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Luna había reservado una mesa en un importante restaurante porteño. Servían una de las mejores carnes del país, además de un vino exquisito y caro. El lugar estaba iluminado por tenues luces, con manteles blancos y velas en las mesas. Era hermoso... y caro. 

Los dos se habían arreglado perfecto para la ocasión, hacía mucho tiempo que no salían juntos y, luego de haber tenido a Sol, los dos se sentían un poco viejos. Habían perdido esa chispa que tenían, además, luego de la depresión de Luna, las cosas se habían vuelto complicadas. Pero se estaban recuperando y con esta salida se notaba.

Nico se acercó hasta donde estaba Luna para ayudarla a sentarse, lo cual ella agradeció con un breve beso en la mejilla. Seguido de eso, él se sentó y se quedaron frente a frente, mientras miraban el menú, pensando en qué comer.

Los dos estaban nerviosos, no sabían cuándo sería el momento perfecto para pedirlo.

Entonces, luego de que la cena fuera pedida, Luna miro fijamente a Nico a los ojos, decidida a hacerlo en ese momento. 

— Mi amor —empezó ella, Nico se acomodó en su asiento— Necesito decirte algo.

Nico asintió, ansioso. Estiro su mano buscando la de Luna, pero ella no se la dio. Se quedó inmutado por unos segundos, pero ignoró lo que sintió. 

— Escuchame, después me das la mano —lo retó Luna, Nico dejo escapar una sonrisa— Vos sabés que yo te amo mucho, muchísimo y... uf... no soy buena para esto, pero...

Entonces Luna rebuscó descuidadamente en su cartera, haciendo que Nico se pusiera nervioso.

— ¿Estás bien? —preguntó él, viendo que Luna seguía buscando.

Finalmente, encontró la cajita del anillo. La dejo encima de la mesa, con la atenta mirada de Nico. Él enfocaba su vista en la caja y luego en Luna, y luego de nuevo en la caja. Estaba sorprendido.

— Abrilo, es para vos —dijo ella. 

Luna tenía los ojos llorosos de la emoción, no sabía bien qué decir. Nico abrió la cajita y se encontró dentro con un anillo plateado, sencillo, que tenía talladas lunas y soles.

 Nico abrió la cajita y se encontró dentro con un anillo plateado, sencillo, que tenía talladas lunas y soles

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Nico dejó escapar una sonrisa enorme, con los ojos totalmente iluminados de amor. Se estiró hasta donde estaba Luna y le dio un beso, acariciando su mano.

— Estás loca mi amor, ¡esto es hermoso! —dijo él, avergonzado— ¿Me lo tengo que poner yo? 

Luna tomó el anillo entre sus dedos y agarró la mano de Nico, cuidadosamente poniendo el anillo en su mano izquierda, en el dedo anular. Por suerte, el tamaño era el adecuado. 

Nico se miró la mano, riendo nerviosamente. Nunca se imaginó que él recibiría un anillo. Menos uno así de hermoso. 

— Parece que tuvimos la misma idea —dijo él, buscando en los bolsillos de sus pantalones el anillo de Luna. 

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | Nico Figal (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora