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NARRADOR.
Cinco minutos más tarde pasaban aprisa por entre los troles de seguridad que estaban a la puerta de la torre de Gryffindor. Las palabras de la profesora Trelawney resonaban aún en la cabeza de Hera.
Cuando llegaron al retrato y entraron a la sala común desierta. En un rincón, sin embargo, estaban sentados Ron y Hermione.
—La profesora Trelawney me acaba de decir... —Pero se detuvo al fijarse en sus caras.
—Buckbeak ha perdido —dijo Ron con voz débil—. Hagrid acaba de enviar esto.
Hera alargó la mano y tomó la nota.
La nota de Hagrid estaba seca esta vez: no había lágrimas en ella. Pero su mano parecía haber temblado tanto al escribirla que apenas resultaba legible.
Apelación perdida. La ejecución será a la puesta del sol. No se puede hacer nada. No vengan. No quiero que lo vean.
Hagrid
Hera ahogó una exclamación, mientras sus ojos comenzaban a aguarse.
—Tenemos que ir —dijo Harry de inmediato—. ¡No puede estar allí solo, esperando al verdugo!
—Pero es a la puesta del sol —dijo Ron, mirando por la ventana con los ojos empañados—. No nos dejarán salir, y menos a ti, Harry...
Harry se tapó la cabeza con las manos, pensando.
—Si al menos tuviéramos la capa invisible...
—¿Dónde está? —dijo Hermione.
Harry le explicó que la había dejado en el pasadizo, debajo de la estatua de la bruja tuerta.
—... Si Snape me vuelve a ver por allí, me veré en un serio aprieto - concluyó.
—Eso es verdad —dijo Hermione, poniéndose en pie—. Si te ve... ¿Cómo se abre la joroba de la bruja?
—Se le dan unos golpecitos y se dice «¡Dissendio!» —explicó Harry—. Pero...
Hermione no aguardó a que terminara la frase; atravesó la sala con decisión, abrió el retrato y se perdió de vista.
Hera estaba muy conmocionada por los eventos recientes, pero aún así se sorprendió.
Hermione regresó al cuarto de hora, con la capa plateada cuidadosamente doblada y escondida bajo la túnica.
—¡Hermione, no sé qué te pasa últimamente! —dijo Ron, sorprendido—. Primero le pegas a Malfoy, luego te vas de la clase de la profesora Trelawney...