Capítulo 28: Emociones encontradas.

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Daniela

Toco el timbre por segunda vez, pero nadie abre.

Estoy frente a la casa del hombre que mi madre dijo que buscara, Dorian Rudford, he venido muchas veces, hasta creo que he perdido la cuenta, pero nunca está aquí y a veces digo que vendré y también lo olvido. He tratado de investigar sobre él, aunque no he encontrado mucho, pertenece a la élite, y al parecer es un hombre muy reservado. Es divorciado y no tiene hijos, no encontré nada más.

De tanto que he venido, ya el mayordomo, llamado Benjamín, y yo somos amigos, sé que está casado desde hace cincuenta y tres años, tiene hijos y nietos, y un bisnieto viene en camino, trabaja para el señor Rudford desde hace muchos años, pero por más que intenté no pude sacarle nada sobre ese hombre.

Quiero saber quién es y por qué mi madre quería que lo buscara, por eso he insistido tanto.

—Oh, señorita Daniela, es un placer verla nuevamente —me sonríe al verme y también a Isa, quien ha venido a acompañarme, la he traído como diez veces—. Debo decir que hoy es su día de suerte, pues el señor Dorian está en su despacho.

Sonrío, emocionada, ¡Al fin! Benjamín nos invita a pasar y nos deja esperando en la sala de estar mientras sube en busca del hombre misterioso. La casa es tan hermosa tanto por fuera como por dentro, es moderna, lujosa, pero no en exceso, la decoración es minimalista y predomina en esta el color blanco y el azul claro, un contraste precioso con todo.

Unos pasos provenientes de las escaleras me hacen volver del limbo, observo al hombre que baja, es alto, fornido y a pesar de la edad que supongo que tiene no se ve tan mayor, no puedo distinguir el color de sus ojos, pues no estamos tan cerca, y su cabello es rojo, como el mío.

—Buen día, señoritas, ¿En qué puedo ayudarlas? —habla por primera vez, su voz es ronca y de tono fuerte.

—Buen día, señor Rudford, mi nombre es Daniela Cooper —le extiendo mi mano y la estrecha—. Me gustaría hablar con usted sobre algo —asiente, amable y toma asiento en un sillón frente a mí.

Benjamín se lleva a Isa al jardín y nos dejan para que podamos hablar más cómodamente y en privacidad. Comienzo a relatarle el porqué he venido, y cada vez su ceño se frunce más, sí, creo que está confundido.

—¿Quién es tu madre?

—Adele Cooper —todo gesto se borra de inmediato de su rostro, en cuanto escucha el nombre de mi madre, se vuelve pálido, mucho más de lo que es.

—¿Tienes una foto de ella? —asiento y después de buscar en mi teléfono se lo extiendo para que la vea.

Si antes el hombre estaba pálido, ahora mismo podría desaparecer. Sí, la conoce. ¿Pero de dónde?

—La conozco, ella… Fuimos novios en la universidad —mi cara de sorpresa es obvia, ¿Novios? ¿Mamá tuvo un novio en la universidad aparte de mi padre?

—Disculpe, ¿Usted conoció algún otro pretendiente de mi madre, u otra pareja que tuvo allá?

—No, cuando estuvimos juntos yo estaba en mi último semestre, ella apenas en el segundo de su carrera.

—¿Tiene alguna idea de por qué me envió a usted? Es que no se me ocurre ninguna, y disculpe si lo estoy atosigando —le digo con verdadera vergüenza.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora