Capítulo 41: Más allá del resentimiento.

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Madison

Camino escaleras abajo mientras miro mis pies, es algo que se convirtió en parte de mí, ¿Algún día podré estar en algo alto sin tener miedo de que pueda morir? No lo creo.

Salgo por la puerta principal de la universidad y voy hacia la zona donde están los bancos de cemento. Normalmente, vengo cuando no tengo qué hacer y me gusta sentarme o recostarme sobre uno, pero la diferencia entre hoy y todos los días, es que quedé con Erick.

Después de aquella exhaustiva conversación con mi madre en la cafetería, no he dejado de pensar.

Ayer me escabullí hasta el dormitorio de los chicos y dormí con Ian (muy mala conducta de mi parte, lo sé), luego de contarle a las chicas necesitaba estar con él, me llena de paz cada vez que me abraza y comienza a acariciar mi cabello. Entonces, son las únicas noches en las que no tengo pesadillas.

Mientras estaba somnolienta le conté todo, incluso la especie de rencor que sentía hacia Erick, me dijo que necesitaba hablar con él si quería dejar de sentirme mal por lo que pienso acerca de que sea… Mi hermano. Así que decidí hacerle caso y esta mañana Jimena le dijo que quería verlo.

Lo busco con la mirada y, al encontrarlo, me acerco al banco donde está sentado. Tiene los rizos revueltos, como siempre, su ropa deportiva se nota muy cómoda, pero su semblante no se ve tan… Bien como suele estar la mayoría de las veces.

Me siento a su lado sin saludarle, pongo mis cosas en el lugar libre del banco y fijo mi vista hacia el frente. Dejo que pasen unos segundos en los que me dedico a pensar que puedo decirle, aunque suelto lo que me parece más sensato.

—Lo siento, por lo que dije el otro día, yo… Actúe por impulso —susurro mientras jugueteo con mis dedos.

—Yo soy quién debe disculparse. Madi, lamento mucho no haberte dicho antes, pero como te conté; tenía miedo de que te alejaras sin siquiera darnos la oportunidad de conocernos, independientemente de qué forma fuera —responde en la misma tónica que usé—. Quizás estuvo mal, pero te aseguro que nada ha sido con mala intención, yo… De verdad quería conocerte.

—¿Cómo supiste de mí? Quiero decir, ¿Cómo supiste que tenías una hermana y que era yo?

—Sé de ti desde que tenía diez años —confiesa y puedo ver por la esquina de mi ojo que se le escapa una sonrisa—. Cuando estaba pequeño vivía en Londres con mi madre, papá no vivía con nosotros, ya que viajaba mucho, y estaba más aquí en Estados Unidos, pero hablaba con él a diario y lo veía cada dos semanas, aunque siempre estaba en fechas especiales.

Así que esa era la razón por la que mi padre viajaba tanto a Londres y la misma por la que mi madre vivía reclamándole. Y también explica por qué su acento se me hace un poco diferente, es británico.

—Él y mi madre no estaban juntos en aquel tiempo, solo iba a pasar tiempo conmigo —agrega con rapidez, lo agradezco, ¿Acaso podía empeorar mis recuerdos si mi padre le era infiel a mi madre? Creo que sí—. Un día él fue a visitarme, y estaba completamente feliz porque aún faltaba una semana para que volviera y me sorprendía que lo hubiera hecho, sin embargo, ese día me dijo que se mudaría con nosotros, así que, con la emoción por las nubes, lo ayudé a desempacar.

Sin despegar mi vista del frente, lo escucho con atención mientras me cuenta cada detalle, lo que más me duele es que posiblemente ese día era el de mi cumpleaños.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora