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Luna decidió volver, luego de ese fin de semana, a su casa en Buenos Aires. Su madre la recibió sorprendida al verla sonreír y estar alegre, por lo que dedujo que las cosas con Nico se habían solucionado.

Las dos se sentaron en el living de la casa de Luna, con mate de por medio, para que su hija pudiera contarle todo lo que habían arreglado. Luego de que ella terminó de hablar, su madre la miro con una expresión de cariño y preocupación.

— Hija, tenés que aprender una cosa —le dijo su madre— Si Nico vuelve a irse, no podés ponerte así. Tus sentimientos no pueden depender de si él está o no en tu vida. Hiciste las cosas muy bien cuando él se fue, por favor, si se vuelve a ir... necesito que estés bien. 

— Tranquila, él no se va a ir de nuevo. Y si lo hace, entonces veré qué hacer, pero ahora estamos bien y no quiero pensar en eso, ¿puede ser? —pidió Luna, tomando el mate que su madre le había pasado.

Laura asintió, aún con una leve preocupación. Odiaba ver a Luna mal, pero sabía que ella amaba a este chico y que no podía evitarlo. Solo esperaba que él no se fuera de nuevo, porque no sabía cómo podía reaccionar su hija ante eso. 

Los días pasaron con tranquilidad, Luna había vuelto a la cafetería, feliz de poder realizar su trabajo nuevamente. Dedicó sus tiempos libres a aprender nuevas recetas, más que nada de pastelería. No es que quisiera reemplazar a la que tenían, pero le gustaba la idea de poder ser un poco más útil.

Nico, por su lado, se dedicó de lleno a entrenar y jugar. Era full temporada y debía concentrarse todo lo que podía en eso, ahora que las cosas con Luna se habían solucionado. Por suerte, los fines de semana, volvían a encontrarse y dormían juntos, lo cual a él le traía mucha paz.

Era un día de semana cuando se encontró con Cata, una de sus mejores amigas, casada con uno de sus mejores amigos. 

— ¡Nico! —exclamó ella, sonriendo y estirándose para abrazarlo— ¿Cómo estás?

 Bien, ¿y vos? ¿Fede cómo está? Hace mucho no hablamos, he estado ocupado.

— Todo bien por suerte, el sábado festejo mi cumpleaños, así que iba a invitarte en estos días, pero ahora que te encuentro mejor te lo digo en persona —dijo Cata.

— Dale, buenísimo, ¿en tu casa? 

— No, cumplo 30, Niquito, así que voy a festejar a todo trapo en un salón —dijo ella riendo— Después te pasó la invitación online, podés ir con Luna si querés.

Continuaron hablando por un rato hasta que Cata le dijo que tenía que irse y se despidió de él. Minutos más tarde le llegaba la invitación del festejo, que sería en un salón dentro de la ciudad. Sonrió pensando en llevar a Luna al lugar, por fin harían algo juntos. 

Cuando se lo comento en su casa, ella no parecía muy de acuerdo en ir. 

— Dale, vamos, ¿qué vas a hacer ese finde? ¿Encerrarte a tomar café? No seas aburrida —le pidió Nico, agarrándola por la cintura.

— No sé, me da vergüenza, ¿por qué me invitarían a mí?

— Porque sos mi amiga y ahora que volvimos a juntarnos quieren que vayamos los dos, dale, porfa —dijo Nico, poniendo cara de perrito mojado. 

Luna rodeó a Nico por el cuello, intentando no pensar demasiado en que la había llamado «amiga» y no «algo más». Le dio un beso en los labios y termino aceptando, pensando en qué carajos se pondría.

— No importa que te pongas, vas a estar hermosa —le dijo él, devolviéndole el beso. 

El día del cumpleaños, Luna se arregló semi formal. Optó por usar un vestido negro por encima de las rodillas y, como odiaba usar zapatos, uso unos borcegos del mismo color. Según ella, parecía emo. Sin embargo, Nico la encontró hermosa.

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | Nico Figal (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora