Al calor de las copas

1.6K 6 0
                                    

El tono de llamada de mi celular me despertó de mi adormilamiento.

“Número desconocido”

Era la una de la madrugada. ¿Quién carajo será a esta hora? Ignoré la llamada, se cortó y volvió a entrar. Atendí la llamada, no dije nada…

• Vamos Jessi, sé que eres tú. ¿Por qué no dices nada?
Era mi ex novio.

• Hola Kike, me imaginé que podía ser un secuestrador, pero mira la sorpresa que me llevé. ¿Ocurre algo? ¿Por qué me llamas a esta hora?

Kike y yo habíamos sido novios durante unos cuatro o cinco meses, la manera en qué terminamos no fue muy buena que digamos. Resumido: fui al parque y lo encontré con otra chica besándose. En la noche nos vimos y lo mandé al demonio. Pero sin duda ambos habíamos establecido una conexión mucho más allá de la que podía imaginarme. Después de terminar nuestra relación nos vimos demasiadas veces solo para “salir como amigos” y bueno, terminábamos en un cuarto de motel, en el asiento trasero de su coche, en mi cama, en su cama o escondidos en un parque oscuro. Y ahora que escucho de nuevo su voz después de mucho tiempo de dejar de vernos, no puedo evitar sentir unas mariposas en el estómago y un cosquilleo en mi intimidad.

• No te preocupes, estoy bien. – Responde y deja de hablar.
• ¿Entonces? ¿Para qué me hablas?
• Estoy afuera de tu casa, vamos a por una cerveza.
• ¿Qué? ¿Estás loco? - ¿Cómo se le ocurría?
• Está bien. Te espero aquí afuera, no tardes. – Y me cuelga.

La calidez de mi cama me obligaba a permanecer ahí, pero la curiosidad fue más fuerte que la razón. Me cambié lo más rápido que pude, mis padres dormían en el cuarto contiguo al mío. Como un sigiloso ratón salí de mi casa haciendo el menor ruido posible. Un pequeño escalofrío recorrió mi médula espinal, llegué al final de mi privada y no veía a nadie. Cuando miré al lado izquierdo me quedé helada.

Ahí se encontraba, tan guapo como siempre, con unos pantalones negros, playera gris y chaleco negro.

• ¿Por qué eres así? – Es lo primero que digo.
• ¿Así cómo?
• Así tan vale madre.
• Mmmmm… no lo sé. – Mira al cielo en busca de la respuesta. – Anda sube al carro y vamos a comprar.

Sin pensarlo dos veces subí al auto.

Nos encontrábamos en un antro, era jueves por la noche. Todo estaba tranquilo, solo habían algunas personas. Nosotros estábamos en la mesa con la cubeta de cervezas, mirando como bailaban al son de la música.

• Cuando empiece el reggaetón debes bailarme como una zorrita.
• No lo creo. - Agarró mi cerveza, la choco con la suya y empiezo a ingerirla.

Dos de la mañana.

La música y el ambiente se tornan cada vez más interesante. Mi cara está caliente, mi mente un poco mareada y mi deseo por sus labios carnosos también.

Antes de ponerme de pie me acabé la cerveza casi de un solo trago, Kike me miró con asombro y yo le guiñé un ojo. La música sucia empezaba a prender más la atmósfera, comencé a mover mis caderas de una manera sexy sin despegar mi mirada de la suya. Jugaba con mi cabello, hacía gestos un poco coquetos insinuando que viniera por mí.

• A caso… ¿Pretendes que me excite con eso?

Se posiciona detrás de mí casi gritándome para que lo escuche.

• No. – Respondo.

Pego mi trasero a su masculinidad, muevo mis caderas de un lado a otro restregando mis nalgas, casi poniéndome como el plato principal de una cena. Él hizo lo mismo conmigo, imitó mis movimientos y al poco rato ya podía sentir su erección. Entre el ambiente y las cervezas yo estaba dispuesta a todo, mi cuerpo ya no era mío sino de él.

Me voltee para encontrarme con su rostro, estaba un poco colorado y sudando. Nos miramos, mordí mis labios teniendo como resultado un beso caliente, húmedo, con el mismísimo diablo adentro.

• Aquí está tu pendeja, hazme lo que quieras. – Le digo al oído y termino la frase con un apretón de huevos.

