𝟜𝟘. (+18)

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Los dos suspiraron de alivio cuando sus labios se rozaron. Luna llevó sus manos al pecho de él, acariciando su piel desnuda. Nico todavía rodeaba la nuca de Luna con las manos, intentando que esta no se alejara. Pero no había nada, nada, que pudiera alejarla de él.

Al principio el beso era un simple roce de labios, de a poco generando mayor profundidad. Luna se sentía tan nerviosa, como si tuviera 16 años dando su primer beso. No sabía bien qué hacer, ni cómo moverse, pero seguía a Nico.

A pesar de todo lo que estaban atravesando, Luna necesitaba sentirlo. No le importaba si solo eran unos besos, necesitaba sentir que él no sentía asco hacia ella, que todavía la amaba a pesar de abandonarlos.

Se separaron brevemente, quedando sus bocas muy cerca de la otra.

— Te amo —dijo Nico, intentando recuperar la respiración de los besos.

— Yo también te amo mi amor, te extrañé tanto —contestó Luna, con una media sonrisa.

Luna no sabía qué tan lejos podría llegar con los besos. Primero, porque no sabía si Nico querría. Segundo, porque aún no estaba cómoda con su cuerpo. Y tercero, porque tampoco sabía si estaba lista. Pero decidió intentarlo.

Besó a Nico nuevamente, introduciendo su lengua en la boca de él, que aceptó gustoso. Sus labios se movían a la par, al igual que el roce de sus lenguas. Sus respiraciones comenzaban a agitarse con cada beso profundo.

Nico tampoco sabía cuánto podía hacer, pero también decidió intentarlo. Suavemente, empujo a Luna en la cama, quedando encima de ella. Llevo una de sus manos a la cara de ella, agarrando su mejilla, y la otra a su cintura.

Luna se acomodó debajo de él, dándole espacio entre sus piernas para que pudiera ponerse mejor. Nico no llevaba nada puesto en la parte de arriba, como siempre, por lo que comenzó a acariciar su pecho, sus abdominales, intentando tener más de su piel. Llevó sus manos a la espalda de él, apretando suavemente.

Sintió la mano de Nico tocar su cintura y pensó en quitársela, estaba demasiado cerca de dónde había estado Sol, de dónde su cuerpo más había cambiado. Pero lo dejó, si no lo hacía ahora, no iba a hacerlo nunca.

Se besaron por un largo tiempo, solo besos, pero Luna necesitaba más, necesitaba probar sus límites.

— Sácame la remera —pidió ella, susurrando.

— ¿Segura? No tenemos que hacer nada más...

— Sí, por favor, me molesta —insistió Luna.

Nico se la quito con cuidado, observando el cuerpo de ella con la luz que entraba por la ventana. Luna agradeció la oscuridad, no sabía si estaba lista para que la viera. Él quería decirle que estaba hermosa, como siempre, o mejor que antes, si es que eso podía ser así, pero sintió que quizás eso la afectaría, por lo que se tragó sus palabras.

Luna llevaba puesto un corpiño, pero ella decidió quitárselo sola, quedando desnuda en la parte de arriba. Nico no sabía si podía tocar o no. Decidió que lo mejor era preguntar todo y aceptar los límites que Luna podría ponerle.

— Necesito que me toques —le pidió Luna, llevando lentamente una mano de Nico a sus pechos.

— Si mi amor, si algo te molesta me lo decís y paramos —contestó Nico, intentando llevarle seguridad.

Luna asintió y se preparó para el roce de él, al principio sintió mucha vergüenza, pánico, terror, todas las emociones juntas. Pero mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por las caricias de Nico, empezaba a sentir que todo podía volver a la normalidad, aunque sea por un rato.

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | Nico Figal (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora