60. Nervios en el aire

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Mueve velozmente su mano, atrapando del cuello a quien estaba cerca suyo. Abre los ojos de golpe, inyectados en sangre por la irritación y su respiración agitada como si no hubiera dormido tranquilo hasta hace unos segundos. Su mirada ansiosa se dirige a quien tiene tomado del cuello.

La sala llena de camillas médicas y pacientes, observan con impresión el acto del oso que con los colmillos expuestos y las garras fuera, aprieta el cuello del avia que ulula mansamente. Jongho tarda apenas segundos en darse cuenta de quien es y en ello, soltarlo lentamente. Su mano temblorosa y ojos inquietos.

—Pe-perdón-

— Pensé que te había pasado algo muy malo allá—dice Yeosang entre moqueos y lloriqueos—. Pensé que te habían hecho daño de nuevo—Se recuesta sobre él, abrazándolo y cubriéndolo con sus alas—. No vuelvas a irte. No vuelvas a hacer eso. No quiero que te vayas de nuevo a hacerte daño. —pide entre sollozos desesperados.

Causa sorpresa en muchos de los presentes ¿Cómo es capaz de estar cerca y tan tranquilo con alguien que pudo haberlo matado? Con una amenaza tan clara. Jongho es por lejos la persona más errática que hay dentro de Halazia y con ello, Yeosang lo trata como si fuese un inofensivo conejo que cabe en su mano.

—No me voy a ir. —murmura Jongho, dejándose abrazar. No hace el más mínimo intento por apartarlo y con su respuesta, Yeosang lo aprieta más fuerte, sonriendo aun entre el llanto.

Al separarse le da un beso en los labios y le acaricia el rostro con las manos. Jongho lo admira fijamente. Su rostro bonito, los ojos cafés, los rizos saltarines que ahora penden de su cabeza; la forma en que las plumas que tiene en el cuello se erizan y le dan más volumen a la cabellera larga.

Él no es quien estaba en esa mesa de operación. Nunca lo fue. Por no atraparlo en ese momento en Namudwie, Yeosang no acabó como ese niño. El alivio que siente peor ello es inmenso, aunque no es capaz de descifrar por qué. Demasiado complicado. Demasiadas razones. Demasiado que imaginar y formular.

—Afortunadamente, no tiene nada grave—informa Yunho con cierta rapidez, pasando junto a ello y revisando las pupilas de Jongho—. Solo un par de rasguños de bala que sanaran rápido y el resentimiento en el abdomen por el disparo de la otra vez. Por lo demás, es el tercero más sano en todo esto.

Y con eso se va a atender la siguiente camilla. Yeosang no presta atención a su apuro. Cree que es porque hay demasiada gente aquí dentro. Tanta que apenas él y San se dan abasto para trabajar. Hay "enfermeros", cierto, pero ninguno capaz de diagnosticar o hacer un tratamiento específico si es muy complicado.

Como amputar miembros, cirugías por problemas internos, etc.

—Podemos ir a dormir en nuestro cuarto—dice Yeosang ladeando la cabeza—. Estarás más cómodo en tu cama que aquí.

Jongho asiente de acuerdo y se queda con esa mueca, ese intento de sonrisa que apenas parece una. Quiere ir con Yeosang y hundir la cara entre sus plumas. Necesita aspirar todo su hedor y sentir su calor hasta lo más profundo de sus huesos. El ánimo acelerado de la enfermería lo impide tener un mínimo resquicio de paz.

Yeosang lo guía andando a saltos como casi siempre. Jongho observa las alas inquietas y llenas de rizadas plumas. Tan peculiares y raras como Yeosang en sí. Recuerda el noticiero, como hablaban de que él estaba en la lista de venta ¿A dónde habría ido a parar? ¿Qué habrían hecho con él? Son posibilidades que no puede visualizar, pero en su interior sabe que no son buenas.

Le causa miedo.

Le causa dolor.

Le casa repugnancia.

Al llegar a la habitación vacía, Jongho avanza al baño. Lo habrán tratado, pero sabe que tiene mucha sangre en el pelo y otras partes del cuello. Yeosang lo persigue dentro, ayudándolo a limpiarse como siempre. Secándole el cabello con cuidado, masajeando el cuero cabelludo con cuidado y haciendo dormitar al oso ensimismado.

Dangerous Thing || JongSangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora