El calor de la cerveza

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Un día antes de verme con mi novia recordé una salida que habíamos tenido, ella y yo todavía no teníamos sexo, pero sus besos me ponían la polla a mil.

- ¿Y bien qué es lo que quieres hacer? – Me pregunta tan inocente.

Yo quería llevarla a un lugar solitario, besarla y meterle mi mano, estaba tan buena, tan linda que yo moría de ganas por hacerlo con ella. Ese día solo fuimos a comer comida china. Al despedirnos yo la abracé y comencé a besarla.

- Mmmmm... - Huelo su cabello. – Adi... que rica...

Ella gime, se resiste, pero sé que lo quiere.

- Kike... no... aquí no... - Se retira de nuestro beso. – Es mejor que te vayas a tu casa. Nos vemos el jueves. – Me da un beso en la mejilla. – Te quiero.

Entra a su casa y yo quedé ahí en medio de la noche con los huevos cargados.

Decidí no mencionar el tema por mensaje.

Era jueves por la noche, yo estaba afuera de su gimnasio esperando a que saliera de su entrenamiento de Kick Boxing. Después de quince minutos ella salió, subió a mi carro y suspiró.

- ¡Estoy muerta!

- Entonces ¿quieres que te lleve a tu casa? – Pregunto.

- ¡No! No... Mmmmm... la verdad se me antoja una cerveza, ¿qué dices? ¿Vamos?

- Claro.

No quería ir a un antro ni a un bar, así que fuimos a comprar las latas de cerveza a un minisúper. No dejaba de pensar en ese beso que nos dimos la última vez así que sin pensarlo dos veces la llevé a un mirador. Este estaba muy solitario, perfecto para tener un poco de intimidad.

Nos bajamos del carro y sacamos nuestras latas de cerveza, tomamos asiento en el pasto y comenzamos a ingerir el alcohol. Platicamos, reímos, nos bromeábamos en fin. Pero yo no me quería conformar con eso.

- Kike... estoy ya un poco borracha...

- ¿Y cómo no? Si se acabó casi un six y solo me tomé una cerveza.

Se abalanzó a mí, comenzó a besarme, nunca la había sentido así. Metió sus manos bajo mi playera, acariciaba totalmente mi espalda, me besa con mucho deseo. Y claro que yo no me contengo.

Nos pusimos de pie, ella me jala a su cuerpo... mi pene está que revienta.

- Adi... quiero hacerte el amor...

Mi mano se escurre bajo su playera. Acaricio encima de su sostén sus senos... redonditos y paraditos. Que rico.

- Adi...

Jadeo. Llego a su ropa interior y ella me detiene.

- Mejor arriba de tu carro, ya tengo frío.

Nos subimos a mi auto, se sienta a mi lado. Abro sus piernas, la tomo por el cuello y con la otra vuelvo a escurrirme bajo sus leggings de ejercicio. Me dirijo a su entrada y está más que húmeda, chorrea.

Humedecí mi dedo con sus jugos, subí lentamente hasta su clítoris. Comencé a sobarlo de una manera tan delicada. Ella suspiraba, gemía.

- ¿Te gusta?¡Ah! Sí... ¡Ah!

Seguí con ese patrón dándole el mejor de los placeres a mi novia.

- Ahhh... Kike... Ahhh...

Agarró con fuerza mi muñeca, arqueó su espalda y sin más sentí como un río de jugos femeninos mojaron mi mano.

El sillón trasero de mi auto estaba completamente empapado de la eyaculación femenina.

Comencé a bajar su leggings. Se quitó sus tenis, se montó sobre mí y me dijo:

- Hazme tuya.

Sin más, saqué mi pene, hice a un lado su ropa interior y se la clavé. Ella gritó. Estaba muy apretada, sus paredes vaginales me succionaban, me estaba volviendo loco.

Adi se daba de sentones sobre mi polla. Empecé a sudar, también comencé a suspirar.

La tomé de las caderas y la ayudaba a que su cuerpo se coordinara perfecto con el mío.

- Oh Adi... pero que sabrosa estás...

Nos besamos, mordimos nuestros labios y nuestras lenguas jugueteaban.

Los vidrios del carro se empañaron. El asunto estaba muchísimo más que caliente.

Las luces de otro carro nos hicieron detenernos. Esperamos unos minutos. Otra pareja se subió al asiento trasero a hacer lo mismo que nosotros así que sin más seguimos.

- ¡Ah! Qué rico me lo haces amor. – Se agarra de mi cuello.

La tomé por la cintura, levanté un poco sus piernas y la penetré de una manera tan salvaje.

- ¡Ah! ¡AH! Kike... otra vez... ¡AH!

Ella grita más, sus uñas se entierran en mis hombros, otra oleada de jugos cae en mi pantalón. Mi excitación está al límite.

- Adi... Oh... Adi...

Me desprendo de su cuerpo y eyaculo. (Fue muy incómodo terminar en mi mano)

Ambos nos volvimos a besar, ella lamía mi sudor y yo besaba su cuello.

Juntamos nuestras frentes, suspiramos y nos reímos. Creo que ambos estábamos pensando en lo mismo.

- Al menos no terminaste en el asiento. – Ella se ríe. 

- Ya sé y más porque esa madre tarda en quitarse o no se quita.

- ¿Quieres papel? JAJAJAJA

Lo que quería era coger de nuevo su coñito caliente, viscoso, jugoso y apretadito.

Al llegar a mi casa me di cuenta de que Adi se ponía de lo más cachonda bajo el efecto del alcohol y fue en ese momento que le agradecí a la cerveza lograr calentar no solo la boca para querer tomar más sino que también calentaba las hormonas de cualquiera.

TabúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora