Capítulo 33: Unión y redención.

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Madison

—Quiero un corazón de dos colores.

Marie me extiende la plastilina rosa y la roja, comienzo a hacer la figura que ha dicho y sonríe cuando la termino. Llevo en esto desde que llegué por la mañana, he hecho un sol, tres flores, cuatro corazones, una estrella y una pieza de rompecabezas.

—Ah, aquí están —Beatriz irrumpe en el salón de juegos—. Niños, ya es hora de comer.

Los pequeños comienzan a quejarse para no irse, aunque de nada vale porque tienen que ir al comedor, así que se resignan y después de cada uno darme un beso en la mejilla, se van.

—Cariño, ¿Cómo te sientes? —Beatriz se sienta a mi lado.

—Estoy bien, no te preocupes. Espero que no te importe que pase año nuevo aquí, cuando abran la universidad prometo irme.

—No digas tonterías, linda, puedes quedarte el tiempo que necesites —me sonríe de boca cerrada—. Las chicas llamaron hace un rato, dijeron que vienen a verte.

Le agradezco y cuando me deja sola decido subir al dormitorio para acomodar mis cosas. Ayer Jimena me acompañó al departamento de Ian a buscarlas, tenía una llave, así que después de asegurarme de que no estaba, entramos.

Me dio tanta rabia volver ahí. Vi los collares que me regaló, la esfera de nieve que le obsequie por Navidad, y las flores que ya se estaban marchitando. Esos regalos que significaron tanto, ahora son testigos mudos de una farsa bien montada.

Todo fue una mentira, cada regalo, cada abrazo, cada mirada, cada beso, cada te quiero, todo una maldita mentira.

«Te adoro, Madison».

Mentiroso.

«Eres mi espacio sideral, mis estrellas y mis planetas».

Te creí cada palabra.

«Eres mi cielo».

Pensé que lo era.

«Te quiero tanto como la luna al sol».

No me querías nada.

«Te quiero ayer, hoy y siempre».

Nunca llegaste a sentir lo mismo que yo por ti.

«Sigo aprendiendo a querer, a quererte a ti y deseo no echar todo a perder».

Mandaste todo lo que construimos por el caño.

—Te detesto, te detesto tanto —en un arrebato de frustración, arranco las hojas de mi cuaderno. Había escrito muchas cosas que me gustaban de él, había escrito lo que me era difícil decirle, había escrito todo lo que siento por él. Cada palabra escrita con tanto sentimiento ahora se desvanece en el aire, como si nunca hubiera existido.

«¿Crees que alguien podría quererte?».

Merezco que me quieran.

«No mereces nada, has sido una mala persona».

No, nunca he sido mala persona.

Como ha sido siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora