Capítulo 11: «Esa conexión».

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Daniela

—Se los advierto. Si este chico —señala a Ian— me hace enfadar más de lo que ya lo ha hecho, me iré.

El aludido vacila un poco antes de hablar.

—Entonces te irás caminando.

—Si es necesario —asegura ella poniendo su cabello hacia atrás con parsimonia.

Rafael y yo nos dedicamos una mirada exhaustiva. Había estado discutiendo desde que subieron al auto. Al principio Ian la molestaba y era Madi quien se enojaba, ya después ella sacó sus garras y empezó a molestarlo también, así que acabaron discutiendo hasta llegar aquí.

—Me tienen cansada, saben —digo interrumpiendo su pelea campal— o se callan o seré yo quien los tire por la ventana cuando subamos al auto de nuevo.

Los amenazo con determinación y se detienen mirándome con sorpresa.

—Traten de convivir como personas normales, aunque sea solo hoy —pide Rafael—después pueden matarse si quieren ¿Qué les parece? —Ian y Madi se lanzan miradas considerando la propuesta y al final aceptan.

Al menos los hemos detenido por un rato, y mis oídos podrán descansar, aunque no mucho, porque el centro comercial está tan agitado y bullicioso como siempre.

Recorremos el lugar buscando algo que hacer para entretenernos. Optamos por comer algodón de azúcar en la plaza del centro comercial mientras se nos ocurre qué hacer, o al menos si decidimos salir de aquí e ir a otro lado.

Caminamos hasta encontrar un lugar que al parecer es nuevo aquí porque antes no lo había visto y los demás tampoco. Es un sitio con juegos de feria, así que decidimos entrar.

Madi apenas ve personas jugando boliche, se apresura por ir a jugar también. Ian, por otro lado, va hacia la zona de videojuegos. Rafael y yo decidimos ir a las máquinas, y nos detenemos frente a la máquina de tiro con arco.

—¿Está lista señorita zanahoria? —dice juguetón.

—Lista, ¿para qué? —pregunto con un deje de confusión.

—Para perder —afirma con seguridad.

—No puedes estar tan seguro de que voy a perder. Puede que la suerte juegue a mi favor.

—Porque tengo muy buena puntería, podría hacerlo hasta con los ojos cerrados —el orgullo se impregna en sus palabras y en su sonrisa también.

Enarco una ceja.

No tengo idea de donde sacan tanta seguridad los hombres, no sé si es porque confían demasiado en ellos o por su ego. Cualquiera que fuera la razón deberían compartirla con algunas de nosotras las mujeres.

Tenemos tres intentos cada uno y como él mismo ha dicho tiene una buena puntería, ni siquiera tuvo que adquirir concentración para lanzar la primera flecha y dar justo en el blanco. El segundo tiro también lo acertó y el tercero también.

Ahora solo espero que Dios se apiade de mí, porque apostamos que si yo gano él hará algo que yo quiera y viceversa. Para el primer tiro me concentro bastante, pero la risita que brota de su garganta me hace soltar la flecha y casi le doy en la cabeza a un niño.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora