𝟛𝟘.

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La mañana siguiente, como de costumbre, Nico fue el primero en despertarse. Dándole la espalda, estaba Luna, completamente dormida. 

No quería levantarse y dejarla sola, pero cuando la vio decidió que quizás lo mejor era dejarla sola y descansar. 

Se levantó intentando no hacer ningún ruido y fue directo a la ducha. Se demoró un rato pensando en todo lo que había pasado durante la madrugada. Recordar el llanto de Luna lo rompió en mil pedazos, y saber que la había lastimado con sus palabras fue peor. 

Volvió a la habitación, aún pensando en sus palabras, cuando Luna comenzó a despertarse. Él estaba envuelto con una toalla de la cintura para abajo, mientras que con otra se secaba el pelo. 

Luna abrió los ojos despacio, intentando protegerse de la luz que entraba por la ventana. Le dolía la cabeza, tenía la boca seca y todavía tenía sueño. Se sentía un zombie, producto del clonazepam de la noche anterior. 

— Buenos días, mi amor —dijo Nico.

Ella se quedó sorprendida. Pensó que todavía estaba soñando o que se había equivocado. Lo miro unos segundos en silencio, en los que Nico no entendía que acababa de pasar, no entendía su cara de confusión.

— ¿Me dijiste "mi amor"? —preguntó Luna, confundida. 

— Sí, ¿está mal?

— No, para nada —dijo ella, sonriendo, acomodándose de nuevo en la cama. 

Nico se quedó esperando que le dijera de la misma manera, pero ella no dijo nada. Luna se quedó mirando hacia el techo con una sonrisa, llevando sus manos a su pecho. Él se estiró cruzando la cama, apoyándose en un codo para darle un beso, pero Luna se corrió. Al jugador le dolió un poco.

— Perdón, tengo aliento a clonazepam —le dijo Luna.

— No me importa, dame un beso.

Dudando, Luna se acercó a su rostro y dejo un besito en sus labios, rápido. Pero para Nico no era suficiente, por lo que la agarró por la nuca y le dio un beso más profundo, ella lo empujó riendo, pero él no se detuvo, dejando besos por toda su cara.

— Dale, levántate así te preparo el desayuno —dijo Nico, sonriendo.

— ¿Y si no me quiero levantar? —lo desafió Luna.

— Te voy a tener que levantar yo.

— Qué miedo —contestó Luna, haciendo un gesto con la cara.

Nico, sin dudarlo, empezó a hacerle cosquillas. Ella empezó a patalear y a darle leves golpes en los brazos, intentando detenerlo. 

— Vamos, arriba, arriba —insistió él.

— Está bien, pero la próxima vez que me hagas cosquillas no la contás.

— Qué miedo —dijo Nico, imitando las palabras de Luna.

Los dos rieron, dándose otro beso. 

Luna salió disparada a la ducha, mientras que Nico se quedó en la habitación vistiéndose. Hacía calor, por lo que optó por ponerse un short deportivo y una musculosa amarilla de Boca. Se fue a la cocina, donde preparó mates para él y café para ella. 

Había comprado un café caro para Luna, aunque él solo sabia prepararlo negro, sin azúcar. Cuando ella salió de la ducha, luego de vestirse, y sintió el aroma a café, de repente sintió hambre. No quería decirle a Nico que le habían prohibido esa bebida, por lo que le dio igual, ¿qué le haría una taza de café? 

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | Nico Figal (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora