8. Escondidos

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Jamás había dormido tan mal. Hay parte de su cuerpo que duelen y él no sabía que podían hacerlo. Seonghwa se levanta y se da cuenta de que estuvo con la cabeza recostada en el ala derecha de Yeosang. Explica porque su cuello es lo único que no duele. Así como su cabeza. Como mucho, tiene un par de pequeñas plumas pegadas a sus mejillas y casi pasando por su lengua.

¿Cómo se las tragó? No quiere ni saberlo.

Es nostálgico en el peor sentido estar así. No es una cosa rara dormir los tres juntos y usar las alas de Yeosang como almohada. Se ha hecho así desde que le salieron las plumas y es más esponjoso que cualquier almohada que pudiera hacerse con lana o plumas de otras aves. A la izquierda, San duerme pesado y adolorido. Su mano presionada en la herida en el abdomen.

Seonghwa se levanta, se estira y se camufla para salir de la cueva. Por lo que parece, no hay nadie cerca. No percibe ninguna amenaza y su mejor tiro de suerte, es que hay un conejo saltando muy lejos de donde está. Decide perseguirlo silenciosamente hasta poder saltarle encima y atraparlo.

Una vez con el animal en la mano, mira alrededor. No tiene cuchillo ¿Cómo se supone que lo corte? Que le quite la piel, que lo despelleje. Deja caer la cabeza y sostiene mejor al animal. No tiene remedio. Tendrá que buscar algún nido o alguna cosa que pueda funcionar para comer y no sea venenoso.

San podrá dar fe de si es o no venenoso. Si es que despierta pronto.

. . .

—Estas sí, estas también, estas no, creo que estas son venenosas, pero tan suaves que no va a importar.

Seonghwa exhala aliviado. Se encontró una entera sección de bosque llena de arbustos repletos de bayas. Traerlas hasta aquí fue complicado, más no imposible. Puede decir que tienen algo que comer o al menos les ensucie los dientes y les dé qué pensar durante un tiempo. El que necesiten para pensar en un mejor plan a solo estar en esta cueva.

Yeosang durmió bastante bien en términos corporales, pero se sigue sintiendo cansado de la cabeza. Las alas no las puede mover demasiado y tampoco lo haría, San sigue recostado de ahí para aliviarse el malestar un rato. Entre las cosas que Seonghwa encontró, también hay algunas plantas medicinales que considera, pueden servir.

Decidió traer el conejo también. Yeosang juega con él.

— ¿A dónde iremos?

— ¿Qué a dónde? —Repite Seonghwa—. San, no te puedes mover y Yeosang no podrá volar. Nos quedamos aquí hasta que alguno de los dos se mejore y empezamos a caminar hacia el oeste—Se rasca la cabeza y mira las mangas de que ropa—. Debería bastar con un par de días para recuperarnos—rompe la manga y le unta la pasta de plantas que hizo—. También creo que es el límite antes de ubiquen este lugar.

—No podemos quedarnos tanto tiempo—discute San preocupado—. Podría localizarnos. Se supone que no podían en Namudwie y lo hicieron ¿Qué impide que nos encuentren aquí?

—Nos van a matar si nos encuentran. —murmura Yeosang.

—Si eso quisieran, nos habrían matado apenas estuvimos ahí—Contradice Seonghwa—. Escuchen, los dos: sé que están asustados y creen que seguir moviéndonos es la mejor opción, porque lo es—Concede—, pero debemos reconocer nuestros límites actuales. Es mejor esperar y estar listos, que dejar un camino de sangre mientras andamos; también recuperar toda la fuerza posible para llevarnos en el aire—San odia que Seonghwa tenga razón en este momento. Que tenga la paciencia de explicarlo—. Por ahora vamos a esperar lo suficiente y luego nos iremos ¿Está bien?

—Sí. —responden a la vez y Seonghwa asiente con una pequeña sonrisa.

Sale de nuevo a buscar con qué hacer una fogata y con qué cubrir la entrada de la cueva. Es una fortuna que los tres sepan tejer de forma básica. Mientras Seonghwa se dedica con el fuego, Yeosang y San hacen una cortina con plantas y así evitar que sea tan obvia la cueva en cuestión.

— ¿Ustedes vieron a quien nos ayudó? Es un beastman también —Yeosang extiende sus manos hacia el fuego. La noche es mucho más fría hoy—. Aunque no tenía nada que fuese de beastman.

— ¿Él nos quería ayudar? Vi que nos hizo ceñas, pero no mucho más. —dice San con el conejo entre sus piernas. El animal está profundamente dormido.

—Sí. Se llama Jungkook. Me dijo que me quedara escondido.

—Y no le hiciste caso—señala Seonghwa en un suspiro decepcionado—. Sea quien sea debe ser el que hizo la explosión... ¿Por qué lo haría? —Se cuestiona en voz baja—. ¿Que vendría de bueno en ayudarnos?

—Tal vez solo quiere ayudar. —dice Yeosang. No cree que haya más razones detrás de un acto bien intencionado.

Por encima de todo, a uno que es tan complejo y podría acabar mal. Las ganancias en ayudar son nulas si lo pone en contraste con el riesgo. Seonghwa cree todo lo contrario. Si estás personas llegaron aquí es porque quieren algo y quizá el hombre sea un doble agente.

—Mi papá... me contó cosas del mundo exterior —Empieza a contar. Los ojos cansados y temerosos de Yeosang fijos en el mayor—. Diciendo que había gente muy mala. Muy, muy mala.

— ¿En qué sentido?

—En que Jonghwaje trata de matar a los beastman y otras cosas distintas. Los esconden... y los usan—Inicialmente no suena mal. Yeosang no comprende que tiene eso de malo—: los hacen reproducirse para venderlos. Sus alas, sus pieles, sus órganos... Lo que necesite el mercado en ese momento.

Yeosang se esconde en sus alas. Eso suena horrible ¿Por qué la gente de allá tan lejos es Tan mala? San se frota la cara con las manos y mira fijamente el fuego.

Por un lado, son bestias y por el otro, son mercancía. El único lugar en el que eran humanos, ya no existe y le produce escalofríos el rumbo que la vida les impone sin ninguna otra elección. Seonghwa se muerde los labios. Quizá no era estrictamente necesario decirlo, pero al mismo tiempo, considera que sí seguirán por su cuenta, Yeosang no puede fantasear con que será como en Namudwie.

Nunca más será así.

Y solo deben seguir huyendo.

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— ¿No puedes volar? ¿Nada de nada?

Yeosang niega con la cabeza, haciendo puchero con los ojos aguados y la mirada caída. Como un niño de cinco años. Es un gesto que no pensaron verle de regreso. Seonghwa francamente, espera que algo venga y lo mate de una vez.

Este estrés no sabe manejarlo.

—Creo que se asustaron. —replica Yeosang abriendo las manos y dando un quejido ansioso. No sabe cómo explicarlo.

—Sangie, eso es mental. Sí puedes volar. —Le promete San, poniéndole una mano en el hombro y Yeosang niega, incluso peor que hace unos segundos.

Sus alas no le responden. Apenas las puede mover y no caer de espaldas. Seonghwa exhala, se frota la cara con una mano y toma aire.

—Vamos a caminar y nada más. Para que se les vaya el miedo ¿Vale?

Yeosang asiente, le toma de la mano y empiezan a caminar por el bosque.

Dangerous Thing || JongSangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora