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HERA.
No tenía ganas de despertarme, menos de levantarme de la cama. Pero tenía que hacerlo, quería desayunar. Todas las mañanas me despierto con hambre.
Caminé un largo tramo después de desayunar. Quería admirar la belleza de Hogwarts, se sentía como mi verdadero hogar.
Después de desayunar me dirigí a el jardín donde estaba Potter sentado al lado de un árbol.
Me acerque hacia el.
— ¿Te sucede algo, Potter? — Pregunte sentandome a su lado
— Ayer por la noche... antes que nos encontráramos, me encontre un espejo mágico — Susurro — Y me mostró cosas... —
Lo mire guardando silencio.
— En el espejo pude ver a mi madre y a mi padre junto a mí — Reveló tristemente — Mi padre tenía el cabello revuelto y moreno, mi madre por su parte era pelirroja, sus ojos eran color esmeralda y almendrados —
— Entonces... ¿Tu tienes los ojos de tu madre? — Él asintió — Son lindos —
Él sonrió levemente con sus mejillas rosadas.
— ¿Quieres acompañarme a ver el espejo esta noche conmigo? —
— Claro, me encantaría — Dije mientras miraba sus ojos color esmeralda
— Eres hermana de Draco Malfoy ¿No? —
— Si, me llamo Hera Malfoy — Me presente — Aunque la verdad no soy su hermana biológica — El me miro confundido
— ¿No eres su hermana biológica? — El me pregunto confundido
— No lo soy, él sabe que no lo soy, pero nos queremos — Dije — No conozco a mis padres biológicos —
— ¿No te da curiosidad saberlo? —
— La verdad es que no, estoy mejor así — Respondí con sinceridad
No los quiero conocer, yo quiero a Cissy y a Lucius como mis padres, y yo se que ellos me quieren como una hija.
Cambiamos de tema ya que le pregunte a Harry sobre su vida.
No me molesto escuchar a Harry quejarse por cómo lo trataban sus tíos Petunia y Vernon Dursley. Del que más se quejaba era de su primo Dudley.
Después de todo, de algo podía servir conversar con él, no íbamos a quedarnos completamente en silencio cuando estuviéramos en clase de Historia de la Magia debido a que nos sentábamos juntos en ella.
Nos tuvimos que separar ya que se acercaba la hora de la cena.
Mientras estábamos en el Gran Comedor en distintas mesas nos intercambiamos algunas miradas en las cuales siempre terminábamos con las mejillas rojas.
