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A Luna le dolía la espalda, de solo pensar que le quedaban tres meses más se cansaba. No era tan pesada, pero su postura había cambiado, jorobándose a la hora de caminar.

Estaba sola en su casa, acomodando todo para la mudanza de Nico. Habían decidido que él se mudará, ya que la casa de Luna contaba con dos habitaciones: una para ellos y otra para el bebé.

Acomodaba ropa y regalos que sus amigos iban haciéndole, cuando el timbre sonó. No esperaba a nadie, pero de cualquier forma se acercó a la mirilla de la puerta y miro hacia el otro lado.

Dudo si abrir, no había pensado en él en todo este tiempo, y le avergonzaba un poco que la viera con esta panzota. Todavía no se sentía cómoda con su nuevo cuerpo.

Sin embargo, la abrió e invito a Changuito a que pasara.

— Perdón que haya venido así, sin avisarte, yo... necesitaba verte —dijo él, mirando disimuladamente de arriba a abajo a Luna, deteniéndose en su panza.

El chico quería llorar, arrancarse el corazón del pecho ahí mismo y entregárselo, ya no servía para nada.

— Hola Exe, no pasa nada, ¿querés tomar algo? —preguntó ella, pensando en que quería esconderse debajo de una piedra.

— Agua está bien —contestó él, pidiendo permiso para sentarse en el sillón.

Luna se dirigió a la cocina, saco una botella de agua fría de la heladera y le sirvió en un vaso, visiblemente nerviosa. Volvió al living, en donde había cajas desparramadas por todos lados.

— ¿Estás son cosas de Nicolás? —preguntó Changuito, tomando un sorbo del agua.

— Sí, decidimos que se mude él.

— Qué bueno, siempre te gusto mucho esta casa.

— Sí, no sé, por mí nos hubiéramos ido a cualquier lugar, pero él pensó que por el momento lo mejor era esto —contestó Luna, sentándose a su lado, con una mano en su panza.

Los dos se quedaron en un silencio incómodo, mientras Exequiel tomaba de a sorbitos el agua. Luna sentía un dolor en la parte baja de la espalda, pensó que quizás sentarse en el piso para sacar cosas no había sido buena idea.

— Vine a verte porque... bueno... quería verte por mí mismo —empezó Changuito— Quería felicitarte.

— Gracias Exe, la verdad es que no lo esperábamos para nada, pero pasó y estamos muy felices...

— Pero vos, ¿estás feliz? Digo, porque decís "estamos".

— Sí, obvio. Todavía tengo miedo e inseguridades, pero de a poco me voy acostumbrando a esto —dijo Luna, señalando su panza.

Exequiel quería estirar su mano, acariciarla, pero sintió que quizás estaba fuera de lugar. Luna se dio cuenta de esto, por lo que se ofreció a tocarla.

— ¿De verdad puedo? —dudó Changuito.

— Sí, dale, yo sé que tenés ganas —Luna le sonreía.

Changuito se acercó un poco a ella y, con cuidado, rozó con su mano la panza de Luna. Al principio se sintió raro, era como tocar algo extraño, pero se sintió bien.

— ¿Patea? —preguntó él.

— Sí, de noche es inquieto, últimamente ando muy cansada por eso.

Él asintió, sacando su mano, nervioso. No sabía bien qué decir, había estado con embarazadas antes, pero esto era distinto. La que estaba delante de él era una persona que, a pesar del tiempo, aún amaba.

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | Nico Figal (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora