Capítulo 42: Solo tuya.

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Madison

—Presiento que mi hermoso trasero está cuadrado y aplastado —se queja Rafael.

Hemos llegado a Nueva York hace unos minutos y estamos en el hotel, esas tres horas de camino parecieron eternas, aunque entretenidas porque desde Washington vinimos cantando.

Ian estaba harto de escuchar cómo Rafael y yo gritábamos al cantar crazy in love de Beyoncé.

El hotel donde vamos a quedarnos es The Ritz-Carlton, que está cerca del central park, es precioso en toda la extensión de la palabra y seguro que tiene una vista divina desde las habitaciones.

Según sé, los chicos han planeado todo, menos Ian, él solo se está haciendo cargo de las habitaciones. Escuché que Damián propuso ir a una fiesta hoy, y mañana que es el cumpleaños de mi novio hay otros planes, así que tendré que esperar porque no han querido contarnos qué haremos.

—Son cuatro habitaciones, hay que compartirlas —Ian avisa enseñando las tarjetas.

De inmediato veo como Damián jala a Nati hacia él y los demás hacen lo mismo con mis amigas.

—Parece que tú y yo dormiremos juntos —pasa una mano por mi espalda y me toma de la cintura.

—Vaya, qué castigo para ti —digo con sarcasmo.

—Hey ¿Por qué están lejos? —cuestiona Isa— si quiero hablar con mis amigas tengo que caminar mucho.

—Nadie quiere escuchar ruidos raros —dice Ian, le doy un manotazo y abro un poco mis ojos en advertencia—. ¿Qué? Velo por sus comodidades, deben agradecer.

—¿Dónde te compraste a este ser? —me pregunta Nati, señalándolo.

—Lo adopté, cuando lo vi en la calle; tan indefenso y vagabundo, no me resistí —acaricio el cabello del aludido y me pone mala cara.

Tomo mi bolso que está sobre la maleta que Ian toma y vamos hasta el ascensor. En el momento en que presionan los botones me doy cuenta de que sí escogió las habitaciones lejos, o al menos la nuestra que está en el piso quince, los demás están tres pisos más abajo.

—¿No escogiste una suite, verdad? —le pregunto sosteniendo su mano.

—Supuse que te quejarías porque solo somos tú y yo, así que escogí una habitación para pobres —arruga el rostro y lo miro incrédula.

—Ian, ni siquiera yo podría pagarme una noche en el sofá del lobby, como mucho pude comprarme esta cosa —le enseño mi teléfono.

—Eso es por tu culpa, me ofrecí a obsequiarte uno —me recuerda.

—No quiero que me compres todo.

—¿Ves? Tienes todo mi fortuna a tu merced y no quieres ni mirarla —me reprocha—. Algún día vas a ser mi esposa y te obligaré a gastarla.

Sonrío y le hago seña para que ponga la tarjeta. Abre la puerta para dejarme pasar primero.

Al cruzar, la habitación se despliega ante mí como un sueño de lujo. Las paredes, revestidas en tonos suaves de crema y azul, están adornadas con obras de arte contemporáneo que añaden un toque moderno al ambiente clásico. La luz suave de las lámparas de pie y de mesa envuelve el espacio en un resplandor cálido, creando una atmósfera acogedora.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora