"Volvamos mañana".
"¿Por qué mañana?"
"No podemos quedarnos sin hacer nada hasta la subasta, ¿verdad?".
Las palabras que fluyeron de la boca de Kishiar concordaban perfectamente con lo que Yuder había estado pensando. Sabiendo bien que Kishiar no tenía la capacidad de leer la mente, Yuder vaciló momentáneamente. Kishiar se percató de ello y le dedicó una sonrisa cómplice.
"Parece que mi asistente siente más pesar que yo".
"...Lo siento".
"¿Qué hay que lamentar? En realidad te traje aquí esperando ese tipo de reacción".
"¿Me trajiste aquí esperando eso?" Yuder levantó la vista, sorprendido por estas palabras inesperadas. Una pregunta suave llegó a sus oídos, como para confirmar que no había oído mal.
"¿Por qué crees que he traído a un asistente que no se ha recuperado del todo a un lugar así?".
"Eso es porque..."
Yuder, que no había cuestionado específicamente ese hecho, se interrumpió.
"Supuse que me habías traído porque soy tu asistente".
"Eso no es del todo erróneo", dijo Kishiar, riendo en voz baja.
"Hay dos razones. Basándome en la información obtenida por el Heredero Pruelle, consideré que esta vez no habría mucho peligro. Esa es la primera razón. Y la segunda razón es que quería ayudarte a ganar experiencia en esta zona".
"..."
"Tanto Nathan como los Caballeros de Peletta han hecho este tipo de cosas con bastante frecuencia, pero es la primera vez para la Caballería. No dudo de la competencia de mi asistente, pero tú careces de este tipo de experiencia, así que pensé que sería bueno traerte".
Yuder no se había dado cuenta de que Kishiar le había traído por ese motivo.
'...No me extraña que Nathan se mostrara inusualmente reticente durante todo el viaje'.
Parecía que había adivinado desde el principio que Yuder había sido traído con ese propósito.
En su vida anterior, Kishiar se había decidido por Yuder como el próximo Comandante y le había enseñado muchas cosas, pero siempre había sido una educación unilateral, no una experiencia flexible como ésta. Aunque Yuder ya no necesitaba tal instrucción, la sensación era extrañamente fresca e inusual.
Kishiar, al notar la extraña expresión de Yuder, entrecerró los ojos y habló: "No te preocupes. Ya que hemos llegado hasta aquí, no nos iremos así como así".
En el momento en que Yuder oyó aquella voz suave pero fría, la desagradable llama de emoción que había estado ardiendo en su interior se extinguió silenciosamente. Fue una respuesta sorprendentemente firme.
Si Kishiar lo había dicho, ya no había necesidad de preocuparse. Más que nada, era la prueba de que en Yuder existía una sólida confianza.
"Ahora, busquemos la salida".
Se dispersaron un momento para encontrar la salida ascendente. Navegar a través de la oscuridad del vasto y desordenado almacén era una tarea difícil, pero las tres personas que allí se encontraban podían hacerlo con facilidad.
Yuder recorrió las interminables hileras de estanterías, dirigiéndose hacia la zona donde se guardaban las piedras mágicas. Mirara donde mirara, había piedras mágicas del tamaño de la palma de la mano, de brillantes colores y de grado superior, esparcidas como guijarros ordinarios. Una escena que habría hecho que los ojos no sólo de los magos, sino también de la gente ordinaria, brillaran de codicia, sin embargo, la mirada de Yuder era más fría que la de aquellos que habían recogido y almacenado descuidadamente las piedras mágicas allí.