Salimos hechos unas furias del antro, caminamos casi hasta el centro de la ciudad, llegamos a un parque, no había nadie. Los besos comenzaron y las ganas de coger al aire libre me estaban poniendo los pelos de punta.

• ¿Lo vamos a hacer aquí? – Pregunto.
• Una vez me dijiste que tu fantasía era hacerlo al aire libre. – Responde mientras me aprieta una nalga.
• El problema es que alguien nos puede ver.
• Déjate llevar.

Siguió besándome de una manera rica, me cargó para posterior hacer recargarme en un muro. Bajó con violencia mi pantalón de mezclilla.

• Mmmmm… Que coqueto se ve esto.

Hace a un lado la tanga de encaje que traía puesta. Mete sus dedos en mi boca, yo los lamo como si fuera un pene.

• No cabe duda que sigues siendo mi perrita.

Sin más mete un dedo en mí, comienza a taladrarme de una manera deliciosa. Besa mi cuello, respira en él, puedo sentir su aliento caliente.

• ¿Te gusta? – Pregunta.
• ¡Ah! Sí… - Alcanzo a decir en medio de un sinfonía de gemidos.

Dos dedos en mi interior. Brinqué por la sorpresa, sabía perfectamente como tocarme, en dónde y cómo me gustaba.

• ¿Quieres que te meta otro dedo?
• Méteme tu verga. – Respondo jadeante.

Yo hundo mi cabeza en su pecho, pero él me toma de mi cabello y me obliga a verlo.

• Dime, ¿Te enloquece esto? – Introduce un tercer dedo.
• ¡Ay! ¡Sí! No pares… - Me agarro de su chaleco.

Los dos comenzamos a gemir.

• Estás tan mojada…

Saca sus dedos de mi interior, yo suspiro mientras veo su rostro lleno de excitación y su respuesta es chuparse mis fluidos.

Me da la vuelta, golpea mis nalgas de una manera que siento como el ardor se recorre en todo mi trasero, hace a un lado mi tanga y siento su pene caliente en mi entrada.

• ¿Quieres que te lo meta? – Pregunta burlándose de mis ganas por él.
• Ya no me hagas esperar. – Me revuelvo pidiendo su trozo de carne.

Me la clava por completo, yo grito de placer. Ya tenía su pene dentro de mí, comenzó a penetrarme suave, rico, yo me humedecía cada vez más. Podía escuchar como entraba y salía de mi cuerpo. Me estaba excitando mucho

• ¡Oh sí! Kike… Anda… fóllame, fóllame como solo tú lo sabes hacer.

Le digo entre gemidos.

Sigue embistiéndome, aumenta la velocidad, mis nalgas rebotaban. Era un sonido completamente pornográfico. Tomó mi cabello con fuerza haciéndome casi pegar mi cuerpo al de él, sus gemidos los percibía en mi cuello. Estaba a millón. Unas ganas de orinar me llegaron. Sabía que mi orgasmo estaba a punto de venir.

• ¡Ah! Me vengo… - Grito. - ¡Ay! Dame más… - Entierro mis uñas en sus manos. - ¡Me vengo!

Mi cuerpo explotó sin más, Kike me penetró más fuerte, mi vagina se contraía y asfixiaba su pene. Sus bramidos se tornaron casi como los de un toro, me abrazó por completó y me dio las últimas metidas de verga.

• ¡Oh! Jessi… Mmmmm… tienes… - Gime. – Un coñito demasiado rico. – Suspira.

Ambos nos empezamos a reír, nos besamos con mucha pasión, acomodamos nuestras ropas.

Cuatro treinta de la mañana, ya tenía que volver a casa.

En el auto íbamos platicando cosas comunes y corrientes como si el episodio anterior no hubiera ocurrido. Al llegar a mi casa me despedí de Kike con un beso en sus labios. La privada estaba oscura, abrí la puerta y así como me escapé, entré.

Me preparé para dormir. Antes de cerrar los ojos un mensaje apareció en mi pantalla de inicio.

“De ti depende que nos veamos de nuevo.”

Con que le gustaba jugar… bien, yo también podía hacerlo.

Apagué mi celular y me dormí profundamente. Quizá todavía lo quiero, me encantaba su dureza, la manera en que me trataba en todos los aspectos, pero cuando se trataba del juego de los roles no me daba miedo llevarle la contraria.

TabúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora