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  Yuder blandió su espada en la oscuridad.

  El campo de entrenamiento al aire libre de la Caballería estaba en completo silencio, todas las luces apagadas a medida que la noche se hacía más profunda. Perdido en su respiración acelerada, Yuder blandió repetidamente la espada, concentrándose únicamente en el ritmo de su respiración y sus movimientos.

  De repente, la espada resbaló de su empuñadura y patinó por el suelo, deteniendo momentáneamente el aparentemente interminable ciclo de golpes.

  Yuder miró la espada de práctica que rodaba por el suelo con el ceño fruncido, mientras su ruido metálico llenaba el aire. Luego se miró la palma de la mano, que se había convertido en un amasijo irreconocible de sangre y sudor.

  Apretando el puño con fuerza, Yuder respiró tranquilamente un par de veces y siguió adelante. Mientras se agachaba despreocupadamente para recoger su espada, un par de pies desconocidos aparecieron en su campo de visión. Fue justo entonces.

"¿Quién es... el Comandante?".

  A punto de preguntar quién era, Yuder cambió rápidamente de pregunta. La razón fue que un rostro que creía no haber visto nunca parpadeó y se transformó en uno familiar. A falta de muchos conocimientos sobre magia, Yuder supuso que se trataba de una ilusión óptica causada por la oscuridad.

  Incluso en plena noche, cuando era difícil distinguir los rostros, aquel llamativo semblante no podía pasar desapercibido. El hombre cuyo rostro Yuder, tristemente célebre por no recordar los nombres ni las caras de ninguno de sus colegas, memorizó al instante no era otro que el Duque Kishiar La Orr. Con expresión inescrutable, Kishiar habló.

"¿Has estado practicando con la espada todo este tiempo?".

"Sí. ¿Y?"

"¿No te vas a dormir? Es tarde".

  Viniendo del Comandante, que él mismo estaba deambulando a esas horas, la pregunta parecía bastante irónica. A juzgar por el aspecto de Kishiar, vestido con ropa de exterior claramente reconocible y expresión fatigada, parecía que acababa de regresar de afuera. Ver a un duque deambulando solo a esas horas sin siquiera un caballero que lo protegiera no era nada tranquilizador.

  Un joven duque al que le gustan las actividades nocturnas y al que se le da fatal planificar. Una oveja negra real que reunió una Caballería para su propia diversión.

  Yuder recordó los diversos rumores que había oído sobre el Comandante de boca de otros miembros de la Caballería y se limitó a inclinar la cabeza en respuesta, sin ofrecer explicación alguna.

"..."

"No he preguntado para curiosear. Tu mano parece herida; ¿puedo echarle un vistazo?"

  ¿Se había dado cuenta en esta oscuridad? Reacio pero respetuoso, ya que el hombre era su Comandante y Yuder no tenía nada que reclamar para sí mismo, extendió vacilante su mano menos que perfecta.

"¿Todavía te mantienes en movimiento incluso en estas condiciones? Impresionante".

  Ya fuera un cumplido o un comentario desdeñoso, Kishiar miró atentamente el rostro de Yuder y preguntó.

"¿Disfrutas con el dolor?"

  ¿Cómo podría? Yuder se tragó la réplica que casi se le escapa de los labios.

  Aquel hombre era su comandyante. Por muy paria que fuera Yuder entre los miembros, no podía permitirse replicar al Comandante.

"No, Comandante".

Retorno [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora