Capitulo 24: Amor y celos.

37 2 0
                                    

Madison

Veo entrar a Ian con aquella chica de cabello cobrizo y parece que mis sesos se revuelven. Un nudo se forma en mi estúpido estómago mezclado con una sensación de acidez.

En este momento mis emociones son como una montaña rusa, que al momento de subir la desgraciada se queda estancada a mitad de camino. Y es en momentos como este en que siento que la poca racionalidad que me queda por culpa de este hombre, se va por el caño, la ventana, el inodoro, por donde sea.

La sangre corre por mi sistema con rapidez, mi pobre corazón ya no aguantaría ser destrozado por alguien más, no otra vez. Suficiente he tenido.

Mi mano duele un poco y es donde me doy cuenta de que estoy apretando el vaso con agua con más fuerza de la necesaria.

De acuerdo, debo calmarme, no debería ponerme así. Pero me parece imposible.

«Porque estás celosa».

¿Celosa?

«Sí, admítelo».

Pues sí, si estoy celosa. Celosa porque el idiota que me gusta está con otra mujer. Por eso estoy así, celosa, furiosa con él, conmigo, con todo y con todos.

Los chicos parece que ven la personificación de un ángel o algo así, porque se levantan emocionados, apenas notan a la chica, excepto Charles, parece que no la conoce y George tampoco, pero este se nota fascinado con solo verla.

Hombres.

Mis ojos y los de Ian se entrelazan por unos segundos antes de que yo desvíe la mirada, me enfoco en Nati, quien desde hace rato me está hablando sobre algo que, siendo sincera, no escuché. Si le digo me mataría.

Necesito relajarme, y aquí no lograré nada, solo siento una mirada perforarme y estoy segura de que es Ian, no lo veo, pero sé que es él.

—Ya vuelvo, iré al baño —la interrumpo y antes de que pueda decir algo más, me levanto y emprendo mi camino hacia allá.

Una chica va de salida cuando yo entro, me sonríe como si nos conociéramos de toda la vida, desprende una vibra muy bonita y cálida.

Me acerco al lavabo y mojo mis manos, las seco con una toalla de papel y me apoyo sobre el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. Soy patética, lo juro.

—¿Estás bien? —la voz de Dani me hace dar la vuelta. En sus ojos se refleja consternación. Suspiro con pesadez y asiento— No han arreglado las cosas, ¿Verdad?

Recargo mi peso en el lavabo y me cruzo de brazos, me quedo en silencio por unos segundos, debió interpretarlo como respuesta porque se acerca y me toma de los hombros.

—Mira, no arreglarán nada si no hablan —acaricia mi mejilla—. Amiga, esto te está afectando, has estado más apagada últimamente.

—Tampoco es como si siempre estuviera con una sonrisa de oreja a oreja.

—No, pero cuando las cosas estaban bien entre ustedes te veías diferente —sonríe un poco—. Algo en ti brilla siempre que estás con él, es como si de repente un interruptor se encendiera para ser más… Tú.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora