para una chica? —le preguntó emocionada.

—¡No! Es para... Un amigo — parecía más una pregunta que una respuesta—. Mañana va ser su cumpleaños.

—¿Un amigo? Que yo sepa ni Crabbe ni Goyle cumpleaños años mañana.

—Es alguien más.—respondio cruzando los dedos para que no le preguntara su nombre.

—¿Cuál es su apellido? Tal vez conozca a su familia.

Mystery of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora