Capítulo 15: Polos opuestos

34 2 0
                                    

Ian

—Listo —sonrío con satisfacción y extiendo mi mano— ahora paga.

Damián me acribilla desde su estancia, estamos viendo un partido de fútbol y cada uno ha apostado cierta cantidad de dinero por el equipo que considera que ganaría y como siempre; Damián perdió.

Por eso me odia, pero no es mi culpa, la verdad es que solo lo elegí al azar, no me detengo a mirar cuántos puntos tienen ni nada por el estilo, solo tento a la buena suerte, que al parecer le gusta jugar a mi favor.

Tenemos una manía de que por cualquier cosa que hagamos juntos apostamos, por ejemplo; ver los partidos por la televisión, en los juegos de cartas e incluso para ver quién sacaría mejor nota en los exámenes. Ah, y… También cuando apostamos sobre Madison.

Es algo que venimos haciendo desde pequeños, supongo que desde que estábamos en el internado en Londres, somos muy competitivos y no hacemos esto porque tengamos algún tipo de envidia por el otro, simplemente es por diversión.

No somos esos tipos de amigos que tienen una amistad aburrida, sin bromas ni nada, no entiendo como dos humanos que se hacen llamar mejores amigos pueden convivir de esa forma. No se ofendan si tienen una amistad así, es solo mi opinión.

Nosotros simplemente no podemos ser de esa manera, somos más libres, cada uno a su manera y a pesar de que nos insultamos, y se podría decir que nos gusta hacernos la vida imposible, tenemos una muy buena amistad, una que ha durado desde el jardín de niños y quiero que siga así hasta que nos quedemos sin dinero para hacer apuestas, si es que eso es posible.

—Eres un desgraciado, ¿cómo es que siempre ganas en esto de los partidos? —saca la billetera de su bolsillo trasero y deja el dinero en mi mano.

Se levanta para encaminarse hacia la cocina y lo veo sacar del microondas comida, comida que seguramente ha hecho su madre.

—Tú eres más desgraciado, ¿Cómo es que trajiste comida y no me habías dicho nada? —recargo mi peso en la barra y lo miro entrecerrando los ojos.

—Porque soy un buen amigo y obviamente si comes ahora no querrás comer en la casa de tu madre, y después te matará —me señala con la cuchara—. Y seré yo quien se quedará sin alguien para derrochar el dinero y sin mejor amigo.

Se lleva un trozo de pollo a la boca, el desgraciado sabe que me está haciendo sufrir. Siempre que puedo voy a cualquiera de los restaurantes de su madre, pero acostumbro a ir donde siempre está ella, cocina mejor que sus chefs.

—Dame —deslizo el plato sobre la barra hasta tenerlo frente a mí y agarro una papa frita.

—Ladrón —me quita el plato de nuevo— no ves que tenía días sin comer algo que mi madre haya preparado.

—Eso es porque eres idiota —alcanzo un trozo de pollo—, porque pueden traerte la comida hasta aquí, para eso tienen chófer.

—Es cierto, no lo había pensado —río.

A veces parece que está en el limbo, muchas veces actúa sin pensar y otras piensa sin actuar y otras ni actúa ni piensa.

En ese aspecto somos lo contrario del otro, yo normalmente todo y cada uno de los pasos que doy lo pienso máximo dos veces para hacerlo, tengo todo planeado y calculado, y estoy seguro de que el día que no lo haga será porque de verdad algo me está enloqueciendo.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